" Me voy a proponer que nadie me vuelva a preguntar eso". José Manuel Paredero, presidente de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP), resume de esta manera tan gráfica uno de los grandes retos de este colectivo, que no es otro que…
' Me voy a proponer que nadie me vuelva a preguntar eso'. José Manuel Paredero, presidente de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP), resume de esta manera tan gráfica uno de los grandes retos de este colectivo, que no es otro que darse a conocer principalmente al ciudadano, pero también incluso en el ámbito sanitario. Y es que, aunque evidentemente los profesionales saben de los farmacéuticos de Atención Primaria (FAP), no son pocos los que a la hora de la verdad no son capaces de definir cuáles son exactamente las funciones y competencias de estos facultativos pese a que cada vez están más presentes en los centros de salud y al importante papel que desempeñan.
¿Qué es lo que ocurre entonces para este cierto desconocimiento? “Es que hasta en mi propio entorno me preguntan qué es eso de farmacéutico de Atención Primaria”, incide Paredero, que aclara que “los profesionales sanitarios claro que nos conocen, pero nos queda mucho recorrido”. Hablamos de una especialidad que camina ya hacia la treintena de años con presencia en el Sistema Nacional de Salud (SNS), pero que hasta ahora –y salvo contadas excepciones– ha tenido escasa presencia clínica y solo mantiene un contacto directo con determinados profesionales. La situación la describe tirando de datos la presidenta de la Asociación de Farmacéuticos de Atención Primaria de Galicia (FAPSGAL), Mercedes Pereira: “En Galicia hay más de 7.000 médicos y más de 8.000 enfermeras, pero farmacéuticos de Atención Primaria somos 100”. Eso explica que pese a tener una de las mejores ratios nacionales, con uno cada 25.000 pacientes, “la mayoría no tiene relación directa con nosotros”.
“El farmacéutico de Atención Primaria es un profesional que lleva muchos años trabajando en el sistema y que ya está consolidado, tiene el respaldo de todo el trabajo hecho”, indica por su parte José Manuel Izquierdo, FAP y jefe del servicio de Farmacia de la Gerencia Asistencial de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. “No solo los ciudadanos, también los farmacéuticos de oficina de farmacia no saben muy bien a qué nos dedicamos”, reconoce, lo que también achaca (como Pereira) a que su número es muy reducido en comparación con el de profesionales de otros colectivos.
Hablar del farmacéutico de Atención Primaria es hacerlo de un profesional que, básicamente, está velando por que la seguridad de los fármacos que se prescriben en este nivel asistencial sea la adecuada y conforme a lo que necesita el paciente. Pero al margen “hacemos un montón de cosas más”, apostilla Paredero, como el control de los medicamentos y los productos sanitarios (apósitos, tiras reactivas…) que están en los centros de salud para garantizar que son los que deben ser y que están en las condiciones adecuadas, o hacer llegar la medicación de urgencia y garantizar el estocaje para urgencias. A esto se une la coordinación y participación en comisiones, grupos de trabajo y foros internos para abordar la utilización adecuada de los medicamentos, en la que estos profesionales aportan la lectura crítica de todas las novedades farmacoterapéuticas que están apareciendo y su respaldo científico, analizan cómo se están utilizando los fármacos en Atención Primaria y señalan hacia dónde caminan las tendencias.
“Uso efectivo, seguro y eficiente” del medicamento
“Es el profesional sanitario de referencia en la gestión de la prestación farmacéutica en la Atención Primaria del Sistema Sanitario Público”, apunta Ingrid Ferrer, FAP y técnico de apoyo del Servicio de Proyectos y Desarrollo de la Subdirección de Farmacia y Prestaciones de la Dirección General de Asistencia Sanitaria y Resultados en Salud del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Este papel de referencia es “tanto desde una perspectiva clínica centrada en el paciente y orientada al resultado en su salud, como desde una visión poblacional, capaz de garantizar políticas basadas en el conocimiento que permitan el uso efectivo, seguro, eficiente y coordinado de los recursos terapéuticos”.
