A medida que las consecuencias del cambio climático se hacen más evidentes, y tras la aparición de fenómenos meteorológicos drásticos como tormentas extremas, olas de calor, huracanes, etc. los científicos no cesan de dar la voz de alarma sobre los problemas que, en este sentido, se avecinan. Mientras, los responsables políticos, sujetos a menudo a compromisos a corto plazo, se limitan a realizar grandes promesas y tímidos ofrecimientos que en la práctica tienen pocas consecuencias factibles, como están poniendo de manifiesto las enormes dificultades que se están encontrando aquéllos que de verdad persiguen la implantación del llamado Protocolo de Kioto.
Las interacciones entre salud y cambio climático son 'múltiples y complejas', a tenor de lo argumentado por los expertos
Pero el cambio climático, que viene creciendo muy tímidamente desde la era preindustrial, está llamando ya a la puerta y enseñando los dientes a un mundo que, si bien conoce cuáles son las armas para afrontarlo (principalmente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, señal de un sector industrial floreciente), no parece tener la capacidad de emplearlas en un contexto de globalización y feroz competitividad donde nadie quiere renunciar a una mayor productividad. Sin embargo, tal como se viene poniendo de relieve sucesivamente, el cambio climático no tiene sólo tremendas implicaciones económicas, sino que presenta preocupantes efectos sobre la salud de la población, derivados sobre todo de dos de sus principales elementos: el aumento generalizado de las temperaturas y la contaminación atmosférica, en el caso de la sequía, y de las consecuencias de inundaciones y efectos provocados por la velocidad del viento, cuando se trata de otras situaciones metereológicas.
Esta cuestión, que va ganando terreno como objeto de debate en jornadas e, incluso, en cursos de verano como el organizado este año por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander, ha conseguido por fin atraer la atención de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), y gobiernos, como el español que, recientemente, ha hecho público un informe de 'Evaluación preliminar de los impactos en España por efectos del cambio climático'.
En este documento, realizado al amparo del convenio de colaboración entre el Ministerio de Medio Ambiente y la Universidad de Castilla-La Mancha, científicos expertos en cambio climático advierten que, entre las principales consecuencias de este proceso, no debe descartarse la aparición en España de enfermedades infecciosas como el dengue, la malaria o la fiebre del Nilo, lo que podía contribuir la proximidad del continente africano.
El cambio climático convierte a España en caldo de cultivo idóneo de patologías como el dengue, la malaria y la leishmaniosis, entre otras
En general, y partiendo de la base de que las interacciones entre salud y cambio climático son 'múltiples y complejas', los autores del informe consideran que pueden resumirse en cambios en la morbimortalidad relacionados con el aumento de la temperatura. efectos sobre la salud derivados de episodios extremos como lluvias torrenciales, huracanes o tornados. consecuencias de la contaminación en el organismo. auge de enfermedades transmitidas por los alimentos y el agua. e incremento de la incidencia de las patologías transmitidas por vectores infecciosos y roedores.
Altas temperaturas
y contaminación
Uno de los casos a los que los expertos se remiten es al de la ola de calor registrada el pasado verano de 2003, que fue en Centroeuropa, donde causó mayores estragos, y que puso de manifiesto 'la importancia que sobre la morbimortalidad presentan las altas temperaturas'. Así, según diversos estudios existe una temperatura máxima a partir de la que 'se observa un incremento acusado de la mortalidad'. Esta temperatura de 'disparo de la muerte' varía de unos lugares a otros, y así mientras que en Madrid es de 36,5 grados, en Sevilla es de 41 grados y en Barcelona de 30,3. De hecho, el propio Ministerio de Sanidad ha tenido en cuenta estas diferencias a la hora de elaborar su Plan de Prevención de los Efectos de las Altas Temperaturas, que eleva los niveles de alerta de las distintas provincias en función del número de días en los que se prevé que las temperaturas, se eleven por encima de unos determinados umbrales de máximos y mínimos.
En este sentido, a juicio del catedrático de Ecología y director del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) José Manuel Moreno, con la llegada de olas de calor y temperaturas extremas 'la mortalidad se dispara' y en el futuro puede provocar la aparición en Europa de enfermedades tropicales.
