Ganar la batalla a los kilos de más se ha convertido para muchos en una parte más de su día a día. La dieta mediterránea ha sido sustituida en muchos casos por la comida rápida y con un alto contenido en calorías. Grandes descubrimientos, como el coche o el ordenador, nos ha llevado al sedentarismo, cómodo pero completamente insano.
Vivimos en la sociedad de la abundancia, en la que se come más de la cuenta, sobre todo alimentos hipercalóricos, y en la era de las nuevas tecnologías en la que todo, incluso hacer la compra, puede hacerse desde casa. En nuestro día a día apenas nos movemos y no todos intentamos paliar esta inactividad practicando ejercicio físico.
El resultado es uno de los problemas de salud pública más importante de nuestra era, para muchos la lacra del siglo XXI: el sobrepeso y la obesidad, que van más allá de cuestiones meramente estéticas o de moda, ya que golpea con dureza la salud de quien lo padece.
Si quiere saber si usted es una más de la larga lista de personas que padecen sobrepeso u obesidad, tome nota de esta sencilla fórmula. Se llama Índice de Masa Corporal (IMC) y se calcula dividiendo el peso en kilos por la altura al cuadrado. Por ejemplo, si una persona pesa 60 kilos y mide 1,7 m., su IMC es el resultado de dividir 60 por 2,89 (1,7 al cuadrado). A pesar de que siempre hay que tener en cuenta variables como la edad, el sexo o la complexión física, por norma general se puede hablar de sobrepeso cuando el IMC es mayor de 25 y de obesidad cuando supera los 30.
Puede que el resultado de su IMC le ponga en alerta y decida perder peso. Los milagros no existen, pero su fuerza de voluntad, su sentido común y el apoyo de su médico le ayudarán a salir de esta situación. Su objetivo es ahora acabar con el sobrepeso y para ello ha de seguir una dieta sana y equilibrada y hacer algún tipo de ejercicio físico de forma regular, como nadar, pasear o subir escaleras.
Tiene que conseguir que su cuerpo ingiera menos calorías de las que consume, pero esto no significa que tenga que poner en riesgo su salud. Apueste por una dieta baja en calorías, pero equilibrada en nutrientes y supervisada en todo momento por un médico. No caiga en la monotonía y sea fiel a sus gustos, costumbres y horarios. Y no piense en la dieta como en algo momentáneo sino como en un compañero de por vida, pues si sigue paso a paso lo que su médico le recomiende no estará privándose de cosas sino aprendiendo a comer sano.
Riesgos de las dietas milagro
Por muchos kilos que le sobren y por mucha prisa que tenga para perderlos no sucumba en la trampa de las llamadas dietas milagro. Programas de televisión y revistas de moda y alimentación difunden cada temporada a bombo y platillo dietas de adelgazamiento que prometen perder peso de forma rápida y sin apenas esfuerzo.
Lamentablemente, suelen ser pérdidas de peso excesivamente rápidas y no la promoción de una alimentación sana y equilibrada, y son prescritas por personas sin conocimientos profesionales en el campo de la nutrición. En definitiva, carecen de rigor científico y, lo que es aún peor, no están supervisadas por ningún médico. Además, al igual que el peso ideal no es igual para todos, no lo es tampoco la forma de conseguirlo.
Las dietas milagro son "supuestamente" buenas para todos, cuando la realidad es que cada persona necesita su propio tratamiento para perder peso, un tratamiento que ha de llevarse a cabo siempre bajo control médico.
El problema es que suele tratarse de dietas muy restrictivas, es decir, muy bajas en calorías, y aunque consiguen que el peso disminuya en poco tiempo constituyen un riesgo inaceptable para la salud, ya que pueden provocar graves deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales.
Las calorías son las encargadas de dar al cuerpo la energía que necesita, por lo que ante esta situación cercana al ayuno el organismo busca en las proteínas que tiene almacenadas en su interior la energía que la alimentación no le da.
