Decía el Premio Nobel de Física, doctor Hannes Alfven, que 'la industria nuclear no era precisamente el paraíso tecnológico con el que sus propagandistas embaucan a la opinión pública, sino un infierno tecnológico en el que nada funciona como debería'.
Se cumplen ahora 20 años del accidente de la central nuclear de Chernobil. El 26 de abril de 1986 tuvo lugar la fusión del núcleo de uno de los reactores de este complejo nuclear perteneciente a Ucrania, en esa época una de las repúblicas integradas en la antigua URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). La nube radiactiva fue detectada el 28 de abril en Estocolmo y a raíz de ello cundió la alarma en todo el mundo. Aquello que los partidarios de la energía nuclear habían dicho durante años que era imposible, había sucedido. La catástrofe ya estaba en marcha y nada ni nadie podía parar los efectos devastadores de las radiaciones. Las autoridades soviéticas no dijeron nada. Lo más 'curioso' es que el accidente se produjo al realizar un experimento relacionado con la seguridad.
Una semana después del accidente, los efectos de este siniestro había alcanzado ya la península Ibérica y Japón. Hubo que evacuar a casi 150.000 personas, pese a lo cual se registró un aumento de 2.000 casos de cáncer por encima de lo previsto.
Un territorio similar al de Valencia quedó literalmente arrasado causando entre otros problemas distintos tipos de cáncer a una media entre 647.000 y 970.000 personas. A día de hoy ya han muerto más de 30.000 personas, y al menos 7 millones han sido contaminados en diferente grado por la radiactividad. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) morirán 500.000 personas a causa del accidente de Chernobil. Incluso en España, y a pesar de la distancia, sus efectos se dejan notar y se esperan entre 250 y 370 casos más de cáncer como consecuencia de este accidente.
'La fusión del núcleo de la central de Chernobil ha sido el más grave de toda la historia nuclear. Ha mostrado en toda su crudeza los efectos que el movimiento ecologista ya predecía en caso de producirse un accidente nuclear. Es más, los augurios más pesimistas se han quedado cortos, porque tras 20 años, los efectos globales del accidente todavía no se conocen a ciencia cierta y aún hay discusión sobre sus costes económicos además de sobre el impacto entre la salud de las personas y sobre el medio ambiente', reconoce Aurora Bilbao, doctora y profesora de Neurociencias de la Universidad del País Vasco y miembro de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear.
Hasta principios de 2000, se había informado sobre 1.800 casos de cáncer de tiroides entre personas con menos de 18 años en el momento de la catástrofe
Los efectos perjudiciales sobre la salud pública que siguió a la explosión del reactor de Chernobil no eran inevitables. Las únicas consecuencias si inevitables eran la destrucción completa del reactor, la muerte de dos miembros del personal de operación que estaba encima del reactor en el momento que explotó y la inicial contaminación radiactiva de una vasta superficie de territorio. Pero las circunstancias posteriores fueron tales que hubo, y sigue habiendo, efectos perjudiciales prolongados sobre la salud pública: se incrementaron los cánceres, las alteraciones genéticas y también los problemas psicológicos de la población que estuvo expuesta a las radiaciones.
'Durante los primeros meses tras el accidente, en las zonas expuestas a las radiaciones se multiplicaron los abortos y también el nacimiento de bebés con malformaciones. Asimismo, los orfanatos se llenaron de niños que habían nacido con graves deficiencias, tanto psíquicas como físicas, y que habían sido abandonados por sus progenitores', reconoce Carlos Bravo miembro de Greenpeace.
Sin embargo, y pese a la evidencia de la catástrofe y sus consecuencias, desde 1986 la controversia ha rodeado las dimensiones de los efectos perjudiciales en la salud pública del accidente nuclear en el que se vio involucrada un área de 150.000 kilómetros cuadrados alrededor de Chernobil, en Bielorrusia, en Ucrania y en la Federación Rusa, los tres países afectados.
