Un equipo de científicos del Departamento de Inteligencia Física del Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes, en Alemania, ha combinado la robótica con la
biología equipando a las bacterias 'E. coli' con componentes artificiales para construir microrobots biohíbridos, según publican en la revista
'Science Advances'.
En primer lugar,
el equipo adhirió varios nanoliposomas a cada bacteria. En su círculo exterior, estos portadores de forma esférica encierran un material (ICG) que se funde cuando se ilumina con luz infrarroja cercana. Más hacia el centro, dentro del núcleo acuoso, los liposomas encapsulan moléculas de fármacos quimioterapéuticos solubles en agua (DOX).
El segundo componente que los investigadores
adhirieron a la bacteria son nanopartículas magnéticas. Cuando se exponen a un campo magnético, las partículas de óxido de hierro sirven de refuerzo a este microorganismo, ya de por sí muy móvil.
De este modo, es más fácil controlar la natación de la bacteria, un diseño mejorado hacia una aplicación in vivo. Mientras tanto, la cuerda que une los liposomas y las partículas magnéticas a la bacteria es un complejo de estreptavidina y biotina muy estable y difícil de romper, que se desarrolló unos años antes y que resulta útil para construir microrobots biohíbridos.
Bacterias 'E. coli'
Las bacterias 'E. coli' son
nadadores rápidos y versátiles que pueden navegar a través de materiales que van desde líquidos hasta tejidos muy viscosos. Pero eso no es todo, también tienen capacidades sensoriales muy avanzadas. Las bacterias se sienten atraídas por gradientes químicos como niveles bajos de oxígeno o alta acidez, ambos frecuentes cerca del tejido tumoral.
El tratamiento del cáncer mediante la inyección de bacterias en su proximidad se conoce como
terapia tumoral mediada por bacterias. Los microorganismos fluyen hasta el lugar donde se encuentra el tumor, crecen allí y de esta forma activan el sistema inmunitario de los pacientes. La terapia tumoral mediada por bacterias es un enfoque terapéutico desde hace más de un siglo.
Los científicos mostraron cómo lograron dirigir externamente una solución de tan alta densidad a través de diferentes cursos.
Primero, a través de un canal estrecho en forma de L con dos compartimentos en cada extremo, con un esferoide tumoral en cada uno.
En
segundo lugar, una configuración aún más estrecha que se asemeja a pequeños vasos sanguíneos. Añadieron un imán permanente adicional en un lado y mostraron cómo controlan con precisión los microrobots cargados de fármacos hacia los esferoides tumorales.
Y en
tercer lugar, yendo un paso más allá, el equipo dirigió los microrobots a través de un gel de colágeno viscoso (parecido al tejido tumoral) con tres niveles de rigidez y porosidad, que van de blandos a medios y a rígidos. Cuanto más rígido es el colágeno y más apretada es la red de hilos de proteínas, más difícil es para las bacterias encontrar un camino a través de la matriz.
El equipo demostró que, una vez que añaden un campo magnético, las bacterias consiguen navegar hasta el otro extremo del gel, ya que las bacterias tienen una fuerza mayor. Debido a la alineación constante, las bacterias encontraron un camino a través de las fibras.
Una vez que los microrobots se acumulan en el punto deseado (el esferoide del tumor), un láser de infrarrojos cercanos genera rayos con temperaturas de hasta 55 grados Celsius, lo que desencadena un proceso de fusión del liposoma y una
liberación de los fármacos encerrados. Un nivel de pH bajo o un entorno ácido también hace que los nanoliposomas se abran, por lo que los fármacos se liberan cerca de un tumor automáticamente.