Para Moreno, 'un evento tan extremo' como pudo ser la ola de calor del año 2003 tiene incidencia en 'multitud de procesos' y dibuja 'un escenario de cambio climático' que indica que las olas de calor serán 'más frecuentes y más duraderas'.
El asunto cobra reflejos aún más serios si se tiene en cuenta que un fenómeno de estas características 'discurre en poco tiempo', ya que sus consecuencias se manifiestan en 24 ó 48 horas, por lo que Moreno señala la necesidad de estar 'preparados' para alertar con tiempo a aquellas personas, más sensibles a las altas temperaturas, algo que no sucedió en el año 2003, calculándose que el disparo de los temómetros 'acabó ocasionando 6.000 muertes en España, 14.000 en Francia y 30.000 en toda Europa'.
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En cuanto a la polución, los autores del trabajo ponen de relieve que 'en los últimos años, un número importante de estudios realizados en distintas ciudades han encontrado que, aun por debajo de los niveles de calidad del aire considerados como seguros, los incrementos de los niveles de contaminación atmosférica se asocian con efectos nocivos sobre la salud'.
Así, según las conclusiones de un estudio desarrollado en Francia, Suiza y Austria, el 6 por ciento de la mortalidad y un número muy importante de nuevos casos de enfermedades respiratorias pueden atribuirse a la polución, correspondiendo la mitad de este impacto a los gases contaminantes emitidos por los vehículos a motor. En el mismo sentido, la propia OMS estimó en un informe realizado en 2003 que la contaminación era la responsable de un 1,4 por ciento de todas las muertes en el mundo.
Al respeto, y según el informe del Ministerio de Medio Ambiente, existen elementos concretos en las emisiones contaminantes, como las partículas finas y los óxidos de azufre, que se asocian con un aumento en la mortalidad 'sobre todo, por afectación en el aparato circulatorio y por cáncer de pulmón'. En concreto, los autores del estudio indican que cada aumento de 10 microgramos por metro cúbico de aire en los niveles de partículas finas se relaciona con un riesgo de un 4 a un 6 por ciento más de morir por fallos en el aparato circulatorio y por cáncer de pulmón, respectivamente.
No obstante, al margen de los efectos de la contaminación clásica, cabe destacar la existencia de un proceso estacional que es la anormal concentración de ozono troposférico generado por la reacción química entre los rayos del sol en verano y los hidrocarburos y óxidos de nitrógeno. Estas concentraciones de ozono troposférico, que suelen registrarse a las afueras de las grandes ciudades en verano al reaccionar la luz intensa con las citadas partículas arrastradas por el viento desde su lugar de emisión, en el centro de las grandes urbes tienen importantes efectos sobre el aparato respiratorio, sobre todo en el caso de las personas mayores, agravando el asma y provocando un aumento de los ingresos hospitalarios en este colectivo.
Resurgimiento
de las enfermedades infecciosas
Por otro lado, los investigadores señalan que la posibilidad de que un resurgimiento de las enfermedades infecciosas está condicionado por cambios evolutivos y medioambientales que pueden afectar a una gran variedad de factores intrínsecos, por ejemplo, todo lo concerniente al patógeno y su vector, y extrínsecos, como todo lo que modula las relaciones entre el patógeno, el vector y el hospedador con las condiciones medioambientales.
Desde este punto de vista, los expertos indican que 'los cambios climáticos en concreto parecen influir sobre la distribución temporal y especial, así, como sobre la dinámica estacional e interanual de patógenos, vectores, hospedadores y reservorios'. Así por ejemplo, el conocido fenómeno de 'El Niño' se ha asociado a un incremento del riesgo epidemiológico de ciertas enfermedades transmitidas por mosquitos, sobre todo de la malaria.