Incremento de algunos tipos
de cáncer
Hasta principios del año 2000, se había informado de aproximadamente 1.800 casos de cáncer de tiroides entre personas que tenían menos de 18 años de edad en 1986. Y los especialistas esperaban ver nuevos casos de esta enfermedad cancerígena en el futuro, pero con una tasa de mortalidad cada vez más reducida.
Investigadores del Instituto Vavilov de Genética de Moscú, de la Universidad de Leicester (Reino Unido) y de la Universidad de Tejas (USA) han descubierto alteraciones del ADN de las células germinales (las que intervienen en la reproducción), tanto de niños como de animales que vivían en zonas afectadas por el accidente de Chernobil. Esto implica que estos niños pueden transmitir a sus descendientes alteraciones genéticas de consecuencias imprevisibles.
'Está, además, el problema de los residuos de alta actividad, que serán peligrosos durante más de 100.000 años. Las generaciones futuras nos recordarán con tristeza y quizá con rencor por el terrible legado de los residuos. Y todo por conseguir una energía eléctrica que podría obtenerse por medios más limpios y por supuesto nada peligrosos. Una muestra de respeto hacia las generaciones presente y futuras y al medio ambiente sería el cierre inmediato de todas las centrales nucleares', en opinión de Carlos Bravo, responsable de la campaña nuclear del movimiento ecologista Greenpece, que pronto sacará a la luz pública un laborioso estudio sobre las repercusiones para la salud del accidente de la central nuclear.
Las cifras oficiales del gobierno ucraniano sitúan en más de 100.000 las víctimas mortales que se han producido hasta la fecha. Entre ellas se encuentran las que trabajaron en la extinción del incendio, la construcción del sarcófago para contener la radiación y la descontaminación de la tierra. 'Además, se calcula que unas 500.000 personas podían verse afectadas por cánceres de diferentes tipos en los próximos diez años, muchos de ellos muy lejos de donde se produjo el accidente', recalca Aurora Bilbao.
Entre los nuevos Estados independientes de la ex Unión Soviética, Bielorrusia es el más afectado por el avance de la deposición de radionucleidos, la incidencia de cáncer de tiroides y muchos otros efectos adversos. A escala internacional, existe un intenso y polémico debate en torno a qué efectos en la salud sobre la población tienen su verdadero origen en la exposición a la radiación, cuál es su alcance, y qué efectos pueden atribuirse a este fenómeno. Al respecto, existen importantes cuestiones a considerar para responder estos interrogantes. los científicos y la calidad de su trabajo son un factor fundamental para contestar estas preguntas y alcanzar, asimismo, metas y acuerdos políticos.
'Cuando ocurrió la tragedia de la central ni la población europea y creo que tampoco sus gobernantes eran conscientes de que el problema no sólo atañía a la Unión Soviética, sino que involucraba a todo el mundo. Se pensaba que el tema nos tocaba de lejos. no éramos conscientes de la globalización. La fulminante expansión del SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo o neumonía atípica) hizo que nos diéramos cuenta de que un problema sanitario en Asia o en cualquier otro continente también lo teníamos que asumir como propio. El mundo se nos ha hecho más pequeño y tenemos que darnos cuenta y no olvidarnos de que las catástrofes radioactivas o los virus viajan rápidos y sin importarles las fronteras humanas', subraya el doctor Francisco Guillén, de la Universidad de Navarra.
Según expertos, existe un interés a nivel administrativo por no desvelar información relativa a las secuelas, motivado por cuestiones económicas y por las inquietudes de la industria nuclear
Si no conocemos el pasado, no podremos comprender el presente o tomar decisiones acertadas para el futuro. Esta afirmación se aplica definitivamente a muchos anuncios e informes sobre las consecuencias en la salud tras el accidente en Chernobil, realizados particularmente por gobiernos occidentales, organismos internacionales y la industria nuclear, durante los últimos 20 años.
'En las semanas posteriores al accidente, las autoridades de Moscú emitieron órdenes para darle un carácter secreto a la información sobre Chernobil. Posteriormente, en julio de 1987, se ordenó que las enfermedades agudas y crónicas de los liquidadores (trabajadores de emergencia), expuestos a menos de 50 remes, no debían atribuirse a los efectos de la radiación ionizante', asevera este especialista en Medicina Preventiva de la Universidad de Navarra.
'En Suecia 'continúa explicando el doctor Guillén', también han aumentado los tumores, aunque aún es muy pronto para ver cuáles son los verdaderos efectos de las radiaciones sobre la población. En zonas de Austria, Escocia y Turquía, donde llegó la nube radioactiva, se produjo igualmente un aumento puntual de tumores. El año pasado la revista Nature publicó un informe científico en el que se señalaba que muchos de los efectos provocados por la nube están aún por descubrirse. Esto contrastaba claramente con el trabajo llevado a cabo por Naciones Unidas en el que minimizaban los efectos', subraya.
En 1990, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) organizó el Proyecto Internacional Chernobil, con la participación de la Comisión Europea, el Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas, y muchos otros países de todo el mundo, para investigar y evaluar la situación radiológica en las tres Repúblicas soviéticas afectadas. En el Proyecto participaron 200 científicos de Occidente y 500 de la ex URSS enviados por sus respectivos Gobiernos.
Maniobras para ocultar
los efectos reales
El equipo de la AIEA, encabezado por el estadounidense F. Mettler, llegó a la conclusión, en 1991, de que no había enfermedades que pudiesen ser directamente atribuidas a la exposición de la radiación. La AIEA se inclinó a favor del argumento de la ansiedad y el estrés psicológico como la causa de las enfermedades observadas, y los científicos involucrados propagaron esta opinión por todo el mundo. No obstante, el número de casos de cáncer de tiroides infantil en Bielorrusia era en realidad 30 veces superior al promedio registrado 10 años antes de la catástrofe, aunque el número absoluto de casos era bajo. La AIEA y otras organizaciones internacionales no tuvieron en cuenta los hallazgos e informes de científicos bielorrusos y ucranianos sobre el acusado incremento de este tipo de cáncer.
También la BBC emitió un documento televisivo que reveló que, en 1990, el profesor Mettler, como representante científico de EE.UU. había analizado muestras patológicas de cáncer de tiroides de 20 niños ucranianos, confirmando la malignidad en todos los casos, lo cual, en este grupo heterogéneo, no podía atribuirse a una incidencia global.
Mettler y sus colegas omitieron este hecho en sus informes. Por consiguiente, las organizaciones internacionales y la ONU no lanzaron programas de asistencia adecuados para las personas afectadas y se perdió un tiempo valioso. Científicos de los nuevos Estados independientes y de países de Occidente continuaron informando del aumento de cáncer de tiroides, mientras que otros especialistas que trabajaban para la AIE y los Gobiernos norteamericanos y europeos lo negaban. Los expertos enviados por la OMS confirmaron el aumento de cáncer de tiroides y un posible vínculo con la exposición al yodo radioactivo proveniente de Chernobil.
Según expertos en este campo, existe un gran deseo de que no se demuestre que el yodo radioactivo sea la causa del cáncer de tiroides. Grandes intereses en Occidente tergiversaron la información relacionada con las secuelas. 'El temor a los reclamos de indemnización por invalidez, las posturas arraigadas de científicos, y las inquietudes de la industria nuclear en torno a las malas relaciones públicas pusieron un velo sobre la investigaciones relevantes que se llevaron a cabo. Según las leyes estadounidenses, los reclamos de indemnización de ciudadanos norteamericanos, que contrajeron cáncer de tiroides a raíz de estas emisiones, podrían alcanzar muchos miles de millones de dólares, dinero que el gobierno no está dispuesto a pagar', añade el doctor de la Clínica Universitaria, Francisco Guillén.
Este especialista insiste en que durante bastante tiempo ha existido la sensación de que las autoridades sanitarias de la Unión Soviética intentaron 'quizás también ahora' minimizar las del accidente nuclear de Chernobil para la salud.
