Actualmente el linfoma cutáneo no tiene curación, pero los pacientes sí que cuentan con tratamientos para poder mejorar los síntomas, evitar recaídas y frenar la evolución de la enfermedad. Para dar el tratamiento más adecuado a cada
paciente, especialmente en los casos más avanzados. es fundamental la colaboración entre Hematología y Dermatología. Es por ello, que en esta segunda entrevista de
La Ventana de EMI sobre
linfoma cutáneo, Leonor Rodríguez vuelve a entrevistar a
Pablo Ortiz, dermatólogo en el Hospital 12 de Octubre (Madrid), e Izaskun Zeberio Etxetxipia, hematóloga en el Hospital Universitario Donostia.
La primera idea que resalta el dermatólogo es que “dependiendo del tipo de lesiones que tenga el paciente, el tratamiento va a ser diferente”. De esta forma aclara que la mayoría de las veces va a tener lesiones solo en la piel del tipo mancha o placa, que son el inicio en la gran mayoría de los pacientes. “En ese caso lo normal es que empecemos con lo que llamamos tratamientos dirigidos a la piel. Es decir, cremas o geles con corticoides, inhibidores de calcineurina, mecloretamina, etc., aplicados en la piel. También con mucha frecuencia utilizamos rayos ultravioleta, según las lesiones que tenga en la piel. Si no responden a este tipo de tratamiento lo que vamos haciendo es asociar tratamientos sistémicos”.
No obstante, en algún momento la persona enferma puede desarrollar lesiones tumorales más avanzadas. “En ese momento el tratamiento depende más de los centros a la hora de contar con los hematólogos que son los que tienen más manejo de tratamientos por vía sistémica”, apunta Pablo Ortiz.
El experto recuerda que en estos casos encontrar tratamientos efectivos es vital para los pacientes. “Hablamos de lesiones tumorales que duelen, que se infectan, que sangran, que huelen mal, incluso hemos llegado a ver pacientes con larvas. Todo ello sumado a un picor que es horroroso”.
Tratamientos sistémicos
Precisamente, respecto a la decisión de los hematólogos, Izaskun Zeberio aclara que solo en casos aislados con una lesión muy localizada o pacientes que de forma excepcional reciben trasplante alogénico se pueden llegar a curar. Es por ello que, de forma general, “el objetivo del tratamiento debe ser conseguir eficacia para el control de la enfermedad, controlar los síntomas con calidad de vida y en algunos casos también evitar la evolución”.
Al respecto de la labor de los hematólogos, Zeberio reconoce que “estamos acostumbrados a buscar la remisión completa, pero en estos casos los dermatólogos nos han ayudado a cambiar el chip, ya que hay fármacos que logran estabilizar la enfermedad y controlar los síntomas y son tratamientos realmente interesantes porque pueden aportar mucho”.
En este sentido, es clave adaptar el tratamiento al estadio y proponer un tratamiento escalado en base a las respuestas al tratamiento.
Nuevas guías clínicas
Recientemente se han publicado nuevas guías clínicas que incluyen la indicación de nuevas terapias que han cambiado el paradigma de tratamiento del linfoma cutáneo.
Al respecto, los expertos mencionan que se incluyen tratamientos como la mecloretamina en micosis fungoide o los inhibidores de calcineurina. Aunque sin duda, la
verdadera novedad es la aparición de
nuevos anticuerpos monoclonales, en concreto,
brentuximab vedotin y mogamulizumab que “han demostrado ser fármacos muy eficaces con un muy buen perfil de seguridad y prolongan el tiempo hasta la recaída”, según Zeberio.
Las diferencias entre ambos las explicaba Pablo Ortiz, que reconocía que aunque tenga más indicaciones, “
brentuximab es lo primero que se nos viene a la cabeza a los expertos para lesiones tumorales que expresen CD30”. En cambio, mogamulizumab está indicado más en casos de pacientes con mucha carga en sangre periférica. Por tanto, “son fármacos paralelos que no compiten mucho entre sí”.
Conocer estas nuevas vías de tratamiento resulta fundamental. Como exponía el dermatólogo, a veces la falta de conocimiento puede llevar a tratamientos erróneos. “Por ejemplo, es muy frecuente en los hematólogos utilizar el CHOP, que en micosis fungoide es verdad que inicialmente limpia al paciente, pero 3 meses después el paciente explota, y, por tanto, tiene peor evolución”.
Personalizar los tratamientos
Así, Izaskun Zeberio aclara que “el tratamiento se ha adaptado al estadio de la enfermedad. Por ello, cuando el paciente no responde, ahora existen opciones nuevas en segunda línea”. De forma concreta, afirmaba que los nuevos anticuerpos monoclonales han logrado retrasar el tiempo hasta la recaída. “Y en esos tiempos se puede también mejorar el tratamiento del paciente. Una vez alcanzada la respuesta pueden hacerse terapias para prolongar el tiempo a la recaída con tratamientos dirigidos a la piel”, señalaba la hematóloga.
Asimismo, Zeberio recordaba que en las guías clínicas se recogen otras recomendaciones como la de acercarse a una Medicina más personalizada. “Ahora buscamos un tratamiento dirigido a la biología del tumor, pero también es necesario conocer el estadio, la evolución, las líneas de tratamiento usadas, y la comorbilidad de los pacientes”.
Pese a todo lo que aportan estas innovaciones, Pablo Ortiz reconocía que en Europa no siempre se aprueban todos los medicamentos que sí se aprueban, por ejemplo, en Estados Unidos. Por otra parte, en España no siempre está disponible todo lo que ya está aprobado por la Agencia Europea del Medicamento. No obstante, la decisión de financiar un fármaco o no puede demorarse incluso más de un año. Se trata por tanto de un aspecto a mejorar.