En España un tercio de la
población adulta y un 25
por ciento de los niños padecen
algún trastorno del sueño,
según datos hechos públicos
por la Sociedad Española del
Sueño. A pesar de que constituyen
un problema que afecta
negativamente a la salud y la
calidad de vida de más del 45
por ciento de la población,
menos de un tercio de las personas
con alteraciones graves
del sueño busca ayuda profesional
para solucionarlas.
Según una encuesta realizada
por la revista Consejos de
Tu Farmacéutico sobre una
muestra de 600 participantes
con motivo del Día Mundial
del Sueño, el 90,3 por ciento
(542 encuestados) confiesa
haber padecido algún trastorno
relacionado con el sueño,
siendo el más común el insomnio
(65,5 por ciento), seguido
a mucha distancia de
pesadillas y terrores nocturnos,
síndrome de piernas inquietas,
síndrome de apnea del sueño,
sonambulismo y narcolepsia.
Los encuestados valoran muy
positivamente el consejo que
el farmacéutico pueda darles a
la hora de tratar estos problemas,
calificando su actuación
profesional (del 1 al 10), con
una media de 7,2 puntos.
La confianza en este profesional
crece cuando se trata de
realizar el seguimiento farmacoterapéutico
de ansiolíticos y
otros psicofármacos. A este respecto,
un 74 por ciento considera
que el farmacéutico es el
profesional más adecuado por
el hecho de ser quien mejor conoce
el medicamento, frente al
26 por ciento que considera no
ser de su competencia.
Graves consecuencias
La última Encuesta Nacional de
Salud del Ministerio de Sanidad
y Consumo muestra que
un 14 por ciento de la población
toma hipnóticos y ansiolíticos,
porcentaje que se acerca
al 20 por ciento en la población
de más de 45 años. A este
respecto, la Sociedad Española
del Sueño alerta del peligro
que supone la automedicación
en este campo, ya que estos
fármacos (ansiolíticos, sedantes
e hipnóticos) pueden traer
consigo una serie de efectos
secundarios añadidos, como
sedación, disminución de los
reflejos y del estado de alerta y
reducción de la capacidad
cognitiva, así como alteración
del control de los movimientos
y dificultad para manejar un
vehículo correctamente.
Una de las principales consecuencias
nefastas que tienen
los trastornos del sueño es que
aumentan considerablemente
la siniestralidad laboral y los accidentes
en carretera. Tal y como
explica el presidente de la
Sociedad Española del Sueño,
el doctor Francisco Javier Puertas,
cualquier acción encaminada
a concienciar, diagnosticar y
tratar los trastornos del sueño y
mejorar la higiene de sueño de
los españoles va a disminuir, sin
duda, la accidentalidad por esta
causa. 'La educación sanitaria
debe incluir a todos los
agentes sanitarios, incluido el
farmacéutico, que es quien mejor
conoce y puede prever los
posibles efectos secundarios
asociados a un medicamento, y
quien además cuenta con una
situación privilegiada por su
cercanía a la población a la hora
de difundir los mensajes'.
Muchas veces el paciente
dispone de más tiempo para
hablar con el farmacéutico que
con el médico. La labor del farmacéutico
en este campo, según
Puertas, 'es de vital importancia,
sobre todo porque
muchos medicamentos indicados
para otras patologías de alta
incidencia en esta época del
año como la alergia, producen
somnolencia y aumentan significativamente
las cifras de siniestralidad
en carretera'.
'Además de dar pautas para
una correcta higiene del sueño,
el farmacéutico ejerce un
papel fundamental a la hora
de derivar al paciente al médico
de cabecera, y a la hora de
detectar conductas de riesgo.
Medicamentos
que inducen al sueño
Según indica Manuel José Barbanoj,
farmacólogo clínico y director
del Centro de Investigación
de Medicamentos del
Hospital de la Santa Creu i Sant
Pau de Barcelona, muchos fármacos
pueden producir somnolencia,
al margen de que no
estén indicados para combatir
el sueño, como los antihistamínicos
(producen sedación,
somnolencia, ansiedad y alteraciones
visuales), los analgésicos
opiáceos (producen somnolencia,
disminución de la alerta
psíquica, vértigo), los antipsicóticos
(somnolencia, visión borrosa,
taquicardia), antidepresivos
(sedación, hipotensión
ortostática, fatiga, vértigo) y un
sinfín de medicamentos indicados
para patologías concretas
como los antiepilépticos, antiparkinsonianos,
antihipertensivos,
antimigrañosos, etc. Conducir
bajo los efectos de este
tipo de medicación es peligroso,
ya que con frecuencia se
produce una disociación entre
lo que el fármaco es capaz de
producir objetivamente y aquello
que el individuo percibe.
'El farmacéutico debería
advertir, en este campo como
en cualquier otro referido al
medicamento, de los posibles
efectos secundarios a la hora de
dispensarlos, ya que se encuentra
en un punto clave en el proceso
sanitario y es la persona
más indicada para dar información
relevante a la sociedad, lo
que reduciría los problemas
asociados al medicamento, y
redundaría en una mejora considerable.
Está en el punto en
que el enfermo adquiere el
medicamento, por lo que enfatizar
y complementar la información
que en su momento
debió recibir del médico, es de
considerable interés y ayuda',
asegura Barbanoj.