Otro aspecto que pasó desapercibido fue el que el 14 por ciento de los niños de Chernobil que no fueron evacuados sufre gota, una enfermedad asociada en situaciones de normalidad a las personas mayores. 'Es pronto para comprobar las secuelas, pero con el tiempo los efectos secundarios de las radiaciones aparecerán con más virulencia en las personas que estuvieron expuestas. Ya se han observado algunas alteraciones genéticas en los habitantes de la zona. Las afecciones de las vícticas de la radiactividad, en muchos casos, están siendo difíciles de probar, porque los Gobiernos de la ex Unión Soviética se han dado cuenta de que pueden estar ante la punta del iceberg de los casos. Y esto equivaldría a tener que costear unas indemnizaciones que no están dispuestos a asumir. Por ello hay miles de personas con la salud mermada sin apenas fuerzas para trabajar, y sin recibir ninguna prestación', explica la profesora Aurora Bilbao.
Para Carlos Bravo, de Greenpeace y responsable de la Campaña de Energía Nuclear de la organización, los efectos de las radiaciones de Chernobil, 20 veces superiores a las de Nagasaki, no sólo provocaron efectos para la salud a corto plazo. 'Al cáncer, los efectos psicológicos y la merma de la resistencia física, hay que añadir otras afecciones que les llevan a las víctimas del accidente nuclear a su incapacidad total o parcial para el trabajo'.
Enfermedades mentales,
el mayor problema
Junto con las defunciones y enfermedades causadas por la radiación, el informe define los efectos de Chernobil en la salud mental como 'el mayor problema de salud pública creado por el accidente', y atribuye este perjudicial efecto psicológico en parte a la falta de información exacta. Estos problemas se manifiestan en evaluaciones negativas de la propia salud, en la convicción de tener una esperanza de vida menor, en la falta de iniciativa y en la dependencia de la asistencia del Estado.
Las cifras informadas de casos de cáncer de tiroides en Bielorrusia después de Chernobil oscilan entre 1.200 y aproximadamente 10.000. Estas cifras varían según los modelos de evaluación de riesgos utilizados, la asignación de pacientes a diferentes categorías de dosis en tiroides reconstruidas, la creencia de algunos científicos de que una dosis de yodo radioactivo baja es inefectiva para provocar cáncer, etc.
Los autores de este informe realizaron recientemente un estudio sobre la incidencia de cáncer de tiroides por sexo y edad en la República Checa, en el período comprendido entre 1976 y 1999. De 1978 a 1999, se registró un aumento del 2,1 por ciento anual, correlativo con la edad, de la incidencia de cáncer de tiroides. De 1988 en adelante, el estudio reveló otro aumento significativo del índice de dicho cáncer del 2,3 por ciento anual.
Pese a que en la República Checa, las emisiones de agentes contaminantes, como yodo radiactivo, provenientes de Chernobil, fueron bajas comparadas con las registradas en Bielorrusia, Rusia y Ucrania, y que produjeron bajas dosis individuales en tiroides, su población sufrió debastadoras consecuencias. Debido a que los partes y controles médicos mejorados, realizados tras la catástrofe de Chernobil, no pueden explicar satisfactoriamente el aumento de incidencia de cáncer de tiroides, se cree que el yodo radiactivo de Chernobil podría ser la verdadera causa de esta enfermedad.
'Esto significa que para evaluar el cáncer de tiroides relacionado con la exposición al yodo radioactivo en las regiones de Chernobil, deben observarse cuidadosamente los efectos de las dosis colectivas y los grupos numerosos con bajas dosis individuales, en lugar de tomar partes de estos grupos como referencia de sectores no expuestos', explica Carlos Bravo.
