El tratamiento de la dislipemia precisa una estrategia integral que incluya el control de los niveles plasmáticos de lípidos y el abordaje tanto de las anomalías metabólicas asociadas como de los factores de riesgo modificables.
La primera actividad dentro de este plan terapéutico es la
modificación del estilo de vida y la educación del paciente, reservando la terapia farmacológica para los casos en los que estas medidas no sean suficientes para alcanzar los objetivos terapéuticos o en situaciones clínicas concretas.
Se ha observado que con solo introducir
modificaciones del estilo de vida del paciente se pueden conseguir reducciones de entre el 5 % y el 15 % de los niveles de cLDL. Las principales recomendaciones sobre el estilo de vida en pacientes con dislipemia son ejercicio físico de intensidad moderada (como caminar rápido, pasear en bicicleta o realizar labores de limpieza) durante 3,5-7 horas a la semana o 30-60 minutos la mayoría de los días.
Dieta
Seguir una dieta baja en grasas trans y saturadas, que incluya frutas y verduras, cereales (preferentemente enteros), pescado y carnes magras. Es importante tener un control del peso, de forma que el índice de masa corporal se mantenga entre los 20 y 25 kg/m2 y la circunferencia abdominal sea inferior a 94 cm en hombres y a 80 cm en mujeres.
Para perder peso, se recomienda reducir la ingesta calórica 300-500 kcal al día, junto con ejercicio físico. La
pérdida de peso y el ejercicio físico tienen un efecto modesto en el cLDL, pero aumentan el cHDL e influyen favorablemente en otros factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes y la hipertensión.
También es importante el control de la presión arterial, que debe ser inferior a 140/90 mmHg. Para esto, ayuda reducir el consumo de sal a <5 g al día.
Además, hay que tener en cuenta reducir el consumo de alcohol y evitar el tabaco.
Tratamiento farmacológico
En cuanto al tratamiento farmacológico hay que evaluar el
riesgo cardiovascular total antes de fijar los objetivos terapéuticos. Es necesario involucrar al paciente en las decisiones.
La elección de la
estatina adecuada es clave para alcanzar la meta terapéutica. Debe ajustarse la dosis hasta la máxima recomendada o tolerable hasta alcanzar el objetivo terapéutico antes de añadir otros fármacos, como
ezetimiba o iPCSK9.
Prevención primaria
El cribado en prevención primaria se establece para calcular el riesgo cardiovascular del paciente e identificar quién podría beneficiarse de diversas intervenciones destinadas a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Además, puede resultar útil para identificar a pacientes con alto riesgo de desarrollar dislipemias familiares, conocer la causa de otros problemas clínicos, valorar a pacientes con enfermedad cardiovascular establecida o evaluar la eficacia y/o la adherencia del paciente al tratamiento hipolipemiante.
Recomendaciones
No obstante, no existe un acuerdo uniforme entre las diferentes guías de práctica clínica sobre en qué pacientes, a qué edad, con qué factores de riesgo y con qué frecuencia se deben realizar el cribado de dislipemias.
Las especialidades que se encargan de su manejo, además de Atención Primaria, son Medicina General, Cardiología, Medicina Interna, Endocrinología y Enfermería como principales.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Cardiología Enrique Duran Jiménez, del Hospital de Cabra; Jaime Fernández-Dueñas Fernández, del Hospital de Puente Genil y los médicos generales Rodrigo Ruz Muriel, de Lucena, y Fernando Expósito Ramírez y Antonio José García Bellido, de Cabra.