Sus efectos son muy visibles
y sin embargo es una afección
muy poco conocida entre
la población. Estamos hablando
de la espondilitis anquilosante,
una enfermedad que
en nuestro país afecta a unas
200.000 personas, según datos
proporcionados por la Coordinadora
Española de Pacientes
con Espondilitis Anquilosante
(CEPEA).
Se trata de una enfermedad
inflamatoria crónica, reumática,
dolorosa y progresiva que afecta
principalmente a la columna
vertebral. Pero dado que se trata
de una enfermedad sistémica,
es decir, que afecta a otros
órganos del cuerpo, algunas
personas pueden sufrir también
fiebre, pérdida de apetito, fatiga
e, incluso, inflamación pulmonar.
Los pulmones pueden resentirse
al no tener espacio suficiente
para realizar con plenitud
la típica función de inspirar-expulsar
aire, ya que la enfermedad
disminuye la elasticidad del
tórax, por lo que además puede
resultar doloroso estornudar, toser
o bostezar.
Uno de los primeros problemas
que plantea esta enfermedad
es su difícil diagnóstico,
debido a que puede manifestarse
de muchas formas. Afecta
principalmente a personas jóvenes,
y éste es precisamente
el primer tropiezo para el diagnóstico,
pues tanto el paciente
como el propio médico tienden
a asociar el dolor articular
con otros trastornos menores,
lo que en parte explica la tardanza
en deducir que se trata
de una espondilitis y derivar el
caso a un especialista. Esta circunstancia
explica por qué el
diagnóstico llega a retrasarse
hasta seis y ocho años.
Causas desconocidas
Se desconoce la causa que produce
la enfermedad, pero los
factores genéticos juegan, al
parecer, un papel en su desarrollo,
ya que más del 90% de
los afectados por la enfermedad
tienen el gen HLA-B27 (antígeno
de histocompatibilidad).
No obstante, los especialistas
advierten que éste un factor de
predisposición, no un factor
único, ya que su presencia no
implica necesariamente que su
portador vaya a padecer espondilitis;
de hecho, muchas
personas albergan este gen y
sin embargo no la padecen.
Según la Sociedad Española
de Reumatología (SER), aproximadamente
el 7% de la población
española posee el antígeno
HLA-B27; en estas personas el
riesgo de desarrollar la enfermedad
es del 5%, es decir, de cada
1.000 personas sólo 70 tienen
esa señal en sus células, y
de estas 70 sólo cuatro desarrollarán
la enfermedad, que afecta
principalmente a varones de
entre 20 y 30 años de edad. En
mujeres es menos frecuente y
suele ser más leve. No obstante,
también se han detectado procesos
que aparecen por debajo
de la barrera de los 16 años, en
plena adolescencia, lo que se
denomina espondilitis anquilosante
juvenil.
Según CEPEA, si no se la
trata, en pocos años la espondilitis
anquilosante consigue "soldar"
las articulaciones en las que
aparece, eliminando su movilidad.
Como las zonas que afecta
con mayor frecuencia son la columna
vertebral y los hombros,
imprime a los pacientes una silueta
muy característica, con los
hombros, cuello y cabeza echados
hacia delante y la espalda rígida,
obligándoles a girar todo
el cuerpo cada vez que necesitan
mirar a un lado o a otro.
Calidad de vida
mermada
El trastorno cursa con brotes
agudos muy dolorosos que disminuyen
una vez que la articulación
se ha soldado. La mayoría
de los enfermos ven mermada
su calidad de vida al sufrir grandes
dolores y algún grado de
discapacidad; el curso de la enfermedad
es impredecible. Se
estima que entre el 60 y el 65%
de ellos tiene una minusvalía del
33%, mientras que un 10%
evolucionan hacia una forma
completamente invalidante.
De acuerdo con la Sociedad
Española de Reumatología,
entre ataque y ataque de inflamación
de las articulaciones de
la columna vertebral o de otras
articulaciones, generalmente el
paciente se queda sin dolor y
mantiene una actividad cotidiana
normal. El paso del tiempo
suele jugar a favor del paciente,
porque con la edad los brotes
suelen distanciarse y ser cada
vez más leves. Hoy en día es
poco frecuente que la espondilitis
anquilosante sea grave, es
decir, que se suelden todas las
vértebras, dejando a la persona
anquilosada y rígida. Esto es
debido a que en la actualidad
el diagnóstico, si bien sigue
siendo tardío, se suele hacer de
forma más temprana, lo que
conlleva una mayor rapidez en
el inicio de los tratamientos y
en las medidas rehabilitadoras.
Proyecto ESPeranza
Para corregir el desfase diagnóstico
antes citado, se ha
puesto en marcha recientemente
el Proyecto ESPeranza,
con el objetivo de que todos
los hospitales de España tengan
una unidad específica para
tratarla. "La rapidez en el
diagnóstico es fundamental en
este trastorno, puesto que los
diez primeros años de evolución
son determinantes en las
secuelas que sufrirá el enfermo
a largo plazo", afirma el doctor
Eduardo Collantes, jefe del
Servicio de Reumatología del
Hospital Reina Sofía de Córdoba
y coordinador de este proyecto.
En cualquier caso, es recomendable
someterse a un
análisis específico cuando se
sufre de dolores de espalda
por un tiempo superior a tres
meses antes de haber cumplido
los 45 años de edad.
Tratamiento
De acuerdo con la Sociedad
Española de Reumatología, el
pilar más importante en el tratamiento
de la espondilitis es la
rehabilitación permanente, es
decir, la realización de ejercicios
físicos reglados y ejercicios
respiratorios orientados a fortalecer
la espalda, para evitar la
rigidez y la pérdida de movilidad
de la columna vertebral.
En este sentido, uno de los
ejercicios más recomendables es
la natación, porque permite ejercitar
de forma equilibrada todos
los músculos y articulaciones de
la espalda susceptibles de lesionarse
por la enfermedad. Por el
contrario, se debe evitar los deportes
y ejercicios de contacto y
colisión física, por la posibilidad
de traumatismo articular y óseo,
así como el golf y otros deportes
que obligen a flexionar continuamente
la espalda.
En cuanto al tratamiento
farmacológico, los medicamentos
antiinflamatorios (AINE)
consiguen disminuir e incluso
suprimir la inflamación articular,
aliviando de esta forma el
dolor, a la vez que hacen posible
un adecuado reposo nocturno.
Estos fármacos no producen
adicción, por lo que
pueden tomarse durante periodos
prolongados, aunque
las personas con antecedentes
de úlcera de estómago o de
duodeno o con problemas renales
deberán adoptar precauciones
a la hora de utilizarlos.
En algunos pacientes que
tienen afectadas otras articulaciones
además de la columna
vertebral, puede ser útil la administración
de sulfasalazina o
metotrexato, generalmente
asociada a antiinflamatorios.
Lo mismo se puede decir de
los llamados "tratamientos biológicos",
que son medicamentos
potentes dirigidos específicamente
a los componentes de
la respuesta inmunológica que
intervienen en la enfermedad.
Una solución extrema para
tratar la espondilitis anquilosante
es la cirugía, pero sólo se
recurre a ella de forma excepcional,
concretamente cuando
las articulaciones (fundamentalmente
la cadera) están tan
dañadas que la movilidad es
muy escasa.
Más información:
www.ser.es
www.espondilitis.info
www.lligareumatologica.org