“Garantizamos la consistencia en la seguridad en el uso de los medicamentos, los FAP trabajamos en estrecha colaboración con los médicos y les asesoramos, damos formación a profesionales y pacientes, resolvemos dudas ciudadanas y elaboramos documentos que necesitan los profesionales”, enumera por su parte José Manuel Izquierdo, que añade también cuestiones como el seguimiento de los indicadores de prescripción, que se mantengan las líneas estratégicas de la organización, la investigación y el manejo de información.
“Venimos a ser como el Pepito Grillo farmacéutico del sistema”, esgrime como metáfora José Manuel Paredero, que abunda en que “una de las cosas que no hacemos es rehuir un debate científico que enriquece a los equipos”. “Somos un colectivo que ha hecho mucha formación e información”, subraya, lo que no deja de ser una garantía porque “a veces la formación de los profesionales de salud no la hace la administración sanitaria y queda en manos de terceros que tienen sus propios intereses en colocar sus mensajes”. Esto se traduce en que “nos hemos ganado cierto prestigio entre colegas porque aportamos una visión alejada de cualquier interés comercial”, un reconocimiento conseguido a pulso pese al déficit clínico del colectivo, que es otra de las cuestiones a mejorar. “Los pacientes tienen que saber que estamos detrás de muchas de las cuestiones que ocurren con su historia farmacoterapéutica”, una tarea que se desarrolla “trabajando entre bastidores” porque los farmacéuticos de Atención Primaria “no estamos presentes en los centros de salud como nos gustaría”.
“El perfil está cambiando y cada vez está más asociado a una perspectiva más clínica”, afirma José Manuel Izquierdo, que apunta también la aportación “fundamental” en la mejora de la seguridad en el uso de los medicamentos gracias a la revisión de los tratamientos “en estrecha colaboración con los médicos”. En cambio, desde Galicia se aporta una perspectiva distinta, ya que “trabajamos desde el principio en los centros de salud, como en el modelo anglosajón”, apunta Mercedes Pereira, que resalta las virtudes de esta estructura frente a la que se ha venido aplicando en otras comunidades autónomas, que se basa en atribuir a estos profesionales unas funciones “más administrativas y centradas en indicadores”. “En Galicia trabajamos como clínicos: apoyamos a la enfermera, vemos con la trabajadora social el entorno socioeconómico del paciente, aseguramos que la medicación sea correcta con la Farmacia Comunitaria y ellos hacen la atención y el consejo farmacéutico…”.
En Andalucía, por su parte, los FAP realizan su labor desde los distritos en los que se integran. “Actualmente, el interlocutor principal son los médicos de Atención Primaria pero también el resto de profesionales (enfermeros, psicólogos, fisioterapeutas, auxiliares, trabajadores sociales…) y de gestión, con los que forma parte de los equipos multidisciplinares de Atención Primaria”, explica Ingrid Ferrer. Con estos profesionales se “interactúa participativamente en cuantas actividades se hacen para la mejora del uso de los medicamentos y gestión de recursos en general”.
“La tendencia es incrementar el número de FAP y aumentar sus competencias”, añade Juan Manuel Izquierdo, que aporta otra cuestión clave: “Esto debe ir acompañado de una formación específica que llevamos años reivindicando, porque ahora se realiza cuando llegas al puesto de trabajo”. Y es que los farmacéuticos de Atención Primaria carecen todavía de una formación especializada reglada, ordenada y homogeneizada de la profesión. Hablamos de la que históricamente es la gran reivindicación de este colectivo, un objetivo en el que llevan trabajando muchos años y que ha sufrido diferentes avatares que mantienen a estos profesionales, según su denuncia, como los únicos del SNS que carecen no solo de una especialidad reconocida, sino que también se ajuste a lo que requiere su puesto de trabajo.
Especialidad junto a Farmacia Hospitalaria
El Ministerio de Sanidad ya ha indicado el camino para conseguir esa meta, que no es otro que una especialidad conjunta con Farmacia Hospitalaria. Los plazos y el procedimiento ya están marcados, por lo que se trabaja en las vías legales para dar forma a lo largo de 2024 a un programa que incluya la especialidad y el trayecto formativo para que cristalice en 2025. Plasmar esto en una realidad facilitará una homogenización en la cartera de servicios y en las competencias profesionales, que al carecer de un patrón reglado son distintas en función de la comunidad autónoma de turno. Esto, a su vez, puede traducirse en que el paciente tenga acceso o no al FAP en función del territorio en el que viva, lo que genera inequidad en salud y falta de igualdad entre la ciudadanía.
