Juan Pablo II recordó el viernes en su mensaje para la Jornada
Mundial del Enfermo que en la etapa final de la vida son aconsejables
los tratamientos paliativos, evitando el ensañamiento terapéutico. Y
recordaba una vez más que «nunca es lícito matar a los ancianos o
enfermos incurables, o presionarles psicológicamente para que lo
pidan». Hoy, se mantiene el temor de que en los países en los que la
práctica de la eutanasia está legalizada se instaure el llamado «turismo
de la muerte», informa el diario ABC en su edición del domingo, 9
de febrero.
En España está aprobado el «testamento vital», que aunque se haya
definido como la «eutanasia pasiva», no hay ni en sus intenciones ni en
su motivación acercamiento alguno a la eutanasia. El «testamento vital»
establece el derecho del paciente, siempre que sea mayor de edad y
actúe libremente, a decidir sobre la atención terapéutica que debe
administrársele en caso de enfermedad terminal. La situación en el
mundo occidental es la siguiente.
Holanda: País pionero en todo el mundo
Holanda es el país pionero en el mundo en la legalización de la
eutanasia. La ley de «verificación de la terminación de la vida a
petición propia y ayuda al suicidio» entró en vigor el 1 de abril de
2002. El código penal holandés incorporó una eximente especial, de
modo que el médico que pone fin a la vida de un paciente a petición de
éste o le ayuda en su suicidio queda exento de cualquier
responsabilidad penal, siempre que haya observado los requisitos
legales, a saber, «la debida diligencia» y la notificación de la «muerte no
natural» a una comisión regional de verificación de la eutanasia.
El procedimiento, posterior a la defunción del paciente, para la
notificación y la verificación de cada caso toma en cuenta los
siguientes criterios: que el paciente haya solicitado la eutanasia de
forma voluntaria, fruto de una reflexión y de forma reiterada, y que su
sufrimiento sea insoportable y sin perspectivas de mejora. Para evaluar
estos aspectos, el médico debe conocer bien al paciente, que habrá
seguido un tratamiento del médico de cierta duración. El Gobierno
holandés estima que la ley «no está en contradicción con la obligación
internacional de proteger el derecho a la vida», recogida en el artículo
6 del Pacto de las Naciones Unidas de Derechos Civiles y Políticos y
también en el artículo 2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Tampoco creen las autoridades holandesas que esta apertura legal
fomente en el futuro la aparición de casos de «turismo de la muerte»,
porque «es imprescindible la existencia de una relación de confianza
entre el médico y el paciente».
Bélgica: Una norma que refuerza los cuidados paliativos
En mayo de 2002, Bélgica se convirtió en el segundo país del mundo que
legalizaba la eutanasia, aunque su ley es más restrictiva que la
holandesa y se completó con una norma que refuerza los cuidados
paliativos y la atención a los enfermos terminales. La mayoría
parlamentaria formada por socialistas, liberales y ecologistas sacó
adelante la ley, pese a la oposición de democristianos y
socialcristianos, a la que se sumó la extrema derecha flamenca, y a más
de un año de debates, audiciones de expertos y 230 enmiendas.
La nueva ley belga establece una excepción en el ordenamiento jurídico
para la eutanasia si el médico que la practica respeta las siguientes
condiciones: que el paciente, mayor de edad, capaz y consciente, haya
realizado la petición de forma voluntaria, expresa y reiterada, sin
presión exterior alguna, y que éste padezca una enfermedad incurable
que le provoca un sufrimiento físico o psíquico constante e insoportable.
La petición debe realizarse por escrito o a través de un testigo, y dos
médicos deben certificar que se cumplen todas estas condiciones. La
norma no despenaliza otras formas de eutanasia ni la «ayuda al
suicidio».
