19 de agosto 2011. 6:50 pm
Durante el otoño y el invierno, el número de consultas por casos de depresión y trastornos afectivos asociados al cambio de estación aumentan de forma importante. En algunos individuos, los síntomas pueden perdurar varios meses hasta que, de forma progresiva, éstos tienen a remitir por…
Durante el otoño y el invierno, el número de consultas por casos de depresión y trastornos afectivos asociados al cambio de estación aumentan de forma importante. En algunos individuos, los síntomas pueden perdurar varios meses hasta que, de forma progresiva, éstos tienen a remitir por sí solos. 'El organismo humano está sincronizado a los factores climatológicos como son el calor, el número de horas de luz solar, etc. Por ello, cuando se producen cambios en estos factores, ciertas personas experimentan síntomas de disminución de energía y estados de ánimos depresivos', explica el profesor Joaquín Santo Domingo, psiquiatra de la Clínica La Luz de Madrid. Además de los factores inherentes al cambio de estación, existen otros muchos agentes de carácter externo que favorecen la aparición de estos cuadros depresivos, 'hasta el punto de que esta combinación de factores nos impide tener, a día de hoy, datos únicos en cuanto al número de personas afectadas por zonas geográficas', comenta este experto. España es un ejemplo más de la diversidad de factores que entran en juego en todo proceso depresivo, y en general, en los trastornos afectivos. 'Se sabe que la situación de los trastornos de la afectividad en Galicia es diferente a la que se produce en Andalucía. Sin embargo, resultaría erróneo asociarlo sólo a un único agente como puede ser el calor o el número de horas de exposición a sol. Influyen además muchos otros factores causales, tanto físicos, como psicológicos y sociales', puntualiza el profesor Santo Domingo.
Síntomas más evidentes
En cuanto a su diagnóstico, los expertos coinciden en señalar la tristeza vital como signo inequívoco en todo cuadro depresivo. Además, en torno a este síntoma se articulan otros muchos como son la pérdida de la capacidad para disfrutar (anhedonia) y el descenso de energía o impulso que siente el individuo. Del mismo modo, la depresión tiende a despertar en muchas personas la falta de ganas de comer. 'Éste es quizá el síntoma más frecuente, pero también el más inespecífico', comenta el profesor Santo Domingo quien además señala que 'en un segundo plano puede darse además la ausencia de apetito sexual, siempre como consecuencia de un estado depresivo'.