Esas diferencias en el Sistema Nacional de Salud son especialmente patentes si se tiene en cuenta la ratio de pacientes, que debería oscilar entre los 20.000 y 25.000 por cada profesional para garantizar un servicio correcto, lo que choca con la realidad de que hay comunidades en la que esta cifra se dispara a casi 300.000 pacientes por cada FAP. “Esto solo permite hacer cosas a bulto, determinar las cuestiones sobre las que actuar y hacer programas, pero impide acercarse al paciente”, lamenta el presidente de la SEFAP, que asegura que “no estamos en las ratios ideales salvo excepciones, y eso que hay muchas comunidades autónomas que están aumentando las plantillas porque están viendo que es un servicio rentable”. El escaso número actual de profesionales en muchas regiones españolas propicia que estén ubicados en gerencias y en servicios centrales, desde donde mandan indicaciones y proponen programas, pero no tienen un contacto directo con el paciente.
“En Andalucía se ha instituido el Diploma de Especialización en Farmacia Clínica y Gestión en Atención Primaria, que desde 2021 se realiza en colaboración con la Escuela Andaluza de Salud Pública y la Universidad de Granada”, explica por su parte Ingrid Ferrer. Este diploma capacita para el desarrollo profesional de los FAP, y en sus dos ediciones se han formado más de 60 farmacéuticos, principalmente de Andalucía, aunque también de todo el ámbito nacional. Una muestra de lo que este colectivo puede aportar al sistema es que los FAP están impulsando el desarrollo de la campaña educativa para la población andaluza BenzoStopJuntos ‘Vivir sin tranquilizantes es posible’ en Atención Primaria, centrada en combatir el uso crónico de benzodiacepinas y para lo que se cuenta con la colaboración del Consejo Andaluz de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CACOF).
“Somos los únicos facultativos del SNS que no tienen una especialidad reconocida y acorde a los requisitos que demanda su puesto de trabajo”, reitera José Manuel Paredero, para quien el camino ahora abierto es “factible”. Eso sí, uno de los requisitos imperativos para el colectivo es el reconocimiento de los profesionales que ahora mismo trabajan sin formación, ya que “son los que han hecho el actual nicho de conocimiento”. En esta línea, se están barajando “soluciones aceptables” encaminadas a “reconocerlos de forma tácita a través de habilitación profesional”.
Más competencias
Conectada con la formación camina en paralelo la reivindicación de un aumento de las actuales competencias. “Podemos acceder a la historia clínica pero en muchos casos no podemos escribir”, detalla Paredero, “cuando vemos problemas graves hay muchas ocasiones en que lo único que podemos hacer es notificar pero no actuar”. Y eso –reitera– que “tenemos capacidad suficiente para actuar y hacer cosas”, por eso saca a relucir que a Enfermería se le han reconocido ciertas competencias en relación con los medicamentos para los tratamientos de hipertensión y diabetes. Esto provocó en su momento un recurso del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, solicitando una revisión de las guías de indicación enfermera “para evitar conflictos de intereses”. La normativa, admite, no está exenta de cierta lógica, pero lo cierto es que “han conseguido antes estas competencias que nosotros, que somos los mejor posicionados en relación con los medicamentos”.
“El FAP, como experto en los medicamentos, puede y debe participar en la atención sin menoscabo alguno de las competencias que la normativa vigente otorga al personal médico en el diagnóstico y tratamiento”, indica Ingrid Ferrer desde Andalucía. “Son múltiples las tareas que puede asumir”, añade, a la vez que aporta una relación de funciones que no es precisamente pequeña: la conciliación de los tratamientos en las transiciones asistenciales, la revisión de los mismos evitando posibles errores, la validación de su continuidad, la mejora de la información ofrecida al paciente y por ende de su adherencia, la información sobre su uso correcto, la resolución de dudas que plantean pacientes y cuidadores, la coordinación entre distintos prescriptores, etc. “Este trabajo colaborativo puede ayudar a reducir el volumen de actividad de los profesionales médicos”, resume.
