La congestión nasal está considerada como uno de los síntomas más frecuentes en los procesos agudos que afectan al tracto respiratorio superior. Ya en un número anterior EL PERIÓDICO DE LA FARMACIA señalaba el hecho de que está muy difundida entre la población la creencia de que la congestión nasal se debe al exceso de mucosidad espesa alojada en las fosas nasales; la realidad es que su origen puede responder a múltiples factores: resfriados, gripes, alergias, infecciones, exposición a irritantes como olores fuertes o el humo de los cigarrillos, etc. También elementos como el calor, frío, estrés o el ejercicio físico son capaces de alterar los numerosos vasos sanguíneos y mucosas que recubren el interior de la nariz. El contenido sanguíneo determina el estado de la mucosa nasal. Si los vasos están llenos de sangre, la nariz se congestiona, y viceversa; si están vacíos, la nariz se descongestiona. Por sí sola la congestión nasal no es más que una molestia que desaparece en unos días, pero en algunos casos puede interferir con la audición y el desarrollo del habla. Una fuerte congestión puede agravarse durante la noche e interferir con el sueño, causar ronquera y estar asociada con episodios de falta de respiración (apnea del sueño). Al adoptar una misma posición en la cama durante mucho tiempo, se produce una acumulación de secreciones que producen tos y aumentan la sensación de ahogo y malestar.
¿Alergia o resfriado?
Cuando por una u otra razón las fosas nasales se obstruyen -sensación de nariz tapada- la calidad de vida del afectado se resiente, pues, entre otros trastornos, se presentan dificultades para respirar, para conciliar el sueño, se altera la audición, surgen estornudos y lagrimeo, se enrojecen los ojos, la voz se distorsiona, e incluso aparecen fiebre, dolores musculares, de garganta y de cabeza. En principio, este cuadro inicial parece propio de un fuerte catarro, y de hecho casi siempre se le confunde como tal, de ahí que ante estos síntomas inmediatamente los pacientes suelan procurarse medicamentos para ese fin. El problema reside en que detrás de la citada sintomatología lo que realmente puede haber es una alergia, y más concretamente una rinitis alérgica, en cuyo caso, de no mediar un oportuno tratamiento, el proceso puede complicarse con infecciones como sinusitis, que es terreno abonado para la proliferación de bacterias; si significa el comienzo de una rinitis alérgica, puede desembocar en asma. Por eso la visita al médico en estos casos es más que necesaria, pues sólo él puede dilucidar de qué se trata y cómo tratarla.
Respuesta exagerada
En la actualidad, las alergias figuran entre los trastornos respiratorios más frecuentes; afectan principalmente a los niños -sobre todo si existen antecedentes de alergia familiar o si la madre es fumadora-, se las relaciona con un gran porcentaje de casos de asma, y no hacen distinciones entre hombre y mujeres. Se estima que en España, donde la patología alérgica es heterogénea en cuanto a síntomas y causas debido a su diversidad climática, cerca del 25 por ciento de la población padece algún tipo de alergia, de la que la más frecuente es la alergia al polen. Los especialistas definen la alergia como una respuesta exagerada de nuestro organismo ante determinadas sustancias provenientes del exterior, sustancias que por ser capaces de provocar una reacción alérgica, pasan a llamarse alergenos. Éstos últimos son numerosos y se encuentran en lugares como el aire que respiramos, en algunos medicamentos, alimentos, cosméticos, productos industriales, etc. Así, entre los más importantes alergenos podemos citar a los pólenes de plantas, el polvo de las casas, hongos, pelo de animales, pescados, huevos, frutos secos, penicilinas, aspirinas, picaduras de insectos, etc.
Descongestionantes
Para aliviar la congestión nasal el medio más adecuado son los descongestionantes, pues tienen propiedades para producir una vasoconstricción que redistribuye el flujo sanguíneo y reduce el edema de la mucosa nasal. Los descongestionantes pueden usarse por vía tópica (nasal) o sistémica (oral). Son muy útiles los sprays de agua de mar, arrastran el exceso de mucosidad y alivian la inflamación de las mucosas. En este punto es conveniente recabar el consejo del farmacéutico para el uso de los descongestivos, de cara a evitar la congestión de rebote.