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Recientemente la Fundación Alternativas, think tank del PSOE acaba de publicar un documento firmado por Javier Rey del Castillo en el que se reclama una nueva Ley General de Sanidad y en el que cita reiteradamente al Modelo de Futuro de Gestión de la Salud, elaborado por la Fundación Bamberg a partir de las aportaciones realizadas por numerosos expertos de en diferentes disciplinas y de todo orden ideológico.
En el citado documento se expresan opiniones e inexactitudes respecto al Modelo de la Fundación Bamberg y en general, bajo un extenso preámbulo de más de cien páginas plagado de opiniones y consideraciones ideológicas, dedica solo nueve páginas a la propuesta de cambio de la Ley General de Sanidad sin justificar las propuestas y sin aclarar cómo sería el Modelo de comportamiento del Sistema Sanitario con la nueva Ley y qué resultados generaría.
Respecto a la referencia al Modelo de Futuro de Gestión de la Salud elaborado por la Fundación Bamberg, parece que no se han leído el informe con el debido detenimiento y lanza aseveraciones sin la base de conocimiento que debería sostenerlas. Son fruto de una lectura por encima. La propuesta de Bamberg no es de cambios en el modelo actual si no que es un propuesta de un nuevo modelo y, como tal modelo, plantea un sistema completo y hay que entenderlo como tal, en el que, bajo el convencimiento que la salud de la población es un objetivo estratégico de primer nivel para un país, se resuelven los problemas que ahora existen de universalidad, financiación, cohesión, equidad, accesibilidad, calidad, eficiencia e innovación. Establece unas reglas de juego que hacen que, siempre que se cumplan, el sistema mantendrá sus cualidades.
La Ley General de Sanidad, en estos 25 años, no se desarrolló, estando aún vigente el antiguo Reglamento de la Seguridad Social. No hemos sido capaces de desarrollar la ley y su espíritu, con excepción de las Leyes de Cohesión y Calidad, tampoco desarrollada y de Autonomía del Paciente aprobadas ambas por consenso durante el mandato de Ana Pastor. Para que se cumplan los preceptos de una ley tiene que habilitarse un conjunto de reglamentos y órdenes administrativas que, de no producirse, relegan las leyes a meros actos declarativos. Tiene que haber voluntad de cumplirla y los gobiernos del Psoe no la han tenido.
Una nueva Ley General de Sanidad solo sería deseable una vez que se haya consensuado y decidido qué Modelo es el que se ha de seguir y cuáles serían los objetivos a alcanzar. Para eso la Fundación Bamberg expuso sus propuestas para debate en el informe que presentó el 25 de abril, fecha de su aniversario, y sigue trabajando para perfeccionarlo.
En el contexto actual, la Sanidad se ha convertido en un instrumento de poder por los Gobiernos de las Comunidades Autónomas y se ha desarrollado un movimiento centrífugo extremadamente acelerado en aras de desarrollar ese poder político y económico. La búsqueda del voto ha llevado a algunas Comunidades a inversiones no necesarias, inversiones de lujo e inversiones ineficientes, hoy difícilmente sostenibles.
Y esto nos ha llevado a una situación actual de falta de trasparencia de los resultados en salud, ineficiencias derivadas del pago por actividad desarrollada y no por los resultados de la actividad, de la burocratización de las organizaciones sanitarias y de la limitación de los gestores a la hora de gestionar el personal. El régimen funcionarial al que están sometidos los profesionales sanitarios y la burocracia administrativa que impide una gestión económica y financiera razonable, conllevan a una falta de eficiencia, de equidad y de productividad del Sistema. En España tenemos una medicina excelente, pero nos engañemos cuando decimos que tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, sobre todo ahora que nos damos cuenta de que, si no aumentamos sustancialmente su financiación, es insostenible.
Por ello tenemos que liberarnos de dogmatismos, de condicionantes y de partidismos y poner a trabajar la imaginación y el sentido común. Apretarnos el cinturón y ponernos a trabajar en colaboración para poder transformar este sistema en un sistema diferente que sea realmente equitativo y solidario entre todos los españoles, trasparente y eficiente, donde los ciudadanos puedan conocer y elegir libremente el centro y el médico que quiera que le atiendan y donde los profesionales se ilusionen por el trabajo que desarrollan, donde se establezcan condiciones para la continua innovación y mejora de la calidad y de los resultados, en un entorno de responsabilidad, de eficiencia y de sostenibilidad. Debemos crear el marco idóneo para que esto se desarrolle, sin excluir a nadie y sin despreciar ningún recurso, público o privado, aprovechando todas las oportunidades en aras de la salud de nuestros ciudadanos. Ante el sentido común no debe haber leyes que lo contradigan y será nuestro deber cambiarlas o hacer que se cambien.