Dos decenios después del accidente, los residentes de las zonas afectadas todavía no cuentan con la información que necesitan para llevar la vida sana y productiva que podrían seguir. 'Hemos advertido que deben hacer llegar a la gente información exacta, no sólo sobre cómo vivir sin peligro en las regiones de baja contaminación, sino también sobre cómo adoptar modos de vida sanos y crear nuevos medios de subsistencia', explica Louisa Vinton, coordinadora de los asuntos relativos a Chernobil en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Los expertos piden que se siga sometiendo a un control riguroso a los trabajadores que se han recuperado del síndrome de irradiación aguda (SIA) y a los otros agentes de servicios de emergencia que estuvieron expuestos a la radiación. También se demanda que se realicen controles selectivos de los niños expuestos al yodo radiactivo para detectar el cáncer de tiroides, y de los trabajadores que realizaron el trabajo de limpieza y estuvieron expuestos a dosis altas, para determinar otros tipos de cáncer. Asimismo, debería evaluarse si los programas de detección existentes son eficaces en relación con el coste, ya que la incidencia del cáncer de tiroides espontáneo está aumentando significativamente a media que la población estudiado envejece. Además, para mantener una alta calidad, los registros sobre estos tumores necesitan el apoyo continuo de los gobiernos.
El gasto total, sin incluir los futuros casos de cáncer y malformaciones congénitas, ni los daños irreparables al medio ambiente que se han producido, se han estimado en unos 38 billones de las antiguas pesetas. Este gasto tiene en cuenta el tratamiento médico (2,6 billones). la limpieza de las zonas afectadas, los movimientos de población, evacuaciones y realojamientos (otros 2,6 billones) y la descontaminación (33 billones, todavía por invertir). Estos costes son del mismo orden de magnitud que los presupuestos del Estado español.
El peligro continúa
Chernobil fue clausurada definitivamente en diciembre de 2000. El 15 de ese mes se cerró el último de sus reactores en funcionamiento, pese a ello, el peligro no ha pasado. Más de 100 toneladas de combustible nuclear y más de 400 kilos de plutonio (material altamente radiactivo) continúan en el interior de las ruinas del reactor accidentado. Para confinarlo y evitar la liberación de más radiactividad se tuvo que realizar una construcción de acero y hormigón de 50 metros de altura: el sarcófago. Construido apresuradamente, en condiciones muy difíciles, esta mole sufre de una gran debilidad estructural y está ya en condiciones lamentables. Deja escapar radiactividad de forma continuada por más de 200 m2 de grietas, un problema insignificante si se compara con la radiactividad que se libera.
La central nuclear de Chernobil fue clausurada en 2000, sin embargo, todavía conserva en su interior toneladas de combustible y plutonio
No obstante, a todos los daños humanos hay que sumar el tremendo daño ecológico provocado. Un total de 105.000 kilómetros cuadrados presentan una inmensa contaminación radiactiva y, según las Naciones Unidas, un área del tamaño de Holanda ha quedado inutilizada permanentemente para usos agrícolas.
'A pesar de que muchas personas murieron o tienen enfermedades causadas por la radiación, debemos dejar claro que la industria nuclear y la AIEA no quieren escuchar: un accidente de energía nuclear puede costar miles de millones de dólares, matar a cientos de miles de personas, provocar cánceres en niños, y sumir a las naciones en una pesadilla económica y ambiental que no tiene comparación con ninguna otra catástrofe natural o provocada por el hombre, excepto la guerra. Existen mejores alternativas para satisfacer nuestras necesidades energéticas, y debemos ir en pos de ellas. Y esto parece ser algo que los promotores de la energía nuclear nunca reconocerán', asevera, Carlos Bravo, de Greenpeace.
La mayor parte de la radiación recibida por la población mundial procede de fuentes naturales, en función, sobre todo, de dónde se habite y del estilo de vida.
Este investigador piensa que el accidente ruso dejó patente que cualquier reactor puede fallar y que la radiactividad no conoce fronteras. 'Chernobil demostró que la contaminación radioactiva puede viajar miles y miles de kilómetros. Pero, lo más grave es que no hemos aprendido la lección y que una catástrofe similar para la salud y el medio ambiente podría volver a suceder porque el núcleo del reactor número cuatro fue cubierto por un sarcófago construido rápidamente y sin cimentación y tiene ya gran número de grietas que permite el escape de radiaciones'.
