Redacción, Valencia.- Los avances en el diagnóstico y tratamiento de la leucemia linfática crónica han sido analizados en la XLVI Reunión Nacional de la Asociación Española de Hematología y Hemoterapia y en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia, celebrados en el Palacio de Congresos de Valencia.

El doctor E. Montserrat, del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona, abordó los factores pronósticos en la leucemia linfática crónica. La herramienta fundamental para establecer el pronóstico de los pacientes con esta enfermedad ha sido, durante décadas, el estadiaje clínico. Sin embargo, la clasificación según estadios clínicos tiene limitaciones, a lo que hay que añadir que, en la actualidad, la mayoría de los enfermos con leucemia linfática crónica se diagnostican accidentalmente, en fase asintomática y por tanto en un estadio precoz, con lo que el estadiaje clínico pierde su validez.

El ponente examinó los diversos factores pronósticos hoy en uso, sus ventajas y sus limitaciones, y señaló la necesidad imperativa de definir factores pronósticos actualizados que tengan en cuenta la mayor eficacia de la terapia antineoplásica actual.

Otra ponencia correspondió a la doctora Mª D. Caballero (Hospital Universitario de Salamanca) y colaboradores, y se refirió al trasplante de progenitores hematopoyéticos en la leucemia linfática crónica. A lo largo de la última década, los avances en el conocimiento de la biología de la leucemia linfática crónica B han dado lugar a un cambio radical en su comprensión, pasando a considerarse no una enfermedad proliferativa homogénea de larga supervivencia sino una con un pronóstico muy diferente en función de factores biológicos y genéticos de las células leucémicas.

Posibilidades del trasplante autólogo

Según Caballero, un primer aspecto que hay que considerar es el del trasplante autólogo: ¿puede curar la enfermedad? El primer problema que se presenta es cómo definir la curación, ya que los criterios de "remisión o respuesta completa? hasta ahora empleados hacen sospechar que una proporción harto considerable (si no la totalidad) de los casos de "recaída? no eran tales, sino casos en los que nunca se consiguió la erradicación total en el momento de máxima respuesta. Teniendo esto en cuenta, es más fácil comprender los datos de las series publicadas, que indican una progresión continua de las recaídas en función del tiempo.

Si se considera beneficioso y deseable obtener una "buena remisión" (que aún está por definir) tras el trasplante, es lógico plantear la "limpieza", la "purga", del producto a infundir. En este contexto, es posible que la utilidad potencial de la "purga o limpieza" in vitro se vea superada por aquella de la limpieza o purificación in vivo mediante anticuerpos monoclonales que permitirían recurrir al autotrasplante con enfermedad detectable sólo por técnicas de alta sensibilidad como la de los estudios de enfermedad mínima residual altamente selectivos.

Esta especialista también se preguntó si tiene el trasplante autólogo impacto en la supervivencia. No hay estudios prospectivos que ayuden a dar una respuesta, pero los datos disponibles sugieren que sí. Pero, ¿qué se puede decir acerca del trasplante alogénico? Es cierto que conlleva una mayor mortalidad post-trasplante, pero en este caso, y a diferencia del trasplante autólogo, hay una "mesta? en las curvas, y entre el 20 y el 55 por ciento de los pacientes persisten en respuesta completa mantenida.

Variantes de la técnica

La doctora Caballero indicó que hay que considerar también variantes de la técnica, como por ejemplo el trasplante con acondicionamiento de intensidad reducida. La ponente examinó también los factores que influyen en el éxito del trasplante en la leucemia linfática crónica B y la eficacia de cada uno de los tipos de trasplante en la erradicación de la enfermedad mínima residual, para concluir que quedan aún abiertas muchísimas cuestiones, pero sí pueden hacerse algunas recomendaciones, aplicables a pacientes de menos de 70 años de edad.

En primer lugar, la decisión de iniciar tratamiento debe basarse en la existencia de enfermedad sintomática y no sólo en la presencia de factores pronósticos. En segundo lugar, la reevaluación de la enfermedad debe llevarse a cabo con los métodos más sensibles y reproducibles. Por fin, si el paciente es un candidato a trasplante, deberá incluírsele, siempre que sea posible, en estudios prospectivos y ofrecérsele la posibilidad de entrar a formar parte en ensayos clínicos en los que pueda beneficiarse de terapias que se encuentran aún en fase de investigación.