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En el citado documento se expresan opiniones e inexactitudes respecto al Modelo de la Fundación Bamberg y en general, bajo un extenso preámbulo de más de cien páginas plagado de opiniones y consideraciones ideológicas, dedica solo nueve páginas a la propuesta de cambio de la Ley General de Sanidad sin justificar las propuestas y sin aclarar cómo sería el Modelo de comportamiento del Sistema Sanitario con la nueva Ley y qué resultados generaría.
Respecto a la referencia al Modelo de Futuro de Gestión de la Salud elaborado por la Fundación Bamberg, parece que no se han leído el informe con el debido detenimiento y lanza aseveraciones sin la base de conocimiento que debería sostenerlas. Son fruto de una lectura por encima. La propuesta de Bamberg no es de cambios en el modelo actual si no que es un propuesta de un nuevo modelo y, como tal modelo, plantea un sistema completo y hay que entenderlo como tal, en el que, bajo el convencimiento que la salud de la población es un objetivo estratégico de primer nivel para un país, se resuelven los problemas que ahora existen de universalidad, financiación, cohesión, equidad, accesibilidad, calidad, eficiencia e innovación. Establece unas reglas de juego que hacen que, siempre que se cumplan, el sistema mantendrá sus cualidades.
La Ley General de Sanidad, en estos 25 años, no se desarrolló, estando aún vigente el antiguo Reglamento de la Seguridad Social. No hemos sido capaces de desarrollar la ley y su espíritu, con excepción de las Leyes de Cohesión y Calidad, tampoco desarrollada y de Autonomía del Paciente aprobadas ambas por consenso durante el mandato de Ana Pastor. Para que se cumplan los preceptos de una ley tiene que habilitarse un conjunto de reglamentos y órdenes administrativas que, de no producirse, relegan las leyes a meros actos declarativos. Tiene que haber voluntad de cumplirla y los gobiernos del Psoe no la han tenido.
Una nueva Ley General de Sanidad solo sería deseable una vez que se haya consensuado y decidido qué Modelo es el que se ha de seguir y cuáles serían los objetivos a alcanzar. Para eso la Fundación Bamberg expuso sus propuestas para debate en el informe que presentó el 25 de abril, fecha de su aniversario, y sigue trabajando para perfeccionarlo.
En el contexto actual, la Sanidad se ha convertido en un instrumento de poder por los Gobiernos de las Comunidades Autónomas y se ha desarrollado un movimiento centrífugo extremadamente acelerado en aras de desarrollar ese poder político y económico. La búsqueda del voto ha llevado a algunas Comunidades a inversiones no necesarias, inversiones de lujo e inversiones ineficientes, hoy difícilmente sostenibles.
Y esto nos ha llevado a una situación actual de falta de trasparencia de los resultados en salud, ineficiencias derivadas del pago por actividad desarrollada y no por los resultados de la actividad, de la burocratización de las organizaciones sanitarias y de la limitación de los gestores a la hora de gestionar el personal. El régimen funcionarial al que están sometidos los profesionales sanitarios y la burocracia administrativa que impide una gestión económica y financiera razonable, conllevan a una falta de eficiencia, de equidad y de productividad del Sistema. En España tenemos una medicina excelente, pero nos engañemos cuando decimos que tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, sobre todo ahora que nos damos cuenta de que, si no aumentamos sustancialmente su financiación, es insostenible.
Por ello tenemos que liberarnos de dogmatismos, de condicionantes y de partidismos y poner a trabajar la imaginación y el sentido común. Apretarnos el cinturón y ponernos a trabajar en colaboración para poder transformar este sistema en un sistema diferente que sea realmente equitativo y solidario entre todos los españoles, trasparente y eficiente, donde los ciudadanos puedan conocer y elegir libremente el centro y el médico que quiera que le atiendan y donde los profesionales se ilusionen por el trabajo que desarrollan, donde se establezcan condiciones para la continua innovación y mejora de la calidad y de los resultados, en un entorno de responsabilidad, de eficiencia y de sostenibilidad. Debemos crear el marco idóneo para que esto se desarrolle, sin excluir a nadie y sin despreciar ningún recurso, público o privado, aprovechando todas las oportunidades en aras de la salud de nuestros ciudadanos. Ante el sentido común no debe haber leyes que lo contradigan y será nuestro deber cambiarlas o hacer que se cambien.
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