Un estudio presentado en la reunión anual de la Sociedad Americana de Hematología que se está celebrando estos días en San Diego (California) relaciona tres genes con la evolución de la leucemia linfoblástica aguda infantil. Se trata concretamente de los G0, G1 y G2, que juntos han recibido el nombre de OPAL 1 y cuya elevada presencia en el paciente implica una buena evolución de la enfermedad a largo plazo, sobre todo en varones. Se estima que el 25 por ciento de los pacientes recaen a largo plazo, según recoge el diario ABC en su edición del domingo, 7 de diciembre.
La leucemia es un cáncer de las células blancas que comienza en la
medula ósea y que se difumina por la sangre, los nódulos linfáticos y
otros órganos. La enfermedad, que puede ser desarrollada tanto por
niños como por adultos, abarca muchos tipos y subtipos de tumores.
Según los datos de la Sociedad Americana de Hematología, en la actualidad este trastorno es el responsible de mas del 30 por ciento
de los cánceres en niños y adolescentes menores de 15 años en Estados
Unidos, de los cuales tres cuartas partes son leucemias agudas. En
este caso las células crecen demasiado rápidamente y no tienen tiempo
para madurar.
Los actuales tratamientos son suficientes para que la enfermedad
remita en el 75 por ciento de los casos. Sin embargo, en torno al 25
por ciento de los pacientes desarrolla resistencias y a largo plazo
recaen. Además se estima que el 25 por ciento de los enfermos a los
que se intensifica el tratamiento en una segunda fase está recibiendo
una dosis demasiado elevada de fármacos.
Barrido de genes
En un intento de pronosticar la posible evolución de los enfermos,
investigadores del New Health Sciences Center de Nuevo México
analizaron genéticamente a dos grupos de pacientes con leucemia aguda
que habían participado en ensayos realizados por el Pediatric
Oncology Group, y se identificaron fundamentalmente tres nuevos
genes: el G0; el G1 -una proteína que activa la respuesta de la
proteinkinasa C; y el G2, un receptor alfa de la interleukina que
regula la respuesta immune e inflamatoria. Los tres juntos recibieron
el nombre de OPAL 1.
Se observó que el 86 por ciento de los niños que tenían una elevada presencia de OPAL 1 tenían una respuesta favorable al tratamiento con una remisión de la enfermedad a largo plazo. Por el contrario, los que expresaban bajos niveles de los citados genes tenían una mayor tendencia a la recaída, lo que a su vez podría ser un dato a tener en cuenta para identificar a los enfermos a los que conviene intensificar el tratamiento y evitar la sobremedicación en pacientes que probablemente no lo necesiten. Según Cheryl L. William, que participó en el estudio, 'esta investigación nos acerca al objetivo de poder ajustar el tratamiento de manera individualizada'.