Los problemas de sueño atañen

también a los pequeños

de la casa, de tal forma

que alrededor del 25-30% de

las consultas que se realizan al

pediatra están relacionadas

con ellos. Como en los adultos,

no se puede generalizar sobre

el patrón de sueño ideal. Cada

niño tiene sus necesidades y

para saber si las de su hijo están

siendo satisfechas ha de

observar si normalmente le

cuesta conciliar el sueño o

mantenerlo a lo largo de la noche

o si durante el día está

cansado o somnoliento. Si la

respuesta es afirmativa ha de

mantenerse en guardia pues

las consecuencias no se harán

esperar. Cambios de conducta,

somnolencia diurna, dificultades

para concentrase y memorizar

son algunas de ellas.

Hay que afrontar estos

problemas cuanto antes, saber

que no se solucionan solos y

que si no se pone remedio con

el paso del tiempo el problema

persistirá. Es necesario establecer

unas pautas claras que ayuden

al niño a adquirir hábitos

saludables de sueño. Y es que

la actitud de los padres es crucial

para que sus hijos disfruten

del sueño profundo y reparador

que necesitan para crecer,

estar sanos y mantenerse despiertos

durante el día.

Causas

Lo primero que se ha de descartar

antes de comenzar a especular

con la posible causa es

que el niño esté tomando algún

medicamento que le altere el

sueño o que tenga algún problema

médico que pueda impedir

que duerma bien, como

alergias, dolores, entre los que

la otitis y los cólicos son los más

frecuentes, problemas dentales,

gastrointestinales o cualquier

enfermedad crónica. Una vez

descartado se ha de analizar la

rutina diaria del pequeño para

saber si, por ejemplo, tiene malos

hábitos de sueño, pues tal y

como explica la Asociación Española

de Pediatría, cerca del

90% de los casos de insomnio

infantil a partir de los seis meses

de vida tienen su origen en hábitos

incorrectos, en la ausencia

de límites educativos o en alteraciones

del apego.

En lo que respecta al sueño,

un niño tiene malos hábitos

cuando no sabe dormirse

cuando, por ejemplo, sus padres

no están a su lado, si no le

leen un cuento o si la luz no está

encendida. Si no se accede a

estos deseos, el niño es incapaz

de dormirse y no dejará de llorar

hasta que los consiga.

La rutina aporta a los niños

seguridad, por lo que ante

cualquier cosa que la rompa,

como un horario irregular, responderán

con llanto, con una

conducta distinta a la habitual

y resistiéndose como puedan

al sueño.

También puede ocurrir

que al pequeño le cueste separarse

del resto de la familia

cuando llega la noche, es lo

que se conoce como ansiedad

de separación, o que tenga

miedo a la oscuridad o a los

imaginarios monstruos que

andan por su habitación. Otra

causa mucho más sencilla de

solucionar es que el pequeño

duerma siestas largas por la

tarde y por la noche no tenga

sueño. Basta con acabar con

esta costumbre para que el insomnio

desaparezca.

FUENTE: Instituto de Investigaciones

del Sueño.

Más información:

www.iis.es