Las búsquedas del término ‘ataque nuclear’ y ‘radiación’ se han disparado desde el ataque ruso a la central nuclear de Zaporiyia. El conflicto ha reavivado el temor a que suceda algo parecido al desastre de Chernóbil o a vivir una guerra nuclear.

El miedo a una catástrofe nuclear disparó hace unas semanas la venta de yodo en Europa, especialmente en los países cercanos a Ucrania. Los profesionales sanitarios informaron rápidamente que tomar pastillas de yodo no sirve si no hay emergencia sanitaria. Además, solo protegerían de la exposición al yodo radiactivo, no al resto de elementos radiactivos derivados de un desastre nuclear.

¿Qué dosis de radiación recibimos?

La radiación que recibe la población procede principalmente del gas radón (43%), seguida de la exposición médica (20%), la radiación cósmica (13%), la radiación solar (15%) y a través del agua o alimentos 8%, según la OMS.

La radiactividad forma parte natural del planeta Tierra y ha estado siempre presente en la vida de los seres humanos. “En las últimas décadas ha crecido de forma espectacular la utilización por el hombre de radiaciones ionizantes en medicina, industria, agricultura e investigación”, según apuntan desde la Sociedad Española de Protección Radiológica (SEPR).

Esta sociedad científica recuerda que además de beneficios, las radiaciones ionizantes “pueden ocasionar efectos perjudiciales, y que es preciso desarrollar sistemas para garantizar el nivel de la protección radiológica necesario en su utilización”.

Protección radiológica

En la página web de la SEPR, los expertos ponen a disposición de la población en general una sección de asesoramiento gratuito llamada “Pregúntale a la SEPR”, donde responden sobre cualquier aspecto relacionado con la protección radiológica.

Radiación natural

Todo el mundo está expuesto a la radiación natural y la mayoría de personas recibe la dosis de radiación más elevada por esta causa. Las consultas más frecuentes tienen que ver con el gas radón y cómo afecta a las viviendas.

Las dosis de radón suelen recibirse en el interior de edificios, ya que en el exterior este gas se dispersa con facilitad. Las concentraciones dependen de las características geológicas del suelo y del tipo de vivienda, y en menor medida de los materiales de construcción y de la ventilación de las viviendas.

Los expertos de la SEPR desmienten mitos sobre el radón, como por ejemplo sobre la supuesta peligrosidad de las encimeras de granito por emitir radón.

Radiación por rayos X

Los rayos X y los materiales radiactivos se utilizan para el diagnóstico de enfermedades y son la mayor fuente de exposición a radiaciones artificiales que reciben las personas. En este sentido, las consultas que reciben los expertos se relacionan con los efectos de la radiación recibida en la realización de todo tipo de pruebas diagnósticas, y en diferentes perfiles, especialmente bebés, niños y embarazadas.

La sección de consultas incluye un apartado específico para trabajadores sanitarios, donde técnicos de rayos, enfermeras, traumatólogos… realizan sus consultas. Muchas de ellas sobre trabajadores que reciben radioterapia en determinadas situaciones, especialmente mujeres que buscan el embarazo o que se incorporan de la baja maternal. También sobre temas de protección laboral relacionados con el material que se utiliza: gafas, caducidad de los chalecos, limpieza de los equipos… incluso temas de normativa y formación.

Radiación no ionizante

Los campos electromagnéticos de baja frecuencia que incluyen aparatos eléctricos, las ondas de radio, microondas, la luz visible y el tendido eléctrico generan numerosas consultas. Las típicas sobre vivir cerca de torres de alta tensión o antenas de telefonía móvil hasta otras más curiosas sobre radiación en relojes antiguos.

Los aparatos domésticos merecen un apartado especial: televisiones, wifi, microondas, robots de cocina y cocinas de inducción son motivo de consulta frecuente para los expertos. Sobre las cