Nos estremecemos cuando
oímos la palabra infarto y
somos conscientes de que la
salud de nuestro corazón depende
en gran parte de nosotros
mismos, pero nos sentimos
totalmente ajenos a otro mal
quizás menos conocido pero
también sumamente dañino: la
muerte súbita. No en vano, ha
conseguido entrar a formar
parte de la lista de las principales
causas de muerte en la sociedad
occidental. España no
podía ser una excepción y cada
año mueren en nuestro país
por culpa de esta amenaza entre
40.000 y 50.000 personas,
de los cuales casi 800 pueden
estar provocados directa o indirectamente
por el deporte.
Y es que, aunque nadie
duda de las virtudes del ejercicio
para combatir el sedentarismo,
prevenir la aparición de
enfermedades cardiovasculares
y beneficiar en innumerables
ocasiones al organismo,
cuando se realiza de forma
muy intensa y durante un periodo
prolongado de tiempo
puede que se tenga que lamentar
la aparición de problemas
cardíacos, entre los que
se encuentran la muerte súbita.
De ahí que los deportistas
profesionales conformen una
de las poblaciones más sensibles
a este mal.
¿Por qué ocurre?
La ecuación es sencilla. El deporte
tiene muchos beneficios
pero no por ello está exento
de riesgos. Tal y como indica
el doctor Carlos Pons, vicepresidente
del Comité Científico
del Congreso Mundial de
Medicina del Deporte celebrado
en Barcelona, 'incrementa
la frecuencia cardíaca,
lo que hace que aumente el
consumo de oxígeno por parte
del miocardio y, por otra
parte, provoca espasmos arteriales
coronarios y arritmias'.
En una persona sana estas
reacciones no suponen ningún
problema, pero si la persona
en cuestión es un deportista
aquejado de uno de los
tres problemas de base capaces
de desencadenar una
muerte súbita, la escena se
traduce en un riesgo importante
de acabar engrosando
la lista de víctimas. La buena
noticia es que la inmensa mayoría
de las cardiopatías isquémicas,
las miocardiopatías
hipertróficas y las displasias
arritmogénicas del ventrículo
derecho, las tres enfermedades
básicas, 'se pueden diagnosticar
previamente a través
de diversas técnicas, en ocasiones
invasivas', concluye
Pons.