Aunque con resultados preliminares, la terapia asistida mediante psicodélicos está adquiriendo un creciente interés como tratamiento de los trastornos del ánimo y de otros trastornos psiquiátricos, como la depresión
21 de marzo 2024. 12:26 pm
Las drogas psicodélicas y disociativas son sustancias que alteran de forma temporal el estado de ánimo y la percepción de la realidad de una persona. Algunos estudios han sugerido que los tratamientos psicodélicos pueden tener efectos positivos en personas con depresión. Es un área de…
Las drogas psicodélicas y disociativas son sustancias que alteran de forma temporal el estado de ánimo y la percepción de la realidad de una persona.
Algunos estudios han sugerido que los tratamientos psicodélicos pueden tener efectos positivos en personas con depresión. Es un área de investigación activa y en evolución. Aunque los estudios preliminares son prometedores, es importante destacar que la investigación aún está en sus primeras etapas y no se han establecido protocolos para su uso en la práctica clínica.
En dichos estudios, se han observado mejoras significativas en los síntomas de la depresión. Los pacientes relatan una disminución de los pensamientos obsesivos, mejora emocional global y sensación de conexión de su yo con el resto del mundo, ayudando a los pacientes de esta manera a abordar las raíces de la depresión.
Hay que destacar que pueden no ser adecuados para todas las personas, ya que las experiencias psicodélicas adversas abarcan la confusión, la ansiedad e incluso episodios psicóticos en pacientes vulnerables.
Evidencia disponible
La psilocibina es una variante sintética de una sustancia contenida en hongos alucinógenos. Según un estudio publicado en The New England Journal of Medice, tiene un impacto significativo en la reducción de los síntomas de una depresión resistente. Dicho estudio estaba en fase 2b y muestra avances significativos, pero se necesitan estudios más amplios.
En general, algunas investigaciones han demostrado que estas sustancias han ayudado a personas con trastornos mentales como el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno por estrés postraumático, el alcoholismo y la cefalea en racimo. Otras de las sustancias psicodélicas usadas conocidas son el LSD, DMT, psilocibina, mescalina y MDMA. Sus efectos dependen en gran medida del entorno en el que se administran y del estado de ánimo del receptor.
Modo de acción
Las principales sustancias psicodélicas son la ketamina, el LSD, la mescalina, la psicobicina y la ayahuasca. Los psicodélicos funcionan como agonistas del receptor 2A de serotonina. La activación de este receptor, igual que sucede con los antidepresivos actuales, aumentaría las concentraciones de monoaminas y facilitaría la neurotransmisión dopaminérgica.
De esta manera, se modularían diferentes redes neuronales encargadas de la regulación emocional y autopercepción.
Tras la activación del receptor de serotonina, también se produce un aumento de glutamato que, a nivel molecular, se traduce en un aumento de BDNF (brain derived neurotrophic factor).
El BDNF favorece la generación de nuevas sinapsis, lo que mejoraría los procesos de aprendizaje y memoria, aumentando la neuroplasticidad.
Los pacientes con depresión suelen presentar pensamientos rígidos y con un sesgo negativo respecto a ellos mismos, y el entorno. Por tanto, el aumento de la neuroplasticidad puede favorecer cambios en el procesamiento de la información que minimicen el sesgo negativo. Se ha descrito que, tras la administración de sustancias psicodélicas, los pacientes muestran mejor flexibilidad psicológica y mejor autopercepción.
En este sentido, se están realizando estudios bajo la hipótesis de que los psicodélicos aumentarían la eficacia de la terapia psicológica.
Implantación en la clínica
Un 30% de los pacientes con depresión no responden a los tratamientos actuales, a pesar de que se dispone de un amplio abanico de antidepresivos.
Las personas con depresión tienen un alto grado de sufrimiento y una limitación en su funcionamiento diario, por lo que es necesario intentar todas las estrategias disponibles para que puedan mejorar.
Si los psicodélicos muestran un beneficio y una opción de mejora a pacientes que no responden a otras estrategias, serán de utilidad en la práctica diaria.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas limitaciones, ya que es necesario disponer de un entorno controlado y seguro, dado que estas sustancias inducen un estado alterado de conciencia. Además, se ha descrito que el entorno en el que se realiza el tratamiento puede interferir en los síntomas presentados durante la disociación y en el procesamiento posterior y, por tanto, podría influir en la respuesta clínica.
En ese sentido, es probable que su uso quede restringido a entornos sanitarios, lo que implicará una limitación en su uso y accesibilidad.
También es necesario disponer de más información sobre su uso a largo plazo y descartar que puedan inducir clínica psicótica u otros trastornos relacionados con la percepción.
En los próximos años, se dispondrá de mayor evidencia respecto a su eficacia y seguridad para poder responder a si serán de utilidad en la práctica psiquiátrica habitual.
La primera dificultad para su implementación en la práctica habitual, teniendo en cuenta el marco normativo actual, es la legal.
Administración
También es complicada su administración, ya que se suelen emplear posologías y administraciones que se realizan con facilidad de forma ambulatoria, pero como en este caso se tendría que realizar en el centro, permanecer el paciente un tiempo en el mismo, se complica su implementación.
Otra dificultad es el ambiente en el que se aplica, teniendo en cuenta el equipo interdisciplinar, el vínculo, la atmósfera emotivo-espacial e incluso la ropa de los pacientes, entre otras cosas.
Igualmente, puede ser limitante que el paciente haya presentado síntomas o tenga ciertos diagnósticos previos.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Daniel Martínez-Uribe, de la Unidad de Salud Mental Collblanc, Institut Català de la Salut; José Martínez-Raga, jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Doctor Peset, de Valencia; María Eulalia Jaén López, del Centro de Salud Mental de Alcalá de Henares; Marina Maté Moreno, del Hospital de Día ITA Málaga; Lara Rodriguez Andrés, del Hospital Clínico Universitario de Valladolid; Eva Aguilar, del Centro de Salud Mental del Hospital Universitari Parc Taulí; Clara María Sanahuja Muñoz, del Hospital Universitario Puerta de Hierro, de Madrid; Francisco Javier Manzanera López, del Centro de Salud Mental Caravaca de la Cruz, en Murcia, y Juan Gómez de Tojeiro Roce, del Hospital Comarcal de Laredo, en Cantabria.