Hace varias décadas hubiera resultado anecdótico, incluso llamativo, ahondar sobre los derechos de los médicos en la relación clínica. Sin embargo, los cambios producidos en un relativamente corto espacio de tiempo han situado el tema en uno de los de mayor auge a tratar entre la profesión médica. Todo ello porque la nueva relación clínica está obligando al médico a transitar el camino de una profunda variación cultural, que desde el antiguo paternalismo pasando por el consentimiento informado, observa en la autonomía del paciente el ejercicio de unos derechos. Derechos que está obligado a respetar y que han dejado de ser un simple desarrollo de códigos deontológicos autoconcedidos para seguir manteniendo unos privilegios profesionales, ya históricos.
La profesión médica se ve obligada también a redefinirse para no caer en un 'espectacular oficio médico', avalado por la extraordinaria tecnología disponible. El médico es hoy un profesional sanitario, profesa y da fe pública de unos valores y virtudes, necesita trabajar en equipo con una jerarquía de responsabilidades, tiene un salario más que honorarios y sus responsabilidades están recogidas en códigos y leyes de forma general y especial en muchos casos. Tanto es así, que precisa establecer protocolos de actuación clínica para marcar la 'lex artis', a la vez de no caer en una nueva patología, por otro lado emergente, que se denomina genéricamente 'Medicina defensiva', tal como apostilla el doctor Bandrés Moya, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Europea de Madrid.
Es por causa de los pacientes, de los enfermos, que existe la Medicina y han surgido médicos. Se trata de una afirmación sencilla que no conviene olvidar, por las importantes consecuencias que de ella se desprenden. Es verdad que también se podría decir lo mismo de otras profesiones que están en la misma línea de actividad que la sanitaria, aunque con diferentes matices. 'Por ejemplo, la de juez o la de abogado, ya que parece evidente que es la necesidad de establecer ámbitos de convivencia entre los humanos, que contribuyan a establecer la paz social, la que determina la existencia de las leyes y el surgimiento de dichos profesionales', tal como asegura Fernando Abellán, abogado en ejercicio, doctor por la Universidad Complutense de Madrid en Medicina Legal y Forense.
Abellán, junto al también abogado Javier Sánchez Caro, que pertenece al cuerpo superior de letrados de la Administración de la Seguridad Social, y en la actualidad dirige la Unidad de Bioética y orientación Sanitaria de la Comunidad de Madrid, son los autores de la monografía titulada 'Derechos del médico en la relación clínica', publicada dentro de la colección 'Bioética y Derecho Sanitario' y, presentada, recientemente, por la Fundación Salud 2000 en Madrid.
La tónica general que predomina en el ambiente laboral médico es que el facultativo ha perdido no sólo prestigio social sino también el respeto de los pacientes
La monografía realiza un recorrido exhaustivo por las distintas esferas de la actividad del médico para extraer de ellas el conjunto de derechos básicos del mismo. 'El nivel de desarrollo en los distintos ámbitos es distinto. Uno de los derechos que se va configurando con mayor presencia es el de la objeción de conciencia, puesto que el Tribunal Constitucional ha dictado algunas resoluciones avalándolo en el mundo médico', explica Fernando Abellán, mientras añade que 'los derechos necesitados de mayor desarrollo son, a su juicio, los relativos a la protección física de los profesionales en los centros sanitarios que es donde sufren más agresiones y desprecios. También es importante la protección frente a los accidentes biológicos'.
Nuevo rol médico
El rol del médico ha de ser analizado a través de una nueva perspectiva, la interdisciplinariedad. 'Hasta ahora, había un excesivo papel individualista del médico. En la actualidad, debido a la innovación tecnológica, al trabajo en equipo y a la interdisciplinariedad de las propias especialidades médicas y la enfermería, existe la necesidad de una actuación conjunta en beneficio del paciente', explica Javier Sánchez Caro.
'Los profesionales sanitarios no disponen de una ley propia que vele por sus derechos como sucede con los pacientes. cuando deben dirimir sus derechos tienen que hacerlo a través de las leyes generales, ya que los suyos no están recogidos en una norma específica, algo que están reivindicando desde algunos sectores de la profesión médica. Una ley que, por supuesto, no significa que tenga que ser frentista con respecto a la ley de Autonomía de los pacientes', recalca Fernando Abellán.
Este jurista considera que la figura el médico se encuentra actualmente muy desdibujada. 'Les falta el respaldo social y de la Administración sanitaria, y de esta última no sólo en el aspecto retributivo, sino también en otro tipo de apoyos que necesitan estos profesionales. De hecho, todas las opiniones pulsadas entre los facultativos españoles nos dicen que existe un amplio desencanto en el sector médico. Esto es preocupante, ya que a la postre puede ser perjudicial en la relación médico'paciente. Y es que cuando mejor esté el facultativo, cuanta más fortalezca tenga todo se desarrollará con más facilidad', insiste en señalar Abellán.
