Redacción, Madrid.- En Europa ha aumentado notablemente la esperanza de vida saludable. Así se recoge en un estudio europeo en el que, sin embargo, se relevan importantes diferencias en materia de salud dependiendo del país. Según destacan sus promotores, las conclusiones del trabajo apuntan a factores como la dieta, los hábitos de vida o la calidad del sistema sanitario como explicaciones a dichas diferencias; y en este sentido, el informe viene a señalar que "la corrección de estas diferencias pasan por garantizar la calidad del sistema sanitario y un acceso equitativo a los medicamentos en todo el continente, especialmente ahora que la Unión Europea se amplía y acceden a ella nuevos miembros".
El informe, desarrollado por iniciativa de los Laboratorios Pfizer, compara y contrasta los datos relacionados con la salud en países de toda Europa. Su análisis revela diferencias en numerosos aspectos, desde los relativos a la incidencia de enfermedades cardiovasculares y de obesidad hasta los hábitos tabáquicos.
Algunos expertos han buscado explicaciones culturales a estas diferencias como, por ejemplo, la "paradoja" francesa o la española. Francia y España tienen en común una escasa tasa de complicaciones cardiovasculares y una mayor expectativa de vida frente a la mayoría de países, a pesar de utilizar dietas ricas en grasas y de los índices de tabaquismo registrados en nuestro país. También se baraja la posibilidad de que tengan importantes efectos cardiosaludables el mayor consumo de vino tinto en Francia o el predominio de la dieta mediterránea en España.
Según sus datos, España, con una media de 82,31 años, se mantiene a la cabeza de los países europeos con mayor esperanza de vida. Concretamente, supera en tres años al segundo, Italia (79,12), en casi cuatro al tercero, Francia (78,89 años) y en casi doce años al último de la tabla, Hungría (70,65).
El documento pone de manifiesto que el mayor deterioro en la salud de los europeos se concentra en los últimos ocho años de vida, dado que mientras que la esperanza de vida europea se sitúa en 78,20, la media de años con una vida saludable no supera los 69,83 años. Asimismo recoge que gran parte del gasto en salud se realiza en los últimos años de vida y además no se reparte de manera uniforme a partir de los 65 años.
Las diferencias en las expectativas de vida pueden igualmente explicarse por las desigualdades observadas en los sistemas sanitarios nacionales. Según afirma uno de los autores del informe, la doctora Clare McGrath, directora de Resultados en Salud de Pfizer, "a medida que envejece la población de la UE cobra mayor importancia, para Europa como conjunto, la necesidad de proporcionar una atención sanitaria de alta calidad a sus ciudadanos. Los responsables de los sistemas de salud de todos los países europeos deberían aprender unos de otros y buscar nuevas ideas y soluciones".
La doctora McGrath añade también que la elaboración de este informe ha revelado numerosos aspectos relacionados con la Sanidad europea, especialmente en cuanto a la dificultad observada por los autores para encontrar datos fiables de cada país. "Los responsables sanitarios se enfrentarán inevitablemente a una ardua tarea si no pueden servirse de datos fiables y actualizados en lo que a diferentes marcadores de salud se refiere".
Con respecto a las recomendaciones, el informe indica que es preciso identificar soluciones sostenibles que permitan a los ciudadanos vivir activamente y de manera saludable. Así, el diseño de las políticas de salud y de los sistemas sanitarios debe responder a las expectativas de una sociedad que demanda una atención de calidad.
Por otro lado, los sistemas sanitarios y de seguridad social tienen que afrontar un conjunto de retos en relación con el envejecimiento de la población; para ello cualquiera de las iniciativas políticas debería tener en cuenta los siguientes aspectos: que todas las partes con responsabilidad en el entorno sociosanitario necesitan trabajar conjuntamente para desarrollar políticas de salud y envejecimiento basadas en las necesidades de los afectados; que se deben promocionar políticas sanitarias que incluyan prevención primaria y secundaria; la necesidad de mejorar el acceso a los tratamientos para promover el envejecimiento saludable, que permita ahorrar gastos en los sistemas sanitarios; así como mejorar la información al paciente, que se traduce en un mejor cumplimiento de la medicación y en un uso más eficaz de los medicamentos, entre otros aspectos.