Los hospicios de Occidente para acoger a los niños abandonados surgen en la Edad Media: Milán en 787, Montpellier en 1010, Marsella en 1199, Lérida en 1199, Florencia en 1421, Guadalupe en 1480, etc. Casi todos ellos son sólo dependencias de hospitales -en el sentido medieval, tan restrictivo, del término- atendidos por mujeres con mejor voluntad que ciencia.
En Madrid, durante el reinado de los Reyes Católicos se fundó un hospicio dedicado sólo a atender a niños expósitos. Tres cuartos de siglo más tarde, en 1563, se crea en Madrid, en el convento de la Victoria situado junto a la Puerta del Sol, la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y las Angustias con el fin caritativo de recoger a los convalecientes que salían de los Asilos-Hospitales. En 1572 la Cofradía asume la labor de recogida de los expósitos madrileños y para darles cobijo adquirió en 1579 un grupo de inmuebles situados en la Puerta del Sol. En la cercana parroquia de San Ginés se bautizaba a los niños y se les daba sepultura.
Muy lejos de allí iba a tener lugar un episodio sin aparente relación con lo anterior. La ciudad flamenca de Enkhuizen era disputada por las tropas españolas de los tercios y los holandeses. Al conquistarla por fin los españoles, un soldado encontró en una iglesia un cuadro de la Virgen de la Paz rodeada de ángeles y con un niño a sus pies. Tras su regreso le regaló al rey Felipe II la imagen rescatada y el monarca, viendo la escena del niño a los pies de la Virgen, decidió a su vez donarla a la cofradía que en la capital se dedicaba a cuidar niños abandonados. En el convento de la Victoria fue entronizada y objeto de una enorme devoción entre los madrileños. Pero estos no sabían pronunciar el nombre de aquella lejana ciudad flamenca y comenzaron a utilizar para el cuadro la advocación de Virgen de la Inclusa. Poco a poco esta palabra sustituyó en el habla popular al nombre del convento y cofradía pasando ésta a denominarse simplemente Inclusa; la nueva denominación hizo fortuna y de allí se extendió a todas las instituciones españolas dedicadas como ella a la recogida de expósitos. El nombre de hospicio se reservó para los centros que se hacían cargo de niños mayorcitos.
En ese lugar iba a permanecer la Inclusa madrileña durante más de dos siglos. En realidad era una aglomeración de casas que carecía de patio interior o de otro lugar para esparcimiento de los niños y en sus bajos se criaban las cabras y las burras para obtener la leche con que alimentarlos. En 1801 se decide su traslado. En 1807 la Inclusa se instala en un caserón de la calle Embajadores donde ya se encontraba el Colegio de La Paz, dedicado a recoger a mujeres y niñas menesterosas.
En el año 1929 la Diputación Provincial de Madrid, de la que dependen los organismos de Beneficencia, dispone la construcción de un edificio totalmente nuevo para alojar la Inclusa en la entonces alejada calle de O’Donnell; abierto al campo que circundaba la ciudad por ese extremo, con amplias dependencias interiores y grandes jardines, con una hermosa galería orientada al sur. Pero su conclusión hubo de esperar todavía unos pocos años con lo que ésta se realizó durante la República. Esto explica una de las curiosidades del edificio como es que en el tímpano que corona la fachada de su entrada principal perdure hasta hoy un escudo de la Diputación, realizado en cerámica vidriada y policromada, con los cuarteles de los Partidos Judiciales de la provincia y ¡con una corona almenada, símbolo de la República que sustituyó heráldicamente a la corona real!
Otro detalle decorativo de esa fachada merece la atención. Se trata de dos relieves de cerámica, representando a dos recién nacidos fajados, imitación exacta de los que adornan la fachada del Hospital de los Inocentes de Florencia y que en el siglo XV modeló el artista del Renacimiento Andrea della Robia. La Inclusa perdió ese nombre, que, a pesar de todo, pervivió en el habla de los madrileños, para pasar a llamarse Instituto Provincial de Puericultura. A comienzos de los años setenta se decidió el traslado a su actual ubicación del Colegio de San Fernando y volvió a cambiar de nombre, ahora por el de Casa de los Niños.
Los niños acogidos en la primitiva Inclusa, al igual que los de los siglos posteriores, tenían diferentes procedencias:
- Recién nacidos abandonados en la calle, en las puertas de iglesias y conventos o en los tornos que se habilitaron para ello en la propia Inclusa , en el templo de San Ginés, y un tercero en el Puente de Segovia, junto al tramo del río Manzanares al que acudían las lavanderas. Los niños eran prácticamente siempre de padres desconocidos y llegaban en malas condiciones físicas, por lo que su índice de mortalidad era casi del 100% en los primeros días.
- Desde el Hospital de los Desamparados, donde existían unas camas para atender a lo que se llamaba “paridas clandestinas”, cuyos hijos, nada más nacer, se trasladaban a la Inclusa, pero en mejores condiciones que los del grupo anterior.
- Otros Hospitales de Madrid entre los que cabe destacar el de La Pasión o de Antón Martín, dedicado en especial a enfermedades cutáneas, sobre todo, el mal gálico o sífilis. Estos niños, en una buena proporción, pasaban al nacer a la Inclusa pero sólo hasta que sus madres eran dadas de alta o, si éstas fallecían, eran reclamados por el padre u otros familiares.
- En ocasiones, familias que estaban atravesando graves crisis económicas dejaban a sus hijos recién nacidos y hasta a alguno ya mayorcito al cuidado de la Inclusa, con el compromiso de recogerlo cuando la situación mejorase, cosa que en demasiadas ocasiones no llegaba nunca a suceder.
- Arana Amurrio, José Ignacio de: “Historia de la inclusa de Madrid”, en Cuadernos de Historia de la Pediatría Española, nº 4. Madrid. A.E.P., 2013.
- De Pablo Gafas, Alicia: “Niños expósitos y medicina infantil en España a principios del siglo XIX.” Medicina e Historia, nº 39. 1991 (tercera época).
- Espina Pérez, Pedro: Historia de la Inclusa de Madrid. Oficina del Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid. 2005.
- Vidal Galache, Florentina y Benicia: Bordes y bastardos. Una historia de la Inclusa de Madrid. Madrid. Compañía Literaria. 1994.
- Voltes, Mª José y Pedro: Madres y niños en la historia de España. Madrid. Planeta. 1989.