La obesidad es para muchos la gran epidemia del siglo XXI. A la gran cascada de problemas físicos y psicológicos que se aglutinan a su alrededor hay que añadir un trastorno alimenticio desconocido para la gran mayoría pero que suma un número importante de afectados: entre el 2 y el 3 por ciento de los españoles padecen lo que se conoce como ‘trastorno por atracón’ y que se caracteriza por comer de forma compulsiva, es decir, grandes cantidades de comida en poco tiempo, sin hambre y a escondidas. No hace discriminaciones de ningún tipo. Lo padecen hombres y mujeres, gordos y delgados, aunque la mayoría de los casos se dan en personas con sobrepeso u obesidad.
Aunque quieran parar no pueden y hay quien llega a comer tanto que incluso se siente incómodamente lleno, una actitud que sólo se explica porque han perdido el control. Comer es para ellos una forma de aplacar la ansiedad, disminuir la angustia y olvidar los problemas. Convierten la comida en una especie de tranquilizante, pero la calma desaparece en unos pocos minutos y la culpabilidad y la frustración se tornan protagonistas. Con este escenario, la autoestima, baja ya de por sí, cae aún más en picado. Como sienten vergüenza de lo que hacen, todo ocurre en una soledad absoluta. Se esfuerzan para que nadie se entere de lo que les está pasando y no acuden al médico hasta pasado mucho tiempo, de forma que el riesgo para la salud se acrecienta al haber adoptado un patrón alimentario caótico.
Episodios repetidos
Casi todos hemos pasado por una circunstancia semejante en algún momento de nuestra vida. No es raro que ante una situación que nos preocupa nos cobijemos en la comida. Es un hecho puntual y nada tiene que ver con este trastorno. Un requisito imprescindible para el diagnóstico de trastorno por atracón es que estos episodios se repitan al menos dos días a la semana durante un mínimo de seis meses. Si esto es así, se entiende que la persona en cuestión ha perdido el control de los impulsos, una de las bases también de este trastorno.
Tampoco hay que confundirlo con la bulimia. Aunque en uno y otro caso se come de forma compulsiva, las personas con trastorno por atracón no se provocan vómitos, no ayunan, no siguen dietas muy restrictivas, no hacen mucho ejercicio ni consumen de forma abusiva diuréticos o laxantes. En definitiva, no se angustian pensando en que el atracón les puede suponer un aumento de peso. Cuando alguien padece trastorno por atracón no es porque quiera adelgazar sino porque espera encontrar en la comida las satisfacciones que la vida diaria le niega. Además, aunque tras los atracones muchos afectados piensan en hacer dieta, la imagen corporal es menos prioritaria que en la bulimia y, mientras que el trastorno por atracón no hace distinciones de sexos, la bulimia es eminentemente femenina.
Se da la paradoja de que el trastorno por atracón a veces aparece en personas que antes han seguido dietas para adelgazar excesivamente restrictivas y entran en un caos de restricciones y compulsiones que es muy difícil de erradicar y que tiende a cronificarse.
Causa desconocida
La causa real de este trastorno no se conoce claramente, pero lo que parece evidente es que tras el debut de un trastorno por atracón suele haber un hecho emocional traumático. No en vano, casi la mitad de las personas que lo sufren tienen un historial de depresión y son muchos los que reconocen que intentan calmar su soledad, su ansiedad, su aburrimiento o su miedo con una comilona.
Como cualquier trastorno de la alimentación representa cuadros psiquiátricos de distinta gravedad que afectan negativamente a la calidad de vida. Pero parece ser que no todo está en la mente. Como suelen aparecer varios casos en una misma familia, se cree que los genes también están relacionados en su aparición, pero aún hay que seguir investigando en este sentido. Por otro lado, se ha comprobado que, en numerosas ocasiones las personas con este problema han crecido en familias en las que o bien se come mucho o usan la comida como premio o como algo reconfortante y calmante.
En cualquier caso, con el tratamiento adecuado, estos enfermos pueden aprender a comer de manera sana, acabar con la autodestructiva costumbre de las comilonas y recuperar el control. El problema no está por tanto en el tratamiento sino en un diagnóstico que suele demorarse demasiado tiempo. La vergüenza que sienten les hace ocultar lo que les pasa a todo el mundo, incluido el médico, y muchas veces el problema se descubre de casualidad.
Tratamiento de éxito
Como cualquier otro trastorno de la conducta alimentaria el abordaje es eminentemente psiquiátrico. Los fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina no sólo sirven para atajar la depresión y la ansiedad sino que además inhiben la pérdida de control de impulsos que caracteriza este trastorno. Con la psicoterapia y otras técnicas psicológicas se busca cambiar la forma de pensar y el comportamiento de la persona, por lo que son claves en el tratamiento. Además, el nutricionista se encarga de reeducar los hábitos alimenticios y enseñar al paciente a relacionarse sanamente con la comida y el peso. En resumen, el tratamiento ideal es una combinación de aspectos nutricionales, tratamientos psicológicos y fármacos.
El apoyo de la familia también es fundamental. Puede que hayan pasado mucho tiempo engañados, sin tener ni idea de lo que estaba pasando, y ahora tienen que comprender qué es este trastorno y aprender a reconocer las señales y los síntomas.
Con todo ello, los resultados son alentadores. Mientras que el porcentaje de personas que consigue superar totalmente un trastorno cualquiera de la conducta alimentaria es del 50 por ciento, en el trastorno por atracón este porcentaje se eleva al 80 por ciento. Lo importante es ser consciente del problema y dejarse ayudar por los médicos.
Síndrome de atracón nocturno
Existe una variante a este problema que se da cuando los atracones se producen solamente por la noche: se trata del síndrome del atracón nocturno, que afecta aproximadamente al 2 por ciento de la población general y al 20-30 por ciento de los obesos. Durante la noche sienten una fuerte sensación de hambre que les hace inclinarse por alimentos hipercalóricos, para sentirse mejor. Casi no comen durante el día; de hecho es por la noche, tras la cena, cuando ingieren, como mínimo, la mitad de las calorías diarias. Se despiertan al menos una vez cada noche y se mantienen completamente despiertos mientras comen.
El estrés suele desencadenar muchos de los episodios de atracón nocturno. Conflictos familiares, rupturas sentimentales o situaciones de aislamiento social o emocional pueden ser el pistoletazo de salida de este problema. Autoestima baja y depresión suelen estar en el cuadro psicológico de quienes lo padecen. Por las mañanas el estado de ánimo de estas personas es mucho mejor y se va deteriorando con el paso de las horas hasta llegar a su punto más bajo por las noches.
FUENTE: Sociedad Española de Medicina General, Centro de Información de Salud de la Clínica Cleveland (EE.UU.) y Sociedad Española de Obesidad.