De este modo, se ha observado que durante sus actuaciones ha aumentado en un 30 por ciento el número de casos de malaria en Venezuela y Colombia, incrementándose por cuatro en Sri Lanka. También en relación con este fenómeno meteorológico se han disparado los casos de dengue en las islas del Pacífico, sudeste asiático y Sudamérica. Otras consecuencias epidemiológicas de 'El Niño' han sido los incrementos de encefalitis del valle de Murria y de enfermedad por el virus del río Ross en Australia y de casos de fiebre del Valle del Rift en el este de África.
En relación a ello, el pasado 3 de agosto la prestigiosa revista 'Nature' publicaba una investigación realizada por un grupo internacional de científicos, entre los que se encuentra Xavier Rodó, climatólogo y director del Laboratorio de Investigación del Clima del Parque Científico de Barcelona, que ha confirmado la relación existente entre fenómenos climáticos como 'El Niño' y la aparición de epidemias de cólera.
Según la opinión de la directora de la investigación, Mercedes Pascual, el citado estudio ha permitido confirmar que 'la variabilidad del clima' y, en concreto, el fenómeno conocido como 'El Niño', caracterizado por condiciones anómalas de lluvia, tiene notable influencia en las epidemias de cólera.
Los investigadores recopilaron datos de los últimos 40 años en la población de Matlab, en Bangladesh, y hallaron una correspondencia muy clara entre las variaciones interanuales en la transmisión de la enfermedad y los patrones climáticos. 'Hemos demostrado que la transmisión de esta patología es mayor durante condiciones extremas de lluvia, tanto durante inundaciones como en sequías, aunque las variaciones en los casos de cólera no dependen solamente de cambios en el clima, ya que éste interactúa con el nivel de inmunidad de la población', tal como ha explicado la investigadora.
A juicio de esta experta, a pesar de que ya se había demostrado antes una influencia de 'El Niño', gracias a la investigación realizada se ha logrado demostrar por vez primera cómo el clima actúa sobre la enfermedad del cólera a nivel regional. 'Se había supuesto hace mucho tiempo que la lluvia tenía influencia en las epidemias de cólera, pero ésta es la primera demostración de este efecto', agrega.
Para Pascual, las principales implicaciones prácticas de este estudio 'conciernen a la futura predicción del cólera', ya que no sólo se han identificado 'variables de clima que son críticas, sino también los modelos matemáticos que se usarán para predecir casos de cólera'. 'Tendrán que tener en cuenta el nivel de inmunidad de la población y como interactúa con la variabilidad climática', añade.
Así, gracias a los datos obtenidos, los investigadores han desarrollado un modelo matemático que integra la dinámica interna de la enfermedad infecciosa, que depende de las características de la población, de las políticas sanitarias y de las campañas de vacunación, con elementos externos como los climáticos. El modelo podrá ser de utilidad en enfermedades infecciosas como el cólera, la malaria y el dengue, que siguen una dinámica en el tiempo que se repite, aproximadamente, siguiendo un ciclo anual, aunque no todos los años son iguales, ya que mientras unas veces desarrollan epidemias, otras presentan incidencias inferiores a las habituales.
Otro de los expertos que ha levantado su voz en los últimos tiempos para alertar de las consecuencias que el calentamiento global de la tierra está teniendo en las enfermedades infecciosas ha sido el investigador colombiano Manuel Elkin Patarroyo, quien, se muestra convenido de que está situación está provocando el resurgimiento de estas enfermedades infecciosas y la aparición de otras en los seres humanos, inexistentes hasta entonces.
Según datos de la OMS, la contaminación es la culpable del1,4 por ciento de todas las muertes en el mundo
A juicio de Patarroyo, en el año 2050 la población mundial se 'habrá visto visiblemente reducida' como consecuencia de la expansión de enfermedades de tipo infeccioso. En este sentido, indicó que de los 6.000 mil millones de personas que actualmente pueblan el planeta, la población podría verse reducida hasta los 4.000 millones de personas en menos de 50 años. Tras poner de manifiesto la rapidez de expansión de las enfermedades infecciosas ('si antes los mosquitos viajaban en barco, ahora lo hacen en jet'), el investigador colombiano recordó que a principios del siglo XX la gripe se expandió en meses, mientras que en 2003 la neumonía asiática 'apenas tardó 24 horas en recorrer el planeta'. Tampoco hay que olvidar, según este experto, que el 'hacinamiento de gente pobre' en determinadas áreas, sobre todo en lo que denomina el 'cinturón tropical' del planeta, crea unas condiciones ideales para la expansión de enfermedades infecciosas.
