El mioma uterino es el tumor benigno más frecuente del aparato genital femenino; se estima que una de cada cuatro o cinco mujeres los presenta. Su existencia está unida a la edad reproductiva de la mujer, desde la primera regla hasta su declive en la menopausia, y afecta principalmente a las féminas de entre 30 y 50 años de edad; sin embargo, parece ser que existe una predisposición genética y una influencia hormonal puesto que los miomas pueden crecer durante el embarazo, cuando precisamente las hormonas están en pleno auge, generalmente vuelven a su tamaño original después del nacimiento del bebé y lo normal es que disminuyan, junto con las hormonas, en la menopausia. En cualquier caso, lo cierto es que una vez que la mujer ha pasado la barrera de la menopausia rara vez aparecen nuevos miomas.
Múltiples
Cuando nacen son como pequeñas plantas que acaban de brotar de la semilla, que han escogido las paredes musculares del útero para crecer y sobrevivir y que pueden ser tan diminutos que se requiera de un microscopio para poder observarlos. Puede que el tiempo tan sólo les conceda tener el tamaño de un guisante o que les permita tener una dimensión tal que incluso llegue a simular un embarazo de seis meses. Pueden ser únicos, pero lo normal es que haya varios, de ahí que casi siempre se hable de miomas múltiples. Muchas mujeres no presentan ningún síntoma y se diagnostican de forma casual en un examen ginecológico rutinario.
Posibles complicaciones
A pesar de su habitual carácter benigno, los miomas pueden afectar de forma negativa a la calidad de vida de la mujer que los padece. Por un lado, aunque la relación entre miomas y esterilidad no está del todo demostrada, sí se puede decir que los miomas intramurales y submucosos disminuyen las probabilidades de embarazo. Esto ocurre porque o bien uno de ellos obstruye las trompas de Falopio e impide que los espermatozoides alcancen y fertilicen el óvulo o bien impide que el óvulo ya fertilizado se implante en el revestimiento uterino.
Por otra parte, un 20% de las mujeres embarazadas que presentan miomas pueden sufrir alguna complicación, como aborto espontáneo, parto prematuro, o necesidad de cesárea cuando los miomas bloquean el canal del parto o hacen que el feto adopte una posición anormal, entre otras.
Aunque de forma muy poco frecuente, se han dado casos en los que el tumor se convierte en canceroso, algo que de ocurrir se produce normalmente tras la menopausia. Finalmente, puede producirse un sangrado importante o crecimiento del mioma en muy poco tiempo, situaciones que requieren atención médica urgente.
El diagnóstico
Todo diagnóstico pasa por la consulta del ginecólogo, al que la mujer acude a su revisión rutinaria o por la presencia de alguna molestia. En el examen físico, el ginecólogo detecta que el útero presenta un tamaño mayor del normal y, para confirmar la sospecha, lo normal es que realice una ecografía pélvica, método que se ha revelado como el más fiable para el diagnóstico de estas lesiones, aunque también puede recurrir a un escáner, una resonancia magnética o una histeroscopia, método de diagnóstico que consiste en introducir una lente a través del cuello del útero para visualizar la cavidad uterina. Por su parte, la laparoscopia diagnóstica es otro procedimiento que permite visualizar directamente el interior del abdomen y de la pelvis y la toma de muestras para biopsia si fuese necesario. En concreto, consiste en la introducción de un tubo óptico dentro de la cavidad abdominal, mediante una incisión de 10 milímetros en la zona del ombligo, y es una buena alternativa para evaluar la presencia de miomas submucosos.
¿Cómo se tratan?
Lo primero que determinará el ginecólogo, en función del tipo, tamaño y localización de los miomas es si requieren o no tratamiento. Si no existen síntomas importantes lo habitual es que sólo sea necesario que la mujer acuda a un examen periódico para que el especialista controle si el mioma ha aumentado de tamaño mediante un simple examen pélvico manual y/o una ecografía. Pero si existen molestias importantes, si los miomas son grandes o han aumentado de tamaño será necesario instaurar un tratamiento concreto que variará en función de la gravedad de los síntomas que presente la mujer, su edad y estado de salud y las características del mioma en cuestión. Las distintas opciones de tratamiento abarcan la terapia hormonal, el tratamiento quirúrgico o la embolización de las arterias uterinas.
Tratamiento hormonal
El objetivo de este tipo de tratamiento es, dicho coloquialmente, ‘cortarle el grifo’ a los miomas. Como estos tumores se alimentan de estrógenos, en el momento que el ovario deja de funcionar, los estrógenos que circulan por la sangre son cada vez menos por lo que el tamaño de los miomas disminuirá también con ellos, aunque rara vez desaparecerán por completo. Alrededor de este tratamiento se han alzado algunos ‘peros’. El primero es que su efecto no dura siempre pues basta con dejar el tratamiento para que los miomas vuelvan poco a poco a su tamaño original. El segundo es que con él la mujer entra en una espiral de efectos secundarios muy similares a los que tendrá cuando llegue la menopausia, tales como sofocos, sequedad vaginal, sudoraciones, cambios de humor y, en ocasiones, pérdida de masa ósea. Por todo ello, en algunos casos el tratamiento hormonal sólo se usa durante cortos espacios de tiempo, como por ejemplo, antes de la cirugía, o cuando la mujer está ya a las puertas de la menopausia.
Cirugía
Tras valorar la situación el especialista puede considerar que la mejor opción es la cirugía, en la que existen varias posibilidades. Con la miomectomía se extirpa tan sólo el mioma y se preserva el útero, por lo que es la técnica idónea para la mujer que desee quedarse embarazada en el futuro. No obstante, se estima que un tercio de las mujeres que se someten a una miomectomía requerirán posteriormente una histerectomía, es decir, la extracción del útero, una técnica que es de por sí recomendable en aquellos casos en los que los miomas son grandes, el sangrado es abundante o la mujer ya ha llegado a la menopausia. Cuando los miomas son pequeños e intramurales se puede optar por otra técnica menos agresiva, la histeroscopia quirúrgica, que consiste en introducir una pequeña cámara dentro del útero y los instrumentos necesarios para extirpar los miomas a través del cuello uterino. Es un procedimiento quirúrgico ambulatorio del que las mujeres se suelen recuperar muy rápidamente.
Finalmente, la embolización es un paso intermedio entre la cirugía y el tratamiento médico. Consiste en privar al mioma de la sangre que le hace crecer. Basta con estar ingresada 24 horas y una anestesia local para que las arterias uterinas, es decir, su flujo sanguíneo, se bloqueen y en consecuencia, las hemorragias se detengan, las células del mioma se vayan muriendo y éste disminuya progresivamente de tamaño. Mientras esto sucede, la parte sana del útero seguirá recibiendo sangre por otras arterias.
FUENTES: Clínica Universitaria de Navarra, Medline Plus y Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista.