El cáncer de testículo representa el 1 por ciento de las neoplasias malignas masculinas y el 5 por ciento de todos los tumores urológicos, con 3-10 nuevos casos por cada 100.000 hombres/año en los países occidentales. El tipo histológico predominante corresponde a los tumores de células germinales, entre el 90 y el 95 por ciento, con dos grupos principales: seminomas y tumores de células germinales no seminomatosos.
En los últimos años se ha visto que su incidencia ha aumentado, hecho refrendado por los datos del programa estadounidense SEER (Surveillance Epidemiology and End Results) que desde 1992 hasta 2011 mostraron un aumento continuo del riesgo de padecer seminoma entre los hombres de raza caucásica en Estados Unidos. Y es que el cáncer testicular es el tumor maligno más frecuente entre los hombres de 15 a 35 años, con una máxima incidencia en la tercera década de la vida, en el caso de los tumores germinales no seminomatosos, y en la cuarta década para el resto.
En cuanto al pronóstico, se puede decir que estos tumores tienen un buen pronóstico. Antes de la introducción de la quimioterapia con cisplatino a mediados de la década de los 70, el cáncer testicular era el responsable del 11,4 por ciento de las muertes por cáncer en el grupo de edad entre 25 y 34 años. Con estas pautas, es esperable una supervivencia del 95 por ciento en estadios precoces, porcentaje que baja a entre el 70 y el 80 por ciento en los casos de estadios avanzados.
Fertilidad
No obstante, es importante destacar el impacto que pueden tener tanto el tumor como sus tratamientos (quirúrgico, quimioterápico y/o radioterápico) sobre la fertilidad, la eyaculación, la aparición de segundas neoplasias sólidas, leucemia mieloide aguda, el mayor riesgo de muerte por infecciones, la toxicidad pulmonar (fibrosis), la toxicidad cardiovascular, la neurotoxicidad, la ototoxicidad, la nefrotoxicidad, el hipogonadismo, la fatiga crónica y, en definitiva, la calidad de vida del paciente.
El esquema del abordaje terapéutico sigue esta línea de actuación. En primer lugar, se realiza una orquiectomía radical por vía inguinal. Tras el estudio anatomopatológico de la muestra, se llevan a cabo pruebas de imagen, fundamentalmente TC, y los análisis de marcadores tumorales pre y postoperatorios, para complementar la estadificación. Así, el tratamiento dependerá del estadio. Cuando se trata de un seminoma estadio I, el tratamiento se adapta al riesgo (factores de riesgo: tamaño tumoral >4 cm e invasión de rete testis). Se empieza por vigilancia y a continuación quimioterapia adyuvante con un ciclo carboplatino. Para el tumor germinal no seminomatoso estadio I, se tiene en cuenta el factor de riesgo, invasión vascular, y se establece vigilancia, un ciclo de BEP y linfadenectomía retroperitoneal. Para el seminoma estadio IIA/B, se administra radioterapia de 30 Gy y tres ciclos de BEP o cuatro de EP.
En cuanto al manejo del tumor germinal no seminoma estadio II A/B con marcadores positivos, se administran tres ciclos BEP y si los marcadores son negativos se lleva a cabo una linfadenectomia retroperitoneal con seguimiento y/o do ciclos BEP posteriores o un seguimiento con/sin tres ciclos BEP o linfadenectomía retroperitoneal posterior. Cuando la enfermedad es metastásica, es decir, estadios IIC y III, se administran diferentes pautas de quimioterapia y ante recidiva y/o progresión se precisarán uno o varios tratamientos diferentes (quimioterápicos, radioterápicos y/o quirúrgicos) dependiendo del tipo tumoral y su localización.
También hay que tener en cuenta la cirugía de masa residual para los casos avanzados, donde se negativizan los marcadores, pero queda masa retroperitoneal.
Resultados
La supervivencia de los seminomas estadio I es buena, ya que se curan prácticamente con la orquiectomía y en caso que aparezcan adenopatías son muy sensibles a la radioterapia retroperitoneal, alcanzando curaciones de más del 90 por ciento y en los seminomas avanzados con la quimioterapia se logran curaciones del 85 por ciento.
Por su parte en los tumores no seminomatosos en estadio I, la supervivencia es del 98 por ciento, incluso sin quimioterapia adyuvante, mientras que en los tumores no seminomatosos con criterios de buen pronóstico, después de quimioterapia, supervivencia es del 92 por ciento. Y los no seminomatosos con criterios de mal pronóstico supervivencia entre el 30 y el 75 por ciento, con dos o más factores de mal pronóstico.
En la elaboración de este artículo han participado los doctores José Ángel Amo García y José María Alonso Dorrego.
El correcto abordaje del cáncer de testículo mejora su pronóstico y supervivencia

Redacción
11 de mayo 2017. 6:38 pm