Desde Greenpeace, Carlos Bravo trabaja por concienciar a la población del peligro para la salud y el hábitat que supone la energía nuclear y la necesidad de ir sustituyéndola por otras fuentes alternativas. 'No se ha aprendido la lección de lo sucedido en Chernobil y la cultura de la seguridad ha ido a la baja. En todo el mundo hay 440 reactores, muchos de los cuales han envejecido sensiblemente y tienen notables carencias de seguridad. Lejos de invertir en este factor se están reduciendo los presupuestos'. 'Hay 'según concluye', un importante deterioro de la cultura de la seguridad'.
RECUADRO
Los hechos'
El 25 de abril del año 1986 estaba programada la parada anual de la unidad 4 de la central nuclear de Chernobyl, para tareas de mantenimiento. Esta unidad se hallaba equipada con un reactor de 1000 MW, tipo RBMK, desarrollado en la ex Unión Soviética, que utiliza uranio enriquecido al 2 por ciento, grafito de moderador y núcleo refrigerado con agua común.
También se había programado una prueba con uno de los dos turbogeneradores. Dadas las características intrínsecas del reactor y debido a que los operadores desconectaran intencionadamente varios sistemas de seguridad, se ocasionó un aumento descontrolado de la potencia, con la consecuente fusión del combustible y la generación de una onda de choque. Ello rompió el núcleo en pedazos y destruyó la estructura del edificio del reactor, que no era resistente a la presión.
El grafito moderador entró en combustión y el material radiactivo se dispersó en el ambiente. La liberación de radionucleidos se detuvo mediante el vertido de materiales absorbentes, al tiempo que se enfriaba el núcleo con nitrógeno líquido, para posteriormente encerrar el edificio del reactor dentro de un sarcófrago de hormigón.
La consecuencia inmediata fue la muerte de 31 personas, con dosis del orden de 16 Gy. El material radiactivo liberado fueron los gases nobles del núcleo, unos 2000 PBq, 630 PBq de yodo 131, 70 PBq de cesio 137 y 35 PBq de cesio 134.
Las dosis recibidas fueron entre 0,3 y 0,4 Sv para los pobladores que se encontraban en un radio de 30 km en torno a la central, muy inferiores a los niveles que puedan causar efectos inmediatos sobre la salud. Alrededor de 115.000 personas fueron evacuadas. Los radionucleidos iniciales se dispersaron en dirección norte, pero más tarde lo hicieron hacia el oeste y el sudoeste. En todo caso y según los expertos, la forma en que se depositaron los radionucleidos, la contaminación de los alimentos y la irradiación de individuos fue muy poco homogénea de donde nace la gran controversia entre los estudiosos del tema sobre los grados de afectación de esta catástrofe en la salud humana.
RECUADRO
Unidad de radiación
Como el efecto biológico depende de la energía que absorbe un tejido biológico, los efectos de las radiaciones dependen de la energía que se absorbe por unidad de masa. La unidad es el Gray (Gy).
Aunque el efecto biológico depende de la dosis absorbida, también resulta importante el tiempo de absorción, cuan uniforme es y el tipo de radiación. Estos tres aspectos se funden en la dosis equivalente definida por:
dosis equivalente = dosis absorbida x factores de cualidad.
La unidad es el sievert (Sv), aunque tradicionalmente se ha utilizado el rem (Röntgen equivalente en hombre) 1 Sv = 100 rem.
Si los efectos estudiados son biológicos, se emplea la dosis efectiva. Su unidad también es el Sievert, pero en el cálculo se pondera la sensibilidad de los tejidos irradiados.
La mayor parte de la radiación recibida por la población del mundo proviene de fuentes naturales. Este tipo de exposición es, en la mayoría de los casos, inevitable. Aunque todos los seres humanos están expuestos a la radiación natural, algunos lo están más que otros. Ello depende del lugar donde vivan, de la forma de la vida de la población, de la utilización de determinados materiales de construcción de sus viviendas, de la calefacción usada...