El colectivo insiste en que tiene capacidad para ayudar en muchas cuestiones, ya que cuenta con una cartera de servicios propia que puede ayudar a liberar al personal médico de mucha carga y siempre sobre la base de que el objetivo no es arrebatarle funciones. Eso sí, se reivindica un contacto directo con el paciente y consultas de al menos diez minutos para abordar su revisión sobre todo cuando se trata de polimedicados. En estos casos el farmacéutico de Atención Primaria, gracias a los completos datos que maneja gracias a la explotación de los servicios de información derivados de la prescripción, puede identificar a pacientes que están en riesgo por modificaciones en su medicación tras ser atendidos en otros centros o en el ámbito hospitalario.
“Cada vez desempeñamos un papel más importante en la revisión y evaluación de resultados de los medicamentos, sobre todo en pacientes polimedicados o con patologías crónicas”, destaca el presidente de la SEFAP, que no en vano recuerda que “somos un colectivo especialista en medicamentos: reivindicamos que se pongan las herramientas y cambios normativos para que el farmacéutico de Atención Primaria pueda modificar un tratamiento en casos graves o de duplicidad, informando a continuación al médico”. A su juicio, “el futuro de la adecuación de los tratamientos no necesitará el visto bueno previo de los médicos”, de ahí su petición de disfrutar de “más autonomía” sobre todo cuando ya goza de ella el colectivo de Enfermería. “Resulta chocante que los farmacéuticos no podamos hacerlo cuando somos los que tenemos el conocimiento”, repite.
Un perfil profesional rentable
Y hablando de futuro, éste pasa por que estos farmacéuticos cada vez asuman más funciones clínicas y estén más cerca de los equipos de Atención Primaria para transmitir el conocimiento de su continua investigación. De hecho, desde el colectivo se subraya que hay numerosos estudios que demuestran que su actuación es rentable y evita muchísimos problemas, por lo que considera que su figura es indispensable para el sistema. Esto se traduce en que, más allá del referente que es Galicia, comunidades como Andalucía, País Vasco, Cataluña, Valencia o Madrid estén apostando por aumentar las plantillas existentes y darles un papel más relevante.
¿Y hacia qué otros derroteros camina el papel del farmacéutico de Atención Primaria? Pues hacia todo lo relacionado con la investigación, la vigilancia de la seguridad, los medicamentos biosimilares y el control de los cada vez más numerosos pacientes polimedicados, fruto no solo de una mayor esperanza de vida sino también de una sociedad cada vez más cargada de fármacos. “Parece que con los años hay que coger kilos y medicamentos, hay que romper ese círculo y llegar a un ideal de vejez sin tomar un solo medicamento”, reflexiona José Manuel Paredero, para quien esto “sería un signo de buena salud, de que esa persona se ha cuidado y de que le han explicado las cosas”. “Hay un medicamento para cada situación de la vida”, apunta, pero siempre con la convicción de que “no todo tienen que ser medicamentos”. Ahí juegan un papel fundamental unos profesionales a los que “no nos va nada en que se recete porque no somos la industria y no tenemos intereses”.
“Todo medicamento cuando es necesario está cumpliendo una función, pero si no se utiliza adecuadamente o no cumple su papel inicial se convierte en un lastre que hace daño a la salud”, de ahí que anime a “tomar las riendas de nuestra salud como pacientes”. Para ello es clave la investigación independiente, que es tan costosa como necesaria, y que de paso abre una importante vía de colaboración con médicos y personal de Enfermería.
“La tecnología sanitaria que más se usa en salud es el medicamento”, afirma desde Galicia Mercedes Pereira, que aporta el dato de que el nueve por ciento de las visitas a urgencias se deben a cuestiones provocadas por la medicación, “algo que los FAP podríamos evitar”. Para ello, eso sí, habría que darle un giro a la actual situación, ya que “trabajamos de forma retrospectiva, cuando el médico ya recetó, lo mejor sería poder hacerlo de manera prospectiva”. “El médico decide el tratamiento”, aclara, pero habría que mejorar la relación para que el FAP aporte sus conocimientos y así “colaborar a la hora de elegir por ejemplo si es mejor un tipo de hipertensivo u otro, nosotros no podemos prescribir pero sí asesorar. Y hay muchos médicos que en Galicia nos mandan pacientes a la consulta para que hablemos con ellos”.
Pereira recuerda que en el modelo anglosajón (Reino Unido, Irlanda, Australia, Canadá…) el farmacéutico hace la prescripción tras el diagnóstico del médico, un camino que –está convencida– acabará por recorrerse en nuestro sistema: “Países que ya han pasado por la situación de falta de médicos”, insiste, “van imponiendo que de las recetas se encarguen los farmacéuticos, el futuro pasa por la gestión de la consulta programada para que sea el farmacéutico el que renueve las recetas”. “Habría que seguir avanzando en la ampliación de funciones hacia una labor más directa en la atención a los pacientes que supondría, sin duda, un gran aporte de valor a la atención sanitaria de los ciudadanos”, señala por su parte Ingrid Ferrer, para quien “es también crucial prestar asistencia cercana a los residentes de los centros sociosanitarios, población particularmente necesitada de atención farmacéutica”.
Mucho margen de mejora
“Queremos hacer el trabajo para el que estamos más capacitados, no reivindicamos actuaciones de otros profesionales”, repite José Manuel Paredero, para quien la labor de los FAP consiste en última instancia en “dar seguridad al paciente y al sistema porque hace falta una lectura crítica de los medicamentos que ponga las cosas en su sitio”. “Tenemos todavía mucho margen de maniobra, podemos aportar mucho más al sistema”, coincide Pereira, mientras que Ingrid Ferrer indica que “Andalucía apuesta por actividades encaminadas a mejorar la seguridad en el uso de los fármacos siendo lideradas por los FAP en Atención Primaria”. En este sentido, los FAP realizan revisiones farmacoterapéuticas individualizadas y asesoran a los médicos andaluces en un programa de polimedicados cuyo objetivo es evitar la politerapia farmacológica en aquellas situaciones clínicas en las que, la propia progresión del paciente, hace cambiar el balance del beneficio y riesgo de los medicamentos en los pacientes.
“Los tratamientos hay que revisarlos porque siempre se ven los motivos para iniciarlos, pero luego en muchas ocasiones nadie se para a analizar si hay que quitarlos, o si se producen interacciones o falta de adherencia, todo eso lo hacemos los FAP”, destaca José Manuel Izquierdo. “Añadir medicamentos se hace con mucha facilidad, pero retirarlos es misión imposible”, coincide José Manuel Paredero, que explica que “los propios pacientes no se fían y hace falta el respaldo de un informe para el profesional porque, en última instancia, el medicamento que no beneficia está perjudicando”. “Esto es malo para el paciente y para el sistema”, apostilla, a la vez que incide en que “podemos aportar mucho más de lo que estamos haciendo y estamos convencidos de que el futuro pasa por nuestra mayor participación, porque somos rentables para el sistema”. Una idea que resume Mercedes Pereira al subrayar que en no pocos casos “estamos ahí a medio gas: en cualquier empresa no nos tendrían así sino aprovechando al máximo todo nuestro potencial”.
Una ampliación de competencias en Galicia que ha tumbado el Supremo
Los farmacéuticos de Atención Primaria aseguran que tienen la capacidad suficiente para asumir nuevas competencias que, en paralelo, le resten carga de trabajo a los médicos. Esta senda se empezó a recorrer en Galicia, pero la iniciativa derivó en una denuncia del Consello Galego de Colexios Médicos, al que acabó dando la razón el Tribunal Supremo para dar al traste con esta opción.
La cuestión arrancó en plena pandemia, cuando el Servizo Galego de Saúde (Sergas) aprobó en octubre del 2021 una instrucción que permitía a los farmacéuticos de Atención Primaria decidir si continuaba o no el tratamiento de pacientes crónicos “en circunstancias especiales”. Además, y en determinados casos de carga asistencial, se podía derivar a los FAP a pacientes que habían solicitado una consulta con el médico para renovar su tratamiento.
