Redacción. Madrid.- El 90 por ciento de los pacientes inmovilizados son pacientes mayores de 65 años con más de una patología. Por eso precisan la atención constante de un cuidador, tarea que por lo general asume algún miembro de la familia. En la mayoría de los casos, la cuidadora principal es la esposa o las hijas del enfermo o enferma. Al ser frecuente que estas personas también atiendan las tareas domésticas en el hogar, en muchos casos presentan estrés y cansancio derivado de la carga emocional y física que implica este cúmulo de tareas. 'El resultado es que el médico de familia se encuentra muchas veces en la situación de atender a dos pacientes: asistir al enfermo inmovilizado y reducir el estrés que sufre el cuidador, al que también hay que reforzar su autoestima', ha señalado el doctor Luis de la Revilla Ahumada, médico de familia y presidente de la Fundación para el Estudio a la Atención de la Familia en las III Jornadas de Actualización en Medicina de Familia, que se han celebrado recientemente en Sevilla.
Estas Jornadas, a las que han asistido cerca de 400 especialistas en Medicina de Familia de toda España, forman parte del Programa de Formación Médica Continuada, una iniciativa que cuenta con el aval científico de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) y de la cátedra de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)- Novartis.
En la mayoría de los pacientes inmovilizados, el déficit del aparato locomotor suele tener un origen neurológico u ostearticular. Ejemplos de lo primero son las alteraciones cognitivas y sensoriales que afectan a los pacientes con demencia o en fases avanzadas de la enfermedad de Alzheimer. También puede estar detrás de un problema de inmovilidad las afecciones respiratorias como la EPOC y las cardiopatías.
Cuidador de edad avanzada
La cuidadora principal actúa de interlocutora entre el médico y el paciente. Además en un porcentaje significativo de casos, es una persona mayor de 65-70 años, por lo que la carga física y psíquica es todavía mayor. 'Perciben que el enfermo depende de manera absoluta de ellos y eso multiplica la intensidad de la carga emocional que soportan. Otros factores que inciden en la misma dirección son el sobreesfuerzo físico y psíquico que genera cuidar durante tantas horas a este tipo de enfermos. la pérdida progresiva de la vida privada y del tiempo dedicado a uno mismo. la imposibilidad de cuidar en condiciones adecuadas al resto de la familia, etc. Todo ello puede derivar finalmente en un desequilibrio en la estructura familiar', explica el doctor de La Revilla.
Otro factor es el coste económico que genera atender a estos pacientes. En el caso de los cuidadores más jóvenes, que cuidan a la madre o al padre, deben enfrentarse a una decisión crucial: deben elegir entre seguir trabajando o cuidando al enfermo. 'Cada caso concreto', precisa el doctor de La Revilla, 'requiere un abordaje distinto. en ocasiones, sólo podemos extender la red social, es decir, facilitar un cuidador secundario que preste ayuda al cuidador principal'. Evaluar cada situación y buscar el tipo de apoyo más adecuado es una de las tareas principales del médico de familia ante estas situaciones.
Entre los problemas de salud más frecuentes que afectan a los cuidadores formales (personal sanitario) que atienden estos casos, están las patologías ostearticulares (tensiones cervicales, lumbares, etc.), los problemas emocionales (estrés, depresión, etc.) y los gástricos como las úlceras provocadas por la ansiedad. El profesor José Luis Bimbela, del Área de Promoción de Salud y Salud Pública de la Escuela Andaluza de Salud Pública y responsable de taller cuidando al cuidador, asegura que en la Escuela, por ejemplo, se utilizan técnicas de yoga para enseñar al cuidador a relajarse y desconectar la sobrecarga emocional que implica esta tarea.
Autocontrol emocional del médico
También es necesario que el propio médico aprenda a controlar sus emociones para ofrecer al paciente la atención más adecuada. 'Por ejemplo', explica el profesor Bimbela, 'cuando se visita a un paciente que nos provoca cierta tensión, es frecuente que dicha tensión se traduzca en una peor asistencia al enfermo. Algo parecido sucede con el enfermo terminal: muchos médicos temen que el paciente le plantee preguntas sobre la muerte, etc., situación que el facultativo rehuye reduciendo el tiempo de visita. Podrá ser un magnífico profesional pero no está ofreciendo la mejor asistencia posible. Por todo ello, es fundamental que los médicos aprendan a autocontrolar sus emociones, pensar en positivo y con autoconfianza para afrontar situaciones complicadas con una intervención eficaz'.
Mapa familiar
Lo que los expertos denominan una evaluación medioambiental del paciente es una medida que utiliza el médico de familia para estos casos. Consiste en estudiar el mapa familiar en el que viven cuidador y paciente: las condiciones de la vivienda, sus circuitos de movimiento, las barreras arquitectónicas si utiliza silla de ruedas, el grado de higiene del hogar, etc. 'Todos estos aspectos', comenta el doctor de La Revilla, 'son indicadores a través de los cuales podemos valoramos la situación de bienestar o precariedad en la que viven cuidador y paciente'.
El médico de familia es el único profesional con capacidad de entender a un tiempo los aspectos biomédicos y psicosociales del paciente. 'Nuestro trabajo', explica el doctor de La Revilla, 'es realizar un análisis detallado de la esfera social del paciente, de los cuidados formales y no formales que recibe, de quién es el cuidador y de cómo repercute esta carga de trabajo en la vida de ese cuidador'.