Redacción, Madrid.-Que la nicotina genera una fuerte adicción lo saben muy bien los fumadores, y, mejor que éstos, las personas que han dejado el tabaco o lo han intentado alguna vez. No es fácil abandonar el hábito, y la razón se debe a que la nicotina, tal como afirma el doctor Carlos Jiménez Ruiz, coordinador del área de tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), "es capaz de crear una dependencia mayor que la heroína".
El potente poder adictivo de la nicotina procede de la doble acción cerebral que ejerce sobre el núcleo ceruleus, localizado en el diencéfalo, y sobre el sistema mesolímbico. "Ambos niveles cerebrales "explica este director la Unidad de Tabaquismo del Instituto de Salud Pública de la Comunidad de Madrid- regulan la sensación de placer, y cuando se habitúan a ser estimulados por la nicotina, terminan por "exigirnos" que continuemos administrándosela, so pena de transformar la inicial sensación de placer en ansiedad y angustia".
La acción a que somete la nicotina al cerebro pasa por dos fases, según la interpretación de Jiménez Ruiz: la primera es la del "engaño" o "simulación", manifestada en una difusa sensación de placer, que es la que se produce cuando una persona fumadora da la primeras bocanadas tras un tiempo de abstención. la otra fase es la de la "extorsión", cuando ya el placer no se produce y se fuma únicamente para no experimentar la ansiedad que provoca la ausencia de nicotina.
Premio y castigo
Se trata de un esquema de funcionamiento cerebral bien conocido. Ya hace medio siglo que una pareja de neurofisiólogos norteamericanos encontró que, al estimular con electricidad una zona concreta de lo más profundo del cerebro de una rata, ésta obtenía placer. Las pruebas fueron concluyentes. Se colocaba un electrodo en este "centro de placer" de forma que la diminuta descarga eléctrica estimuladora sólo tenía lugar si el animal manipulaba una palanca que había en la jaula. La rata, por simple azar, descubría que al tocar la palanca tenía una sensación placentera. Pues bien: las ratas dejaban de comer y beber para continuar estimulándose. La adicción era tan completa que los animales morían de desnutrición.
Poco después, otros científicos encontraron el equivalente negativo al centro cerebral del placer: el "centro de castigo". La estimulación de esta región cerebral "muy próxima a la que produce bienestar- induce reacciones adversas y máximo disgusto.
Aunque los experimentos en humanos sobre este punto son incompletos, a los científicos no les cabe la menor duda de que las personas poseen también este sistema de premio y castigo. Cuando está activado el mecanismo cerebral del placer, el individuo manifiesta bienestar, alegría de vivir y optimismo. Por el contrario, la estimulación del centro del castigo provoca sensaciones negativas, depresión, falta de vitalidad…
Pues bien, se sabe que todas las drogas adictivas interfieren estimulando de alguna manera el centro del placer, aunque no se conoce el detalle exacto de esas interacciones. De la nicotina se sabe, por ejemplo, que ejerce las mismas funciones que la acetilcolina, neurotransmisor del sistema nervioso central implicado en actividades como el aprendizaje, la memoria o la receptividad de los sistemas sensoriales. "Esta es la razón por la que los fumadores dicen que están más "despiertos" o activos cuando tienen su dosis adecuada de nicotina. Y, también, la razón fundamental que justifica su dependencia física y psicológica al cigarrillo", comenta Jiménez Ruiz.