Cuando volamos tan lejos
que cambiamos de franja
horaria y sufrimos un desajuste
de al menos seis horas con respecto
al lugar de origen, nuestro
ritmo corporal se altera y
nuestro cuerpo entra de repente
en un estado de intenso estrés
físico y psicológico. Es lo que se
conoce como jet lag.
Cansancio, somnolencia durante
el día y dificultad para dormir
de noche, cambios de estado
de ánimo, irritabilidad, falta
de concentración, dolor de cabeza,
indigestión, trastornos de la
función intestinal, malestar general
y reducción de las facultades
físicas y mentales son las molestias
que desvelan que lo que tenemos
es un jet lag. Nuestro 'reloj
fisiológico' necesita varios días,
entre cuatro y seis, para sincronizarse
con la nueva zona horaria.
No se impaciente, poco a poco
volverá a la normalidad y los síntomas
se desvanecerán. Si, en
cambio, estas molestias no desaparecen
ha de acudir al médico.
Factores en juego
Ni todas las personas sufren el
jet lag de la misma forma ni todos
los viajes traen tras de sí las
mismas consecuencias. Todo depende
de las características de
cada individuo, de si somos o no
'pasajeros frecuentes' y de la dirección
y la distancia en la que
se encuentre el lugar escogido
para disfrutar de las vacaciones.
Si para llegar a él hay que atravesar
pocos husos horarios o viajar
hacia el oeste la intensidad de
los síntomas será menor.
Al viajar hacia el este el día
se acorta, por lo que debemos
intentar levantarnos y acostarnos
antes de lo que acostumbramos
los días previos a coger el avión
y dormir poco durante la parte
del vuelo que hagamos de noche.
Así, tendremos sueño cuando
llegue la hora de ir a la cama
en nuestro destino. En cambio,
hacia el oeste los días se alargan
por lo que la aclimatación es
más fácil. Debemos acostarnos y
levantarnos más tarde durante
unos días antes y, al llegar a
nuestro destino, esperar a la noche
para acostarnos y no irnos a
dormir nada más llegar.
Existe una excepción para
todos los casos: cuando vamos a
estar fuera menos de 48 horas, lo
mejor es no adaptarnos y mantener
nuestro reloj fisiológico.
FUENTE: Ministerio de Sanidad y
Consumo.