Entre los distintos periodos evolutivos por los que pasa el individuo a lo largo de su existencia uno de los mejor definidos es el de la lactancia, es decir, aquel en el que su alimentación tiene como fundamento la leche. Pero algo tan natural se puede truncar por la propia naturaleza o por la voluntad de la mujer-madre. Las soluciones encontradas han sido muchas en cada época, pero todas dirigidas en el mismo sentido: encontrar un sustitutivo para la leche materna. Hubo casi común acuerdo en que la ideal, a falta por la causa que fuese, de la de la madre, era la de mujer. Hipócrates no se ocupó prácticamente del asunto de la lactancia, como tampoco lo hizo, en general, con otros temas de la infancia. Sin embargo, Aristóteles, Galeno, Plinio y personajes tan dispares como Julio César sí lo hicieron, coincidiendo en que la leche humana era la ideal y, en su defecto, proponían la de cabra como la más parecida a aquélla. Averroes proponía como leche más perfecta la de burra, seguida de la de mujer y sólo en tercer lugar la de cabra. Es interesante señalar que en ningún caso se citaba la leche de vaca, pues ésta era considerada nada más que como animal de carga, para el trabajo del campo y como fuente de carne para la alimentación de los adultos.
Una de las carencias que la Medicina ha arrastrado a lo largo de casi toda la historia ha sido la de ignorar de forma casi absoluta la presencia social de los niños y las necesidades de la infancia en el ámbito sanitario y también en el de la alimentación. Quizá uno de los primeros en darse cuenta de esta situación fue Sorano de Éfeso, uno de los médicos griegos que ejercieron en Roma. A partir de entonces las referencias a la lactancia se multiplican, y no sólo por parte de autores médicos, sino que en España escritores tan dispares como Alfonso X en Las Partidas, Juan Luis Vives, fray Antonio de Guevara, fray Luis de León o el padre Mariana se ocupan de encarecerla en sus obras dirigidas a la educación y moralización de las gentes.
Por supuesto que la primera causa de “fracaso” de la lactancia materna ha sido y es la carencia en la madre de suficiente secreción láctea para subvenir a las necesidades del hijo propio. Pero lo cierto es que muchas veces los motivos han sido otros. La lactancia supone para la mujer un esfuerzo físico añadido a los de su género de vida; condiciona una dependencia prolongada hacia el hijo reduciendo la libre disposición del tiempo; es un periodo que limita en ella otras actividades que considera más gratificantes como las relaciones sexuales; altera la estructura, morfología y atractivo del pecho femenino…
Llegó un momento, en la última década del siglo XIX, en el que algunos médicos preocupados por la labor de puericultura –hasta entonces casi inexistente- decidieron la creación de centros públicos o privados en los que se dispusiera le leche, humana o animal, para proporcionársela a las mujeres que no podían lactar a sus hijos y aprovechar la ocasión para instruirlas en normas básicas de cuidado infantil, así como para controlar la correcta evolución nutritiva de los niños. Pierre Budin y Gaston Variot en París habían montado dispensarios de atención a lactantes nacidos en sus hospitales, pero la obra verdaderamente fundamental que ahora nos interesa es la creación en 1894, en la ciudad de Fécamps, norte de Francia, por el doctor León Dufour (Figura 1), de una institución dedicada en exclusiva a esa labor de reparto de leche y control de los niños y las madres de cualquier origen social y geográfico. Dufour bautizó su centro como Gota de Leche, tomando estas palabras de un poema de Alfred de Musset: “Una gota de leche en la bóveda celeste / cae, se dice antiguamente, del firmamento (…)” El nombre hizo fortuna con rapidez y se extendió a todos los centros creados con su inspiración por Europa.
Creación y funcionamiento de la gota en Madrid
Rafael Ulecia y Cardona (1850-1912) (Figura 2) fue uno de los pediatras que en la segunda mitad del siglo XIX destacó por su interés en las cuestiones de Puericultura. Ulecia, miembro de la Junta de Sanidad de Madrid, conoció la benemérita labor llevada a cabo en Barcelona desde 1890 por el doctor Francisco Vidal Solares, quien organizó en el Hospital de Niños Pobres de aquella ciudad un Consultorio o Dispensario de Puericultura donde se atendía “a las criaturas enfermas y mujeres que lactan” en el que, además de asistencia médica, se proporcionaban gratuitamente “bonos de sopa, caldo, leche, harinas” así como ropa para las madres y los niños. El doctor Ulecia decidió crear en Madrid una institución que mejorase las funciones de la de Vidal, y para ello se fijó en las recién nacidas Gotas de Leche en Francia y Bélgica, ligeramente posteriores al Dispensario barcelonés. A tal efecto emprendió un viaje por los centros europeos y durante el mismo iba enviando a Madrid cartas en las que reflejaba sus impresiones y los propósitos que le sugería cuanto por allí iba viendo; más tarde habría de recoger todo esto en un precioso libro (1903) (Figura 3). De regreso en Madrid había que resolver la financiación del proyecto. Hizo valer su cargo en la Junta para multiplicarse en entrevistas con toda clase de personalidades de la alta sociedad madrileña. Tuvo por fin éxito en dos de estas gestiones. Por un lado, los marqueses de Casa-Torre aportaron el monto principal de los gastos. Por otro, encontró la protección de la Reina Madre doña María Cristina de Habsburgo que habría de recurrir luego en varias ocasiones a los servicios de la obra del Dr. Ulecia con motivo de algunos problemas con las nodrizas de Palacio.
El día 22 de enero de 1904 se inaugura en la calle Ancha de San Bernardo, junto a la iglesia-monasterio de Montserrat, el primer Consultorio de Niños de Pecho y Gota de Leche de Madrid. Tiempo después se trasladaría a la calle de La Espada entre los castizos barrios de La Latina y Lavapiés. De su importancia en la vida madrileña da cuenta el hecho de que en sus primeros cincuenta años de existencia atendió a 600.00 niños (Figuras 4 y 5). Se nombró una Junta de Señoras que contribuían con sus cuotas al mantenimiento de la Gota; otras fuentes de ingresos eran suscripciones voluntarias de ciudadanos, donativos más o menos anónimos y durante varios años una subvención estatal y otra municipal. De todas maneras, la principal fuente económica era la venta de la leche que allí se dispensaba con todas las garantías de higiene tras un proceso de esterilización y maternalización que se llevaba a cabo en el propio centro. Toda la leche se cobraba, bien que a precios diferentes. Los denominados “pobres de solemnidad”, circunstancia probada y certificada, pagaban únicamente 10 céntimos por la ración diaria; en días distintos de la consulta “gratuita” estaba establecida una “Consulta para distinguidos” a los que se cobraban 5 pesetas –una cantidad apreciable en la época- por cada servicio. Junto con la distribución de leche, la labor más importante era la del Consultorio donde se pesaba semanalmente a los niños, se daban nociones de puericultura e higiene a las madres y se detectaban enfermedades que eran tratadas allí mismo por los médicos o derivadas a centros sanitarios de la ciudad.
En el año 1913 se funda en Madrid la Institución Municipal de Puericultura (IMP) y Gota de Leche (Figura 6). Su promotor fue el Dr. Dionisio Gómez Herrero y lo hizo a partir de dos instituciones preexistentes: la Consulta de niños enfermos y pobres adscrita a la Casa de Socorro Municipal del distrito de Palacio (1893) creada con la manda testamentaria de la marquesa de Revilla de la Cañada, y una Gota de Leche para enfermos creada en 1905 pero que no empezó a funcionar, por dificultades económicas, hasta dos años después cuando consiguió algunas donaciones particulares. La IMP se instala en el local de la citada Casa de Socorro en la Plaza de Cristino Martos y calle del Duque de Osuna, muy próxima a la Plaza de España. En esta Gota de Leche se disponen dos secciones separadas y bien definidas. Una para el suministro de leche y otra de “lactancia vigilada” en la que las madres amamantan a sus hijos o aportan parte de la leche para una lactancia mixta bajo estricto control del personal sanitario; a su vez, ambas están divididas en dos grupos, uno para niños sanos y otro para enfermos. Dice Gómez Herrero en su Memoria de 19142 que “la única comprobación que se exige a todo niño que se presenta a recibir los beneficios de la consulta es la referencia al estado de pobreza de sus padres (…)”. Para la concesión de las lactancias, cuyas solicitudes superaban con mucho la capacidad del Centro, se estableció un orden de prioridades: “1º, niños gemelos; 2º, huérfanos de padre y madre; 3º, huérfanos de madre; 4º, huérfanos de padre; para las demás concesiones se observará rigurosamente la antigüedad en la presentación de las instancias.”
La leche, proveniente de granjas y lecherías propias de la municipalidad o convenientemente registradas, y luego manipulada con la maquinaria existente en cada Centro, se daba a las madres en cantidad suficiente para un día y en envases esterilizados para cada toma. La forma de controlar el cumplimiento por parte de las madres de las normas de crianza era la obligatoriedad de acudir un día a la semana a una sesión de pesaje de los niños, control médico completo y a las clases de puericultura que se les daban en el mismo Centro. Para esto se disponía de una Cartilla Maternal donde el médico hacía constar no sólo la asistencia sino los datos clínicos de la criatura y si había necesitado o necesitaba la prestación de asistencia sanitaria complementaria por padecer algún tipo de enfermedad. También se señalaba la necesidad, ineludible, de que el niño recibiera las inoculaciones de vacunas que se prescribieran. Esta cartilla debía ser presentada diariamente para recoger los biberones.
La IMP inicial quedó pequeña y se inauguró una nueva sede en el Campillo del Mundo Nuevo; la seguirán en años sucesivos Gotas de Leche en cada Distrito Municipal de Madrid (Figura 7). A todas ellas es necesario añadir instituciones de titularidad de la Diputación Provincial como la dependiente de la Inclusa y sita en la calle Embajadores. Y otras de fundación y mantenimiento privados: Consultorio de Higiene del Niño-Gota de Leche del Dr. Carlos Carazo (calle Barquillo) o la de la Congregación de los Caballeros del Pilar en el barrio de Tetuán de las Victorias.
De los resultados podemos destacar los que cita el Dr. Gómez Herrero en la Memoria de la IMP de 1914. La mortalidad infantil ese año fue en todo Madrid del 20,68 por ciento entre todas las clases sociales; pues bien, en los asistidos en la IMP, de clase social baja, descendió a un 12,97 por ciento. Es muy importante la drástica disminución de la morbi-mortalidad por trastornos digestivos así como otros achacados al desconocimiento en de las madres de elementales normas de higiene infantil. A todo ello hay que unir el que, junto con las Gotas de Leche dedicadas a la atención a los más pequeños, la IMP contaba en cada una de sus sedes con un Consultorio para niños menores de quince años, incluso con algunas camas de hospitalización, donde también de forma gratuita se administraban medicamentos y materiales de cura.
Desaparición de las Gotas de Leche
Hemos visto cómo inicialmente, muchas tuvieron como origen las Casas de Socorro y Laboratorios Municipales. Sin olvidar que también surgían o se desarrollaban por el esfuerzo de un pediatra o un grupo reducido de ellos, como puede ser en Madrid por Rafael Ulecia, en Reus por Alejandro Frías Roig, en Alicante por Ángel Pascual Devesa, en Gijón por Avelino González Fernández, o en Jaén por Manuel Bueno Fajardo, y son sólo algunos ejemplos. La dedicación también era muy grande en otros médicos y trabajadores sanitarios.
En julio de 1941 se promulga la Ley Sanidad Infantil y Maternal, y en diciembre de 1942 se legisla la creación del Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE), predecesor del Instituto Nacional de la Salud (INSALUD), que implanta la atención sanitaria gratuita para los trabajadores a partir del año siguiente. Dentro de esta atención iba a tener una capital importancia la de los niños con el surgimiento de las consultas de Pediatría y Puericultura atendidas por médicos especialistas. Las beneficencias municipales (Casas de Socorro) y provinciales (a cargo de las Diputaciones), así como otras instituciones arraigadas en la sociedad para el cuidado de la infancia (Gotas de Leche) perdieron casi de golpe gran parte de su razón de ser. Desde luego, los beneméritos Consultorios de Niños de Pecho adjuntos a estas últimas fueron en muy poco tiempo sustituidos por esas consultas que se distribuyeron por todo el territorio nacional y rápida y progresivamente estuvieron en la proximidad de casi cualquier familia, cumpliendo las mismas misiones.
Las Gotas de Leche disfrutaron de una primera etapa de desarrollo, hasta 1940, una segunda etapa de esplendor hasta los años 50 a 60, dependiendo de la Institución y la Provincia, y luego una etapa de pérdida de funciones, y de cierre, más o menos callado, hacia los años 70-85. Algunas instituciones tuvieron actividad incluso hasta los años 90 (como en León), y algunas se van transformando en Institutos de Puericultura, áreas de Maternidad, Centros de Prematuros, con incubadoras como en Madrid, en Valencia y otros“.
Bibliografía
- Arana Amurrio, JI.: De cómo un hongo salvó el mundo. Madrid. Martínez Roca Editores. 2013.
- Arana Amurrio, JI. et al., Comité de Historia y Documentación Pediátricas de la Asociación Española de Pediatría: Historia y significación de las Gotas de Leche en España. Cuadernos de Historia de la Pediatría Española. Nº 8. Tenerife. 2014.
- Gómez Herrero, D.: Institución Municipal de Puericultura. “Consulta de niños”, “Gota de Leche”. Memoria presentada a la Asamblea Nacional de Protección a la Infancia y Represión de la mendicidad. Madrid. Imprenta Municipal. 1914.
- Morales, JL.: El niño en la cultura española. Madrid. Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares. 1960.
- Rodríguez Ocaña, E.; Ortiz Gómez, T: García-Duarte Ros, O.: “Los consultorios de lactantes y Gotas de leche en España.” Jano. Vol. XXIX H. 24 de octubre-4 de noviembre, 1985.
- Ulecia Cardona, R.: Los Consultorios de Niños de Pecho (“Gotas de Leche”.) Impresiones de viaje. Madrid. Imprenta y Librería de Nicolás Moya. 1903.
- Ulecia Cardona, R.: Memoria anual del primer Consultorio de Niños de Pecho en Madrid. Año VIII. 1911. Imprenta y Librería de Nicolás Moya, 1912.