Según la Asociación Americana de Diabetes, los criterios demográficos y clínicos que se deben tener en cuenta en el cribado de la diabetes son adultos con sobrepeso u obesidad (IMC ≥25 kg/m2 o≥23 kg/m2 en caso de origen asiático) que tengan uno o más de los siguientes factores de riesgo: familiar de primer grado con diabetes, raza/origen étnico de alto riesgo, hipertensión (≥140/90 mmHg o en tratamiento para la hipertensión), historia de enfermedad cardiovascular, nivel de colesterol HDL <35 mg/dL y/o nivel de triglicéridos >250 mg/dL, antecedente personal de síndrome de ovario poliquístico, inactividad física y otras condiciones clínicas asociadas con la resistencia a la insulina, con obesidad grave y  acantosis nigricans.

También debe someterse a un cribado de la diabetes las personas con prediabetes ( HbA1c ≥5,7 %, glucosa basa l ≥ 140 mg/dl, glucosa entre 140-200 mg/dl tras sobrecarga oral) y las mujeres que hayan tenido diabetes. Las pruebas deben comenzar a la edad de 35 años y si los resultados son normales, deben repetirse en intervalos mínimos de 3 años, pudiendo ser necesario efectuarlas más frecuentemente según los resultados iniciales.

Pruebas diagnósticas

Las pruebas que se  pueden emplear para cribado de diabetes tipo 2 incluyen glucosa plasmática en ayunas, hemoglobina glicosilada (HbA1c) o glucosa plasmática a las 2 horas tras sobrecarga oral (SOG) de 75 gr.

Tras el diagnóstico de la diabetes de tipo 2, se deben iniciar cambios en estilo de vida, siendo la dieta mediterránea el pilar básico, que debe ir acompañados de una reducción del peso y de actividad física regular.

Insulinización

Se debe iniciar la insulinización cuando la modificación de estilo de vida, sumada a los antidiabéticos orales, no consigue controlar al paciente dentro de los objetivos de valores glucémicos. En cuanto a HbA1c, se inicia la pauta de insulina cuando los niveles están por encima de 10% o si el paciente presenta clínica cardinal.

También se opta por la insulinización en algunos casos en los que los pacientes tratados con tres fármacos combinados no acaben de estar controlados.

Al paciente hay que insulinizarlo en función de su peso. Se realiza un cálculo matemático de la dosis de insulina y dicha dosis total se divide: la mitad en dosis de insulina basal, manteniendo fármacos antidiabéticos con las mismas dosis y controlando el riesgo de hipoglucemias, en caso de que alguno de los fármaco sea sulfonilurea, y la otra mitad en insulina prandial.

Insulina glargina

En el inicio de la insulina glargina, una vez calculada la dosis, se procede a realizar la educación diabetológica, que se impartirá en el contexto de un programa de educación estructurada para fomentar una buena adherencia.

Una primera opción podría ser una insulina basal antes de acostarse de 10 UI o 0,22 UI/kg en obesos. Una vez iniciado el tratamiento si en 3 o 4 meses no se han conseguido los objetivos glucémicos habría que plantearse intensificar el tratamiento.

Como cada paciente es diferente, se debe individualizar en cada caso, pero en la mayoría la insulina glargina es la primera opción para comenzar la insulinización. Dicha insulina está ampliamente testada y ofrece una cinética similar a la secreción basal fisiológica. Además, hay menor riesgo de hipoglucemias sintomáticas y nocturnas que con otras opciones terapéuticas.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores María Miguelez González e Yvonne Fernández Cagigao, de Madrid, y Ángel Michael Ortiz Zúñiga, Efraín Santiago Cordero Vázquez, Alejandra Planas Vilaseca, Judit Amigó Farran y Olga Simó Servat, de Barcelona.