La adversidad social, que incluye la pobreza, el desempleo, la discriminación y el aislamiento social, entre otros factores, se asocia a la aparición de la depresión
22 de enero 2024. 3:46 pm
La depresión es un problema de salud altamente prevalente y que puede afectar a cualquier estrato poblacional, tanto por edad como por nivel social. No obstante, hay mayor prevalencia de depresión asociada a la adversidad social, ya que es un trastorno mental caracterizado por tristeza…
La depresión es un problema de salud altamente prevalente y que puede afectar a cualquier estrato poblacional, tanto por edad como por nivel social. No obstante, hay mayor prevalencia de depresión asociada a la adversidad social, ya que es un trastorno mental caracterizado por tristeza y apatía de causa multifactorial y compleja que se presenta en el individuo en un contexto social determinado.
La adversidad social puede referirse a diferentes factores, como la pobreza, el desempleo, la falta de apoyo social, la discriminación, el aislamiento social y la exclusión, entre otros.
Factores sociales
Los factores sociales son uno más de los de riesgos asociados a la depresión, junto a factores genéticos, personales, familiares y cognitivos.
Aunque se desconoce el peso de cada uno de ellos en relación con el momento de la vida en que se desarrolla el trastorno y la gravedad de este, se ha descrito que las personas de los grupos socioeconómicos y ocupaciones más desfavorecidos tienen índices más altos de depresión, indicando que el riesgo de depresión sigue un gradiente socioeconómico, especialmente cuando el trastorno es crónico.
Gravedad y duración
La adversidad social también puede influir en la gravedad y la duración de la depresión. Las personas que enfrentan múltiples factores estresantes y una falta de apoyo social adecuado pueden tener una mayor probabilidad de desarrollar una depresión más intensa y prolongada.
La relación entre estrés y depresión es un tema complejo y ampliamente estudiado en el campo de la Psiquiatría. Si bien no se puede afirmar que invariablemente exista un factor estresante asociado a la aparición de la depresión, hay una sólida evidencia que sugiere una conexión significativa entre el estrés y el desarrollo de dicha patología.
La depresión se caracteriza por una combinación de síntomas, incluyendo la persistente tristeza, la pérdida de interés en actividades previamente gratificantes, alteraciones en el apetito y el sueño, fatiga, dificultades de concentración y sentimientos de inutilidad o culpa.
Estrés crónico
Hay que destacar que el estrés crónico puede tener un impacto adverso en el funcionamiento del sistema nervioso, el sistema endocrino y el sistema inmunológico, lo que puede conducir a una disminución en la producción de neurotransmisores, como la serotonina, que desempeña un papel crítico en la regulación del estado de ánimo. Además, el estrés prolongado puede influir en la estructura y función cerebral, especialmente en regiones como el hipocampo, que está implicado en la regulación del estrés y las emociones.
Así, los individuos expuestos a eventos estresantes significativos, como la pérdida de un ser querido, dificultades laborales o financieras, presentan un riesgo más elevado de desarrollar depresión. Además, aquellos con una predisposición genética a la depresión pueden ser más vulnerables a los efectos del estrés.
Vulnerabilidad individual
No obstante, es esencial destacar que no todas las personas que experimentan estrés desarrollarán depresión y tampoco todas las personas con depresión han experimentado estrés significativo. La vulnerabilidad individual, los factores genéticos y otros elementos de riesgo también desempeñan un papel crucial en la predisposición a la depresión.
Por lo tanto, el tratamiento y la prevención de la depresión deberán abordar tanto los factores de estrés como los individuales para obtener resultados efectivos.
Aunque no se ha establecido ninguna correlación clara entre el nivel socioeconómico y la depresión mayor, sí está aceptado que existen factores individuales implicados en el desarrollo de la depresión que tienen que ver con la clase socioeconómica.
Datos de prevalencia
Según el informe Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de registros clínicos de atención primaria, publicado por el Ministerio de Sanidad en 2020, los trastornos depresivos son 2,5 veces más frecuentes en los pacientes de clase socioeconómica más desfavorecida.
En Europa la situación es similar. Tal y como se recoge en un estudio publicado en The Lancet en 2021 sobre la prevalencia de los trastornos depresivos, se calcula que la depresión decrece en la población con mayores ingresos y mayor educación, así como los que consumen más frutas y verdura. Este patrón es consistente en los dos sexos. Además, indica el estudio que la prevalencia global de depresión en Europa es del 6,38% (4,89% en hombres y 7,74% en mujeres) y los subgrupos con mayor prevalencia de este trastorno son los ≥75 años, los inmigrantes nacidos fuera de la Unión Europea, los que viven en áreas muy densas, los que padecen enfermedades crónicas, los que tienen limitaciones en autonomía, los de IMC de ≥30kg/m2 o ≤18,5kg/m2, los fumadores y los sedentarios.
Baja autoestima
La falta de control personal de las situaciones está asociada a una baja autoestima, y el desarrollo de síntomas depresivos puede ser una forma de afrontamiento más frecuente en los grupos sociales que ocupan posiciones inferiores en la estructura social. Los modelos sociológicos, consideran la baja autoestima como un factor intermedio entre la clase social y la depresión, ya que relacionan la autoestima con la capacidad de afrontamiento de los factores estresantes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Francisco José Márquez Ligero, de la Unidad de Salud Mental Comunitaria Valverde del Camino, en Huelva; Inocencio Díaz Martínez, del Hospital Universitario de Canarias; Paloma Álvarez Cotoli, del Centro de Salud Mental Puente de Vallecas; Sara Mayero Mariscal de Gante, del Hospital Universitario Moncloa; Saray Nieto Carrascosa, Unidad de Salud Mental Villanueva de la Serena; Virginia Pérez Maciá, de la Unidad de Salud Mental Toscar del Departamento de Salud Elche Vinalopó; María Emilia Chávez, Fundación Althaia; Santiago Navarro Pérez, del Centro de Salud Mental Barrio Atlántico, Las Palmas de Gran Canaria; Cristina Pujol Riera, de la Unidad de Psiquiatría de Enlace y Psicogeriatría del Consorci Corporació Sanitaria Parc Taulí; Amparo Moya Rodrigo, de la Unidad de Salud Mental de Xátiva, Valencia, y Diego Raul Mendez Mareque, del Centro de Drogodependencias del Hospital Universitario Joan XXIII.