Objeción de conciencia
Los derechos reconocidos del paciente no han anulado los que de forma inherente corresponden al médico. Así, en la objeción de conciencia el médico contrapone su derecho al paciente, de tal modo que la solicitud de asistencia del enfermo es negada por el profesional argumentando razones primordialmente de carácter ético.
El ejercicio de este derecho por el médico objetor representa la máxima expresión de su derecho de autodeterminación en lo que aquí se llama un «pulso entre la obediencia a las leyes del Estado y la preservación de las ideas y convicciones personales». Si bien, la única sentencia del Tribunal Constitucional reconoció en 1985 su existencia en el caso del aborto, entroncándolo con la libertad ideológica y religiosa y a pesar de que no existía una normativa que lo regulara, Abellán y Sánchez Caro hacen notar con evidente oportunidad que cuestiones tan actuales como las suscitadas por la píldora postcoital, la reducción embrionaria o la llamada clonación terapéutica plantean «la misma problemática de fondo que el aborto».
El derecho a la salvaguardia del prestigio profesional se ilustra con una docena de casos que van desde el reparto de octavillas contra un médico, hasta la difusión por internet de sentencias sobre negligencias, pasando por distintos tipos de denuncias en prensa y radio. Parece evidente que las reclamaciones contra el profesional que responden al afán del paciente o de sus familiares de obtener una cuantía económica injustificada repercuten en la imagen y prestigio del facultativo.
Defensa de la imagen personal
y profesional
Sin embargo, ante esta intromisión ilegítima en la esfera personal y profesional del médico, los jueces han empezado a otorgar cierta protección para reivindicar el papel del facultativo como garante último de la asistencia al enfermo y poner coto a las reclamaciones basadas en meras intenciones de obtención de lucro.
El aumento de las agresiones tanto morales como físicas al profesional está favoreciendo la desconfianza del facultativo hacia el usuario
También hay ocasiones en las que el fin último de la reclamación de responsabilidad presentada por el paciente no es la búsqueda de una indemnización, sino desacreditar la imagen profesional del médico mediante la difusión de la demanda en los medios de comunicación 'lo que se ha dado en llamar pena de banquillo', y en esos casos los tribunales también están amparando al facultativo y defendiendo su derecho al honor cuando la publicación refiere negligencias falsas.
El aumento de agresiones tanto morales como físicas al profesional también está favoreciendo la desconfianza del facultativo hacia el paciente. La calificación judicial de los actos violentos como delito de atentado constituye otro ejemplo de que los tribunales no son impasibles ante ciertas conductas que, en último término, repercuten negativamente en la relación médico paciente y en resultado final de la asistencia prestada.
El ejercicio de la profesión médica requiere, como es conocido, unos elevados conocimientos y habilidades, que sólo pueden obtenerse a través de un complejo proceso de educación y formación. Pero estas características no son las únicas que sirven para delimitar a estos profesionales de otras personas que desarrollan diferentes trabajos. Hace falta el reconocimiento de la sociedad y para ello es imprescindible que antepongan al beneficio propio el servicio a la ciudadanía, mediante un complejo sistema de valores, confianza mutua, actitudes y comportamientos.
Deficiente atención de
las autoridades hacia los médicos
El jurista Sánchez Caro reconoce que, en los últimos 15 años, la figura del médico ha pasado de un modelo paternalista cuya autoridad raramente se discutía a ser «el último eslavón». Esto se ha producido como consecuencia del efecto pernicioso de la Ley de Autonomía del paciente». Entre las causas que han motivado esta situación, los autores de la monografía destacan la deficiente atención de las autoridades sanitarias hacia los facultativos y la corriente consumista de los derechos de la salud que nos invade en la sociedad actual y que los pacientes 'costean' con los profesionales.
Vivimos, además, inmersos en un entorno europeo en el que el ideario médico debe contemplar, inexorablemente, la existencia de sistemas sanitarios públicos, que garantizan un acceso equitativo a los recursos sanitarios y que parten de una financiación pública necesaria. Esto es, financiación pública y equidad en el acceso son las características de los sistemas públicos sanitarios en los que los médicos han de responsabilizarse de la atención correspondiente a las prestaciones con elevados estándares de calidad.
