Volar no es sinónimo de trombosis pero sí es una actividad de cierto riesgo para padecer un trombo venoso. Es una de las conclusiones expuestas en la I Jornada Profesional para Pilotos y Tripulaciones Auxiliares de Vuelo sobre Accidentes cardiovasculares y calidad de vida, que ha celebrado la Fundación para el Estudio y Prevención de Enfermedades de las Venas (FespreV) en la Asociación de la Prensa de Madrid, con la colaboración de los sindicatos Sepla (pilotos) y Stavla (auxiliares de vuelo) y la Mutua de Accidentes de Zaragoza.
"Los problemas vasculares y la muerte por embolia pulmonar derivada de trombosis venosa en vuelos de larga duración son riesgos con numerosa casuística, que no sólo acechan a los viajeros sino al propio personal aéreo", afirmó en su intervención el cirujano cardiovascular Miguel A. Santos Gastón, presidente de FespreV.
Santos Gastón destacó la paradoja de que cuando se habla del síndrome de la clase turista siempre se alude a los pasajeros y se olvida a las tripulaciones, principal grupo de riesgo de padecer los síntomas por el largo tiempo que pasan en cabina y las condiciones de trabajo, cada vez más severas por las drásticas políticas de ahorro de las compañías aéreas.
Éstas buscan minimizar la trascendencia del problema y destacan el escaso numero de episodios cardiovasculares con resultado de muerte en avión o aeropuerto en relación con el volumen total de pasajeros, pero silencian el significativo número de casos de formación de trombosis en vuelo, que según algunos estudios se sitúa entre el 3-5% en los pasajeros estudiados, que no adoptaron ningún método de prevención de los aconsejados actualmente.
"Sabemos "recordó el doctor Santos Gastón- que muchas de las trombosis (60 por ciento de los casos) son silentes, es decir, no presentan síntomas clínicos, por lo que no es extraño que el paciente haga su vida normal y al cabo de 15 días sufra una embolia pulmonar."
La punta del iceberg y la realidad
El hematólogo Francesc Casals Solé (Hospital Clínic de Barcelona), miembro del comité científico de FespreV, destacó el importante papel que, según estudios clínicos, juega la brusca variación de la presión atmosférica en este síndrome.
Según el Dr. Casals, la incidencia global de la formación de trombosis, con independencia del riesgo de cada pasajero, es del 3 por ciento, de acuerdo con los datos confirmados por un amplio estudio alemán -realizado con el método de diagnóstico eco-doppler- en el que se comparó un grupo de 900 pasajeros con otro similar de personas que no habían viajado. "Está demostrada fehacientemente la relación causa-efecto y se puede afirmar científicamente que volar es riesgo de trombosis", afirmó el Dr. Casals.
El riesgo de trombosis se concreta en la formación de un coágulo en el interior de una vena de la pierna, concretamente de la pantorrilla. Tal coágulo o trombo puede fragmentarse, emigrar por el sistema circulatorio a través de las venas femoral, ilíaca y cava inferior, y llegar a las cavidades cardiacas y a la arteria pulmonar, hasta provocar embolismo pulmonar con grave riesgo de muerte.
Los ponentes reiteraron que la persona que va a tomar un avión debe evaluar sus riesgos y adoptar las adecuadas medidas preventivas: si el riesgo es alto, debe ir al médico para que le prescriba heparina. si es moderado o bajo (obesidad, varices…) deberá colocarse medias de compresión y a la vez tomar aspirina el día del vuelo y dos o tres días después.
Dado que la trombosis puede -y suele- aparecer días o incluso semanas después de concluido el vuelo, es importante que quien note dolor persistente o piernas hinchadas tras bajar del avión, acuda a su médico para prevenir la posible existencia de un proceso trombótico. "En el botiquín del avión nunca debe faltar la heparina", recordó Santos a los asistentes a las jornadas. La heparina junto con las medias de compresión y la aspirina son las herramientas básicas de prevención, además de las medidas de ejercicio físico y los hábitos saludables.