Tras diez o quince años de estancamiento, los nuevos tratamientos para el linfoma de Hodgkin han sido cada vez mejores, dirigidos y más centrados en la fisiopatología de la enfermedad, lo que ha permitido curar a más pacientes. Pese a ello hay retos pendientes, como los problemas de acceso a esta innovación en España.
Esta es la primera idea que destacan Carmen Martínez, hematóloga en el Hospital Clínic de Barcelona, y Ramón García Sanz, jefe de servicio de Hematología del Hospital Gregorio Marañón y expresidente de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), en
una nueva Ventana de EMI sobre linfoma de Hodgkin, en colaboración con Takeda, centrada en el análisis del algoritmo terapéutico de la enfermedad.
Curar en recaída
La experta señala que gracias a la innovación, un alto porcentaje de casos se cura, aunque sigue existiendo un treinta por ciento de pacientes que, por diversos motivos, fracasa en los tratamientos en primera línea. Rescatar a estos pacientes ha sido el foco de los nuevos tratamientos.
“No sabemos aún por qué estos pacientes son no respondedores en primera línea. A veces es por una mayor carga tumoral en casos de enfermedad avanzada, que lo podemos predecir hasta cierto punto, otras veces son pacientes mayores o con muchas comorbilidades que no permiten utilizar con toda la intensidad los tratamientos”, reflexiona Ramón García Sanz. “Pero quedan muchos pacientes que la biología intrínseca a la célula tumoral resulta resistente”.
La buena noticia, como insiste Carmen Martínez es que “el algoritmo terapéutico ha cambiado y sigue cambiando” Por eso, ahora “es posible curar pacientes que hayan tenido varias recaídas con estas nuevas terapias”.
Un cambio de paradigma
Preguntados por cuáles han sido los puntos de inflexión en los cambios del algoritmo de tratamiento, más allá de los inicios de la quimioterapia y la extensión del trasplante autólogo, ambos expertos coinciden en señalar la aprobación de brentuximab vedotina como el cambio más significativo de los últimos años. Así, la hematóloga expone que para los pacientes no respondedores supuso un cambio radical, “con resultados nunca vistos”. Unos beneficios que posteriormente se ampliaron con la indicación de tratamiento de mantenimiento para pacientes con mal pronóstico tras el trasplante.
Estos nuevos tratamientos han conllevado también nuevos aprendizajes, especialmente en el manejo de diferentes efectos adversos a los conocidos. “El perfil de toxicidad de los nuevos fármacos es bueno y hemos aprendido a manejar los efectos secundarios específicos de los mismos; por ejemplo, la neuropatía periférica, que no suele ser grave y es reversible en la mayoría de los pacientes”, comentaba Carmen Martínez.
Por otra parte, respecto a los futuros cambios de paradigma, la hematóloga señalaba nuevas vías de investigación, aun en fases iniciales, que trabajan para mejorar la terapia de rescate, incluso “viendo la posibilidad de obviar el trasplante”. Es decir, un tratamiento que sirva de mantenimiento y prolongue la respuesta para evitar recaídas. Por el momento los resultados son prometedores.
Retos pendientes
En cuanto a retos pendientes para mejorar este algoritmo, Ramón García Sanz señalaba la necesidad de seguir avanzando en biomarcadores. “El mejor biomarcador que tenemos es el PET TAC, pero se está sumando al empleo de biopsia líquida, aunque esta metodología sigue siendo experimental”. Pese a ello, el experto señalaba que el conocimiento actual ya permite hacer una Medicina personalizada, porque los tratamientos y las dosis son totalmente ajustadas al perfil de los pacientes.
Así, el hematólogo insistía en que “hay margen de mejora en eficacia, para ello es necesario que los biomarcadores nos ayuden a identificar a esos pacientes en los que el tratamiento no es eficaz, aunque sean cada vez menos, en torno a un 5 o 10 por ciento”.
Otros márgenes de mejora pasan por conseguir que todas las estrategias se adapten para dar la menor toxicidad posible, especialmente en pacientes ancianos. En cuanto a los pacientes jóvenes, está el reto de evitar el problema de infertilidad.
Y en líneas generales, como mensaje final, queda la barrera de “conseguir que las autoridades sanitarias permitan que podamos utilizar todos estos fármacos en todos los pacientes que se puedan beneficiar de ellos. El único que sabe que paciente puede beneficiarse realmente de esos medicamentos es su médico”, concluía García Sanz.