Los padres con niños

que sufren trastornos autistas

son los primeros que notan

que sus hijos son diferentes a

los demás y quienes antes sugieren

a los médicos sus preocupaciones

porque sonríen escasamente

o porque son poco

sensibles a los sonidos que les

rodean. Es más, en casi todos

los casos los padres comentan

al pediatra sus temores y extrañezas

cuando apenas el pequeño

tiene el primer año de

vida. En ese momento, comienza

una carrera que no

tiene fin, pues estos trastornos

son crónicos y provocan un

gran sufrimiento en las familias,

que deben hacer frente a

muchos problemas derivados

de esta enfemedad.

Importancia de la

detección precoz y

del tratamiento

Los niños con estos trastornos

tienen al nacer un aspecto sano

y los primeros síntomas

suelen estar poco definidos y

son poco claros, de forma

que a veces sólo se nota cierta

pasividad y poca atención

ante las cosas que les rodean

y otras lloran sin razón aparente

o son muy excitables.

A pesar de todas las dificultades

para dar con el problema,

un diagnóstico precoz

permite que los niños con

estos trastornos puedan beneficiarse

antes de un tratamiento

integral que pueda

ayudarles a que tengan una

vida mejor en el futuro. De

hecho, aunque no existe nada

que cure el autismo y el

trastorno permanecerá toda

la vida, la terapia conductual,

la educación especializada,

la logopedia y, a veces,

los tratamientos farmacológicos

pueden conseguir una

mejor integración y adaptación

de estas personas.

Posible nueva

epidemia oculta

Ningún país del mundo es libre

de padecer autismo. Se

trata de una enfermedad con

base genética, que no tiene

que ver con la educación o

trato recibido y que afecta a

casi seis personas de cada mil,

con mayor prevalencia en los

varones. En los últimos años,

hay estudios que dicen que

puede haber más casos de los

que parecía, hasta el punto

de que muchos especialistas

hablan de una nueva epidemia

oculta de autismo.

El 60% de los autistas tienen

retrasos mentales más o

menos acusados, de hecho,

muchas de las personas con

las formas más graves de autismo

tienen un coeficiente intelectual

muy por debajo de la

media, son incapaces de hablar

y necesitan un gran apoyo