La relación entre la microbiota y el cerebro está ganando peso en la investigación sobre salud mental. La dieta mediterránea puede tener unos efectos protectores también en el ámbito de la depresión
5 de febrero 2024. 1:36 pm
Los estudios realizados sobre la influencia de la dieta y estados afectivos sostienen que las dietas con alto contenido en grasas saturadas, baja en verduras frutas, cereales, oligoelementos se han relacionado con trastorno depresivos. El metabolismo celular conlleva reacciones químicas oxidativas que liberan productos tóxicos…
Los estudios realizados sobre la influencia de la dieta y estados afectivos sostienen que las dietas con alto contenido en grasas saturadas, baja en verduras frutas, cereales, oligoelementos se han relacionado con trastorno depresivos.
El metabolismo celular conlleva reacciones químicas oxidativas que liberan productos tóxicos que generan muerte y disfunción celular. Se trata de los llamados radicales libres. Normalmente, estos elementos son neutralizados por otras sustancias antioxidantes. Las dietas con alto aporte de azúcares generan mayor estrés oxidativo, que difícilmente puede ser neutralizado. De hecho, estas dietas provocan mayor estrés oxidativo y procesos inflamatorios, incluyendo al sistema nervioso central.
Estos cambios pueden afectar la producción y regulación de los neurotransmisores, lo que tiene un impacto negativo en el estado de ánimo y las emociones.
Lo mismo ocurre con aquellas dietas pobres en verduras, frutas y alimentos frescos, con excesivo aporte de proteínas de origen animal.
Déficit de vitaminas
El déficit de vitaminas del grupo B también está implicado, ya que estos contribuyen al metabolismo de neurotransmisores. La vitamina B6 tiene un papel fundamental en la conversión de triptófano en serotonina.
En este contexto, se sitúa la deficiencia de minerales, como el zinc, selenio y magnesio. De hecho, los niveles de zinc suelen ser bajos en pacientes con depresión y el aumento oral del zinc puede incrementar la efectividad de la terapia antidepresiva.
Sería recomendable evitar carbohidratos refinados, azúcares y aceites vegetales industrializados (soja, girasol, canola, cártamo y maíz), ya que promueven la inflamación y generan desequilibrio en la microbiota.
Hay que tener en cuenta que la propia sintomatología depresiva suele estar acompañada de empeoramiento de hábitos y rutinas de cuidado personal. Por eso, se pone menos atención en la alimentación y en la realización de actividad física. Además, los fármacos que se utilizan para tratar la depresión comportan efectos secundarios para la salud física de la persona.
Dieta y depresión
La investigación científica disponible sobre la relación entre la dieta y la depresión sugiere que ciertos patrones dietéticos podrían tener un efecto protector y reducir el riesgo de desarrollar depresión. Uno de los enfoques más prometedores es la dieta mediterránea.
Numerosos estudios han respaldado la asociación positiva entre la dieta mediterránea y la salud mental. Esta dieta se caracteriza por un alto consumo de frutas, verduras, nueces, semillas, pescado y aceite de oliva, mientras que limita el consumo de carnes rojas y alimentos procesados.
Un estudio publicado en Molecular Psychiatry bajo el título 'Adherence to Mediterranean Diet and Risk of Developing Depression: Prospective Cohort Study' examinó datos de más de 10.000 participantes y encontró que aquellos que seguían una dieta mediterránea de manera más consistente tenían un menor riesgo de desarrollar depresión en el futuro.
Prevención
Los componentes clave de la dieta mediterránea, como los ácidos grasos omega-3 presentes en el pescado, los antioxidantes de las frutas y verduras, y los ácidos grasos monoinsaturados del aceite de oliva, parece ser que desempeñan un papel importante en la protección contra la depresión. Estos nutrientes pueden tener efectos antiinflamatorios y neuroprotectores que benefician el funcionamiento cerebral y el estado de ánimo.
Otro estudio que también avala dicha tesis es el 'Mediterranean Diet, Depression, and the Oldest-Old: The Italian Longitudinal Study on Aging (ILSA)', publicado en Journal of Gerontology: Psychological Sciences, donde se analizó a una población de adultos mayores y su adhesión a la dieta mediterránea. Los resultados indicaron que aquellos que seguían una dieta mediterránea tenían un menor riesgo de desarrollar depresión en comparación con aquellos que no la seguían.
Por lo tanto parece indicar que una dieta rica en productos frescos no procesados ayuda a mantener un estado de salud física y mental en condiciones adecuadas, sin olvidar el origen multifactorial de los trastornos del estado de ánimo.
Microbiota
La microbiota intestinal se define como el conjunto de microorganismos autóctonos que residen en el intestino en forma simbiótica con el hospedador. Posee alrededor de 1.014 microorganismos, cifra que representa al menos una cantidad similar al número de células en nuestro cuerpo.
En los últimos años han aumentado los trabajos clínicos y preclínicos que vinculan la microbiota intestinal y la salud mental. Dichos trabajos proponen una intrincada red de señalización que regula el eje microbiota-intestino-cerebro. De hecho, al intestino se le ha llegado a llamar el segundo cerebro. Así, sugieren que la comunicación entre la microbiota intestinal y el cerebro es bidireccional, establecida a través de mecanismos que involucran a los sistemas endocrinológico, nervioso, entérico e inmune.
El mencionado concepto sugiere que la modulación de la microbiota intestinal puede contribuir con el desarrollo de nuevos tratamientos en patologías del sistema nervioso central.
Una estrategia prometedora para modular la comunicación microbiota intestinal-cerebro radica en el uso de probióticos, que pueden conferir un beneficio al hospedador en el ámbito emocional o en su capacidad de soportar estímulos estresantes.
Esta nueva área de estudio, que une disciplinas aparentemente distantes como la microbiología, endocrinología y neurociencias, abre un novedoso campo de investigación en salud mental.
Neurotransmisores
Las bacterias intestinales son capaces de producir y suministrar grandes cantidades de sustancias neuroactivas, como la serotonina (5- HT) y el ácido gamma-aminobutírico (GABA), que actúan sobre el eje intestino-cerebro. Estos neurotransmisores poseen un papel determinante, tanto en la fisiopatología de la depresión como en los trastornos de ansiedad.
Se ha comprobado también la influencia de la microbiota sobre el metabolismo del triptófano, precursor de la 5-HT. De esta manera, las bacterias intestinales son moduladores importantes de los niveles de 5-HT y juegan un papel clave en la regulación de los procesos biológicos relacionados con la actividad serotoninérgica.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Psiquiatría Carmen Rosón-Fernández, del Hospital Naval de Ferrol; Guillermo Momparler Lázaro, del Hospital Universitario Son Llàtzer, en Palma de Mallorca; Guillermo Ford, del Hospital de Poniente; Marta Vázquez Delgado, de la Unidad de Salud Mental Comunitaria Rinconada, del Hospital Virgen Macarena, en Sevilla; Marina Gutiérrez Rodríguez, del Hospital Vega Baja, de Orihuela, Alicante; Mariella Sangines Yzzo, del Hospital Universitario de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife; Magdalena Otaño Tiscornia, del Centro de Salud Mental Ansoain; Eva González Ríos, de la Unidad de Salud Mental Jerez, y Elisa Losantos Salvador, del Centro de Salud Mental de Adultos Valls.