El resultado es pérdida de masa muscular y, cuando la dieta se prolonga en el tiempo, la formación de sustancias peligrosas para el organismo. Por desgracia, las personas que se someten estas dietas sólo ven los resultados espectaculares que obtienen las primeras semanas y no que lo que han perdido no es grasa, sino masa muscular.
Monotonía y efecto yo-yo
Además, estas dietas conducen a una monotonía alimentaria que las hace insostenibles en el tiempo y peligrosas para la salud, no en vano algunas de ellas etiquetan a alimentos como prohibidos y consiguen no sólo que la persona se obsesione con ellos sino que, ante su ausencia, caigan en una falta de nutrientes impensable en una alimentación sana y equilibrada. Tanta obsesión por los alimentos que se pueden y no se pueden comer puede desencadenar incluso trastornos alimentarios, como anorexia y bulimia, a veces de mayor gravedad que el exceso de peso que se pretende corregir.
Y con el final de la dieta suele llegar la desilusión, pues resulta que al abandonarla las personas que la siguen no han aprendido a comer saludablemente, que es de lo que se trata, y vuelven a las costumbres que les hicieron engordar. Los datos hablan por sí solos. El 95 por ciento de las personas que pierden peso con este tipo de dietas vuelven a recuperarlo, y además acompañado de unos kilos extras, a merced del fenómeno conocido como efecto "rebote" o "yo-yo".
Cómo reconocerlas
La diferencia entre llevar a cabo una "dieta milagro" o una dieta baja en calorías equilibrada avalada por un experto en nutrición es muy clara: con la primera se pone en peligro la salud. Por lo tanto es muy importante aprender a identificar este tipo de dietas. Básicamente todas reúnen tres cualidades:
1. La promesa de pérdida de peso rápida: más de 5 kilos por mes.
2. La afirmación de que se puede llevar sin esfuerzo.
3. El anuncio de que son completamente seguras, sin riesgos para la salud.
Y encajan en uno de los siguientes tipos:
1. Dietas hipocalóricas desequilibradas: en este tipo se incluyen, entre otras, la dieta de la Clínica Mayo (institución que no tiene nada que ver con este régimen dietético), la dieta "toma la mitad", la Dieta Gourmet o la Dieta Cero. Se caracterizan por ajustarse a regímenes monótonos y presentar numerosas deficiencias en nutrientes, sobre todo si se prolongan por largos periodos de tiempo. Cuando se dejan, se recuperan los kilos que se habían perdido, con alguna propina de más.
2. Dietas disociativas: se basan en la idea de que los alimentos no engordan por sí mismos, sino al combinarse con otros, una teoría que carece de fundamento científico. Es más, aunque se quiera es casi imposible llevarlas adelante, pues no hay ningún alimento que solamente contenga proteínas, grasas o hidratos de carbono. La Dieta de Hay o Disociada, el Régimen de Shelton, la Dieta de Hollywood, la Dieta de Montignac o la Antidieta son algunos ejemplos.
3. Dietas excluyentes: como la propia palabra dice, son dietas en las que está prohibido comer un determinado nutriente. Las hay que son ricas en hidratos de carbono y carentes de lípidos y proteínas, como la Dieta Dr. Prittikin y la Dieta del Dr. Haas. otras ricas en proteínas y sin hidratos de carbono, como la Dieta de los Astronautas o la Dieta de Hollywood, con las el organismo afronta una sobrecarga renal y hepática muy importante. Y, por último, están las ricas en grasas. dietas como la de Atkins o de Lutz se conocen como dietas cetogénicas y con tal cantidad de grasa pueden alterar gravemente el metabolismo.
Puede encontrar más información sobre las dietas milagro en la página web de Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (www.aesan.msc.es). En ella encontrará información veraz y de calidad sobre los riesgos de algunas de las "dietas milagro" más conocidas y sobre cómo alimentarse de forma saludable. En nuestra página web (www.elperiodicodela farmacia.es) también puede ampliar la información. Y recuerde: para perder peso póngase en manos de especialistas y no de supuestos milagros.
FUENTES: Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, Proyecto Vivir en Salud de Fundación Mapfre, Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición y Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética.