Hace ya unos días que la calle huele a castañas asadas y que todo lo que nos rodea ha entrado en un torbellino de color que anuncia la llegada de la Navidad. Y con ella da la sensación de que algunas cosas cambian, al menos se hacen más evidentes los deseos de prosperidad y las buenas intenciones. Además, hasta el más sensato sueña con que el 22 de diciembre una lluvia de millones inunde su hogar.
Estos suelen ser días de gran ajetreo. El tiempo es oro y más en estas fechas en las hay que ir corriendo de un lado para otro para llenar el carrito del supermercado con todo lo necesario para las celebraciones. La verdad es que apenas hay tiempo para uno mismo pero los pocos días que podamos 'arañar' hay que aprovecharlos al máximo.
Quizás usted sea de los que prefiere reservar algunos días de fiesta para disfrutar de unas mini-vacaciones y desconectar del ajetreo navideño, del trabajo y de las preocupaciones habituales de la vida diaria. Viajar se ha convertido en un excelente antídoto contra el estrés. Ya sea tumbado al sol en una playa, esquiando en la montaña o llevando a los niños a un parque temático, se rompe con la monotonía y recargamos pilas para afrontar con energías renovadas el nuevo año.
La depresión navideña
Pero no todas las personas viven estas fechas con ilusión. Por desgracia hay a quienes les basta con que se empiece a hablar de Navidad para encerrarse en sus recuerdos y pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. De ahí que algunos lleguen a preferir a la soledad como única compañía. Son las víctimas de un mal típico de estas fiestas: la depresión navideña.
Aunque ha sido bautizada con ese nombre tan sólo tiene de depresión el envoltorio en la que se presenta: bajo estado de ánimo y una buena dosis de nostalgia provocada normalmente por el recuerdo de algún ser querido fallecido o que se encuentra lejos. Pero normalmente, una vez que llega el mes de enero y se vuelve al escenario de cada día, la melancolía remite. Por eso no es realmente una depresión.
Planifique su tiempo
Pero, por muy gratas que sean estas fiestas, la realidad es que son tantas las cosas que hay que hacer que es fácil acabar estresándose. Lo normal es que en su trabajo no le den más días libres que los que marca el calendario y en el tiempo en el que organiza la casa cada día tiene que encontrar huecos extras para comprar regalos, adornar su casa, preparar las comidas familiares, acudir a las típicas cenas navideñas con los compañeros de trabajo y amigos y escribir las habituales felicitaciones de cada año. Por si esto fuera poco, los niños están de vacaciones y precisan más atención.
Ante esta situación lo mejor es no agobiarse, ser realista y pedir ayuda al resto de miembros de la familia. Viene bien echar un vistazo a las navidades pasadas para no cometer los mismos errores de antaño y no obsesionarse con que todo ha de quedar perfecto.
Tener preparadas las cosas con antelación aporta tranquilidad y los pequeños imprevistos que siempre van apareciendo no agobiarán tanto como si se dejara todo para última hora. No se deje atrapar por la presión de comprar sin cesar. Antes de empezar, fije un límite de gastos que le salvaguarde de contraer más deudas, pues esto sólo le causaría más estrés.
Aparte de todo esto, viene muy bien encontrar un pequeño hueco para cuidar de uno mismo y descargar tensiones. Duerma bastante, coma bien y haga ejercicio. Si consigue asumir con calma esta Navidad disfrutará mucho más de ella.
Y después de las fiestas...
Cuando las luces se apagan y todo vuelve a normalidad hay quien sucumbe a otro tipo de depresión que se conoce como post-navideña. Ahora toca volver al trabajo en el peor trimestre del año pues hay que esperar a que llegue la Semana Santa para disfrutar de otro periodo festivo. Los familiares se dispersan y es posible que tardemos bastante en volver a ver a alguno de ellos. Es normal que cueste dejar lo bueno para volver a la rutina de todos los días y que sienta melancolía al recordar los días que ha vivido en compañía de sus seres queridos. Son ciclos normales de la vida: a los momentos de felicidad y vacaciones siempre le siguen otros duros por tener que afrontar la vuelta a la realidad.
Es conveniente ponerse metas y cumplir pequeños sueños constantemente para ser feliz. No hace falta que sean grandes logros, simplemente acontecimientos y sensaciones que nos hagan sentir bien. Por ejemplo, piense en las rebajas que tiene por delante, organice excursiones para algún fin de semana y permítase el lujo de hacer cada día algo que le guste, como leer o practicar algún deporte. Pequeñas batallas que nos harán sentir mucho mejor y nos permitirán pensar que la fiesta aún continúa.
Un día sin estrés
Nada mejor que iniciar un día de vacaciones poniéndose en forma. Primero unos estiramientos suaves que 'despierten' la circulación sanguínea y relajen los músculos y unas respiraciones profundas que ayudarán a comenzar el día sin tensiones. Después su estado de ánimo necesita avivarse con unos diez minutos de alguna actividad física que no suponga un gran esfuerzo, como caminar o hacer unos abdominales. Aproveche la ducha para poner en marcha su sistema nervioso con unos segundos de agua fría o al menos tibia.
Si aún así cuando llega el mediodía está tenso, respire hondo y profundo. Como a las tres de la tarde el ritmo cardiaco disminuye, lo mejor que puede hacer nada más comer es o bien echarse una siesta de no más de treinta minutos, o bien alguna actividad sencilla como salir a dar un paseo. Con todo ello estará mejor preparado para afrontar las compras, la cocina y otros quehaceres propios de la Navidad.