Asímismo, las aguas estancadas tras catastróficas inundaciones como las sucesivas, recientemente, en la ciudad norteamericana de Nueva Orleáns constituyen un importante foco para patologías, además del cólera, como el virus del Nilo, la hepatitis A y la propagación de la bacteria E. Coli, que puede provocar entre otros síntomas, diarrea y fallos renales, sin olvidar en ningún momento los trastornos mentales que este tipo de catástrofes causan a gran parte de la población.
El riesgo de la proximidad
de África
En el caso de España, el posible fomento de las enfermedades infecciosas por las especiales características del cambio climático se ve potenciado por la cercanía geográfica del continente africano, que convierte a nuestro país en lugar de tránsito obligado de aves migratorias y de personas. Estas condiciones podrían convertir a España en el caldo de cultivo idóneo, si el cambio climático sigue intensificándose, de patologías como el dengue, la encefalitis del Nilo Occidental, la malaria, la leishmaniosis y distintos tipos de fiebre transmitidos por mosquitos, garrapatas o roedores.
A ello contribuirían, según el informe de Medio Ambiente, el aumento de las temperaturas, no sólo la ambiental sino también la del agua, que favorece la multiplicación de vectores transmisores de estas enfermedades, y las variaciones en las precipitaciones, ya que el ambiente húmedo las potencia igualmente mientras que la sequía crea remansos de aguas estancadas que constituyen un caldo de cultivo para muchos mosquitos transmisores.
Al respecto, el doctor Rogelio López-Vélez, jefe de la Unidad de Medicina Tropical y Parasitología Clínica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, que participó en junio en la reunión científica internacional 'Malaria: un reto para la humanidad', en el Ministerio de Sanidad, advirtió que la malaria se está convirtiendo en una enfermedad emergente en España, donde había quedado erradicada en los años 60.
Para este experto, dicha patología está creciendo progresivamente en nuestro país, de manera que cada año se declaran alrededor de 500 casos aunque en realidad, según sus cálculos, se producen entre 700 y 800. A su juicio, el 75 por ciento de éstos se dan en inmigrantes, y el 25 por ciento restantes en personas que viajan a países de riesgo y contraen la enfermedad.
El doctor López-Velez ha aprovechado la ocasión para señalar que el riesgo de que la malaria vuelva a instaurarse en nuestro país es 'posible pero improbable', porque para ello tendría que producirse un cambio climático y la invasión de mosquitos subtropicales capaces de transmitir la enfermedad. 'No se trata, en principio, de una amenaza para Occidente', aseveró.
Por su parte, otro grupo de expertos participantes el pasado mes de junio en el marco de la IV Conferencia Internacional de Rickettsiae, alertaron sobre el riesgo de que se produzca un incremento 'brutal' de las enfermedades provocadas por la picadura de garrapatas debido principalmente al cambio climático.
Uno de ellos, el director del Departamento de Microbiología y Patología Veterinaria de la Universidad de Washington (Estados Unidos), Guy Palmer, hizo hincapié en la importancia que, a la hora de conocer este tipo de dolencias, tiene el medio ambiente, 'ya que, según el clima y la situación medioambiental, el tipo de bacterias y de factores que favorecen su contagio varían'.
Retomando el informe de Medio Ambiente, los expertos participantes recomiendan 'encarecidamente' que se ponga en marcha en España una 'evaluación del posible impacto del cambio climático en la salud', como ya ha ocurrido en otros países como Estados Unidos', así como un sistema de vigilancia epidemiológica de los efectos de la contaminación sobre la salud humana.
De este modo, no sólo se daría cumplimiento a un mandato de los responsables de políticas de salud y medio ambiente, sino que se tendría el material y el conocimiento suficiente para abordar, de forma multidisciplinar, los posibles problemas derivados del cambio y sus especificaciones en función de las distintas regiones.