Los facultativos entendieron esta instrucción como una invasión de competencias que, a su juicio, “vulneraba” la seguridad de los pacientes y “entorpecía” la función del facultativo. Pese a ello, se mantenía al médico como responsable legal en caso de problemas, ya que la propia ley le confiere la función de único prescriptor.
El Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) dio la razón al Consello de Colexios Médicos, que solicitó (y consiguió) el cumplimiento de la sentencia de forma cautelar ante la intención del Sergas de ejecutar esta instrucción hasta que la sentencia fuese firme. El TSXG consideró que se invadían competencias exclusivas de los médicos, vulnerando la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias y la Ley de Ordenación Farmacéutica de Galicia. “Es al médico a quien le corresponde pautar la iniciación, la continuación y la finalización del tratamiento”, se estipulaba.
Esta interpretación ha sido ahora recientemente avalada en su totalidad por el Tribunal Supremo, que desestimaba así el recurso que el Sergas interpuso contra la sentencia del TSXG. El alto tribunal, que con su fallo hacía firme la primera decisión judicial, subrayaba además que esta medida de la administración sanitaria gallega tenía vocación de permanencia y negaba así que fuese para paliar problemas temporales provocados por la pandemia.
“Poca visión de futuro”
“Es verdad que esto no lo reconoce la ley, pero los pacientes nos siguen llamando a nosotros para que les hagamos la receta”, señala la presidenta de la Asociación de Farmacéuticos de Atención Primaria de Galicia (FAPSGAL), Mercedes Pereira, quien incide en la “experiencia positiva” del ciudadano durante el tiempo que se estuvo aplicando esta medida. Además de recordar que eran tratamientos prescritos por los facultativos, considera que la labor que desarrollaban los FAP era “garantía de calidad y un desahogo para el médico”.
Anteponiendo su respeto por la sentencia, Pereira apunta que lo que hace es avalar lo que dice una normativa “anticuada y con poca visión de futuro”. “Es una cuestión legal que hay que acatar, pero no sé cuál es la alternativa”, señalando en este sentido que “las acciones humanas van por delante de la ley” y que la decisión judicial “ha supuesto un retroceso para unos pacientes que estaban contentos”.
Programa ATENTO en Madrid: hasta un 65 por ciento de dudas resueltas directamente
La Comunidad de Madrid puso en marcha en diciembre de 2021 el programa ATENTO (Atención Telefónica por el Farmacéutico), una iniciativa gracias a la cual los farmacéuticos de Atención Primaria resuelven telefónicamente las dudas de los pacientes sobre medicamentos. El balance de 2022, el primer año completo en el que se desarrolló, puso de manifiesto que estos profesionales asumieron 17.600 consultas y en el 65 por ciento de los casos resolvieron la duda directamente.
El programa nació bajo el paraguas de la reorganización asistencial de los centros de salud madrileños, con el objetivo de agilizar la resolución de problemas sanitarios con el profesional más adecuado y adecuar las consultas. Una vez que el paciente contacta, los profesionales de la Unidad de Atención al Usuario conciertan una cita telefónica con el farmacéutico de Atención Primaria, que en las dos terceras partes de los casos los resuelven directamente. En el resto se precisa una actuación complementaria por parte de otros especialistas, como cambios en la receta electrónica o una valoración clínica médica.
En cuanto a las dudas planteadas, las principales estuvieron relacionadas con la toma de fármacos (44 por ciento), seguida de los problemas para la adquisición de medicamentos (13 por ciento) y cuestiones relacionadas con productos no dispensables (12 por ciento). La edad media de los usuarios es de 62 años, con un 64 por ciento de mujeres.
“Las encuestas de satisfacción señalan que los resultados son muy buenos, los pacientes aceptan muy bien las recomendaciones de los farmacéuticos de Atención Primaria”, resalta José Manuel Izquierdo, jefe del servicio de Farmacia de la Gerencia Asistencial de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. La iniciativa surge en un momento de reestructuración de la Atención Primaria madrileña en el que se decide qué profesionales son los más indicados para atender a la ciudadanía, y en el caso de los medicamentos los encargados de la tarea han sido los farmacéuticos de Atención Primaria.