El consumo habitual de ácidos grasos omega-3 de cadena larga EPA y DHA disminuye el riesgo de muerte súbita y previene las arritmias, según se desprende de una puesta al día de diferentes investigaciones científicas, publicada en European Journal of Clinical Nutrition (EJCN). Según este trabajo, es recomendable incrementar la ingesta de ácidos grasos omega-3, especialmente los procedentes del pescado azul, como una forma de mejorar la salud de la población de forma simple y segura.
El Dr. Pedro Mata, director de la Unidad de Lípidos de la Fundación Jiménez Díaz, y la Dra. Rosa Ortega, profesora del Departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, autores del trabajo publicado en European Journal of Clinical Nutrition (EJCN), describen que el consumo regular de ácidos grasos omega-3, especialmente los ácidos grasos de cadena larga eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA), presentes en el pescado azul o en alimentos enriquecidos con sustancias provenientes de éste, disminuye el riesgo de muerte súbita.
Según esta trabajo, que supone una puesta al día de varias investigaciones científicas, y que fue presentado en el V Congreso de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), existen numerosas evidencias científicas que constatan la reducción del riesgo de muerte súbita asociada a la ingesta de ácidos grasos omega-3.
En concreto, según este trabajo, uno de los efectos de los ácidos grasos omega-3 de cadena larga EPA y DHA es la prevención de las arritmias. Ambos especialistas coinciden en que existen datos experimentales que sugieren que los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 de cadena larga EPA y DHA, que se encuentran en el pescado azul, tienen propiedades antiarrítmicas, especialmente en pacientes infartados, con lo que se disminuye el riesgo de muerte súbita.
Se estima que muchas de las muertes por causa coronaria son consecuencia de la inestabilidad eléctrica del músculo de miocardio que genera un paro cardiaco (o fibrilación ventricular). Las propiedades antiarrítmicas de los omega-3 se deben, precisamente, a la capacidad de estos ácidos grasos para estabilizar la contracción de la célula muscular cardiaca.
En cuanto a otra de las variables de riesgo cardiovascular, la isquemia coronaria (disminución progresiva del flujo sanguíneo), también se observó que este proceso era menos frecuente entre los sujetos que comían habitualmente pescado azul. Otro de los mecanismos que contribuyen a la disminución de la enfermedad cardiovascular se debe a la capacidad de los omega-3 para reducir la formación de trombos. Estos ácidos grasos contribuyen a la disminución de la agregación plaquetaria que se produce en los vasos sanguíneos y mejoran la función endotelial o capacidad vasodilatadora.
De hecho, los expertos en nutrición coinciden en señalar la conveniencia de incrementar el consumo de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (EPA y DHA) en la dieta, porque el organismo no puede fabricarlos por sí mismo. Si bien la dosis óptima de omega-3 continúa siendo objeto de estudio, para prevenir la enfermedad cardiovascular existe un consenso en establecer como consumo diario de estos ácidos grasos entre 1 a 1,5 g/día, que puede provenir de la dieta, aumentando el consumo de pescado azul o del aporte de alimentos enriquecidos.