Alemania: En contra de una vía para «ayudar a morir»
Dado que Alemania sí es un país donde se ha practicado activamente la
eutanasia, así como la eugenesia, durante los años 30 y 40, tanto con el
fin de desembarazarse de cargas sociales como por la motivación de
mejorar la especie humana, hay una enorme prevención aquí contra la
entrada en circulación de este tipo de experimentos con la vida humana
en la vecindad, como en los casos de Holanda y Bélgica, y, en todo caso,
se busca evitar en el debate malos recuerdos sustituyendo «eutanasia»
por «ayuda a morir» (Sterbehilfe), entre otras cosas porque la
invocación de ciertos aspectos o actitudes relacionadas con el nazismo
puede ser aquí perseguible de oficio.
El gobierno de socialdemócratas y verdes del canciller Schröder se ha
manifestado en contra de cualquier intento de abrir una vía a la «ayuda
a morir» y la ministra de Justicia ha insistido en la apuesta de su
gobierno por las terapias paliativas, esto es «morir con dignidad y sin
sufrimientos, incluso si con dichos métodos se acortase la vida» del
paciente, ha dicho la ministra de Sanidad Ulla Schmidt.
Sin embargo la comprensión hacia la eutanasia va calando con el tiempo
en la sociedad alemana, según indican las estadísticas. Si en los años
socialmente militantes de mediados de los 70 sólo un 53 por ciento se
manifestaba a favor; diez años después, en 1984, el número se había
elevado a un 66 por ciento, y, en 1995, alcanzaba ya al 80 por ciento de
la población. Una reciente encuesta muestra que sólo un 1,5 por ciento
de médicos que trabajan en medicina paliativa creen necesaria una ley
de «ayuda a la muerte», lo que según los especialistas demostraría que
la terapia contra el dolor acompañada de una orientación ética es una
oferta significativa y competente a la eutanasia.
Rusia: La ley prohíbe cualquier forma de eutanasia
En Rusia, el debate sobre la eutanasia es prácticamente inexistente. La
ley en teoría es muy clara y prohíbe cualquier forma de eutanasia, tanto
pasiva como activa. Sin embargo, en el Código Criminal no figura la
palabra «eutanasia», por lo que no se sabe qué pena corresponderá al
violador de la ley.
El jurista Yuri Dimitriev, una de las escasas voces que en Rusia militan
a favor de la eutanasia, asegura que la citada ley contradice varios
artículos de la Constitución en los que se garantiza el derecho de los
ciudadanos a una «vida digna». Por su parte, Galina Nosova, que es
miembro del Comité para la Protección de la Salud de la Duma Estatal
(Cámara Baja del Parlamento) puso el dedo en la llaga al ser
entrevistada por ABC: «Como médico estoy a favor, pero como jurista
estoy categóricamete en contra. Nuestro país carece de un sistema
jurídico suficientemente desarrollado como para que la eutanasia se
aplique con las debidas garantías».
Francia: Eutanasia activa, asimilada al homicidio
En Francia, la eutanasia activa está asimilada al homicidio y el Código
penal la castiga con penas que pueden llegar hasta la cadena perpetua.
El suicidio voluntario está tolerado; pero ayudar a alguien a poner fin
a su vida puede constituir un delito de no asistencia a persona en
peligro de muerte. Asimismo, la propaganda o publicidad de productos
que pudieran utilizarse para poner fin a la vida humana pueden
castigarse con tres años de cárcel y/o 50.000 euros de multa.
Los médicos o enfermeras que pudieran ayudar a un paciente a poner fin
a su vida, para atenuar o acabar con alguna forma de sufrimiento pueden
ser castigados con sanciones penales, civiles y disciplinarias, que
dependen de las circunstancias exactas de tal participación activa o
pasiva en procesos de eutanasia directa o indirecta. En este sentido,
desde hace días, prosigue el proceso de una enfermera acusada de
haber «ayudado» o «facilitado» la muerte de varios pacientes. La
acusada se defiende afirmando haber deseado poner fin al sufrimiento
de personas en estado terminal. Los familiares de las víctimas acusan a
la enfermera de haber precipitado voluntariamente la muerte de unas
personas al cuidado de sus familiares. En cuanto a lo que se conoce
como el «turismo de la muerte», la legislación francesa haría muy difícil,
si no imposible, la hospitalización y muerte voluntaria de pacientes
procedentes de otros países.