En la encrucijada vital en la que se encuentra actualmente la relación clínica, es necesario incorporar nuevos elementos para hacer frente a las nuevas exigencias, huyendo de cualquier corporativismo, mediante la implantación de medidas de autorregulación que puedan dar confianza a los ciudadanos y hagan más creíbles los fines y objetivos perseguidos por las organizaciones sanitarias. También es precisa la adaptación de los principios éticos tradicionales, contemplando nuevos aspectos que no se han tenido en cuenta, o casi nada, hasta el momento presente: la necesaria actuación en equipo. los compromisos del médico en la organización compleja en la que trabaja. la necesidad de encontrar procesos deliberativos adecuados que conduzcan a decisiones prudentes, olvidando planteamientos maximalistas, propios de un pasado que determinaba los criterios morales con perspectivas monolíticas. su incorporación a la gestión clínica eficiente y eficaz. el consenso en la utilización de guías clínicas o protocolos, la permanente actualización de los conocimientos en el camino de la excelencia y muchos más que aquí resultaría demasiado prolijo enumerar.
Se ha producido un cambio en la historia en la relación médico'paciente, ya que, en un principio, respondía a un ambiente de confidencialidad en el que era muy difícil la inclusión de otros factores personales, y, sin embargo, en los momentos presentes, tales características se difuminan, ya que, el ejercicio de la Medicina, aun sin perder su primitiva sustancia individual, se ha convertido en un hecho científico y exige la comparecencia en el acto terapéutico de toda una serie de profesionales como condición necesaria para el acto sanitario. Surge así lo que hoy en día conocemos como relaciones interprofesionales y trabajo en equipo.
Las nuevas exigencias del ideario médico han sido asumidas en España como consecuencia de la entrada en vigor de la Ley de Ordenación de las profesiones sanitarias. Se trata de un acontecimiento de gran importancia que construye, por primera vez en la historia legal de nuestro país, el concepto de profesión, regula los aspectos básicos de las profesiones sanitarias tituladas (entre ellas la médica), la estructura general de la formación de los profesionales y el desarrollo profesional de los mismos, establece su participación en la planificación y ordenación de las correspondientes profesiones y regula los registros que permiten hacer efectivos los derechos de los ciudadanos respecto a las prestaciones sanitarias.
Algunas opiniones apuntan a que la Administración debería hacerse cargo de recordar a la sociedad, además de sus derechos, los deberes que ha de cumplir al hacer uso de los servicios sanitarios
En este nuevo ambiente médico es un lugar común la afirmación de que se deben incorporar en el ejercicio profesional, además de los valores propios y nucleares de la competencia técnica, otros valores humanísticos, los de la confianza mutua, la autonomía, la deliberación con el paciente, la rendición de cuentas, el altruismo, la compasión, el compromiso de servicio, la autorregulación y la responsabilidad social.
Estatus jurídico específico
frente al desencanto médico
'Para solucionar el desencanto existente en la profesión médica, la Administración tiene que dotarles de herramientas y abrir vías de comunicación médico'paciente para que el facultativo vaya recuperando el prestigio perdido', asegura Fernando Abellán, quien va más allá al afirmar que 'muchos facultativos no ejercen todos sus derechos no tanto por dejación sino porque la desilusión ha llamado a su puerta'.
Para este doctor en Derecho, sería conveniente que la Administración sanitaria fuera valiente y se decidiera a plasmar en un futuro el estatus jurídico de los médicos, compatible con el de los pacientes, 'porque lo que no se busca es la confrontación con la corriente de autonomía del paciente'.
Existe una opinión generalizada sobre el importante vacío legal en cuanto a los derechos de los facultativos
En opinión de Javier Sánchez Caro, existe un importante vacío legal en torno a los derechos de los médicos. 'Así como una Ley recoge los derechos de los pacientes, no se ha llevado a cabo algo similar con respecto a los médicos. Cuando al paciente se le ha colocado en el centro de la relación clínica, no sería una cuestión menor que el médico siguiera manteniendo su reconocimiento social, cosa que ha desaparecido. Creo que sería una cuestión muy positiva', añade.
Los médicos perciben que han perdido no sólo el prestigio social de antaño, sino también el respeto de sus pacientes, 'y así no se puede ejercer el noble ejercicio de la Medicina. Los pacientes deben entender que, como a cualquier persona, al médico se le debe tener respeto, cosa que actualmente no existe', precisa y acusa Javier Sánchez Caro.
Este experto es de la opinión de que las actuaciones a seguir por la Administración sanitaria deben atajar estos comportamientos y 'recordar a la sociedad los derechos que puede ejercer pero también sus deberes. La sociedad tiene que garantizar el respeto al médico y el sistema debe defender los derechos de los pacientes. Son conceptos que no deben chocar, sino complementarse y por esto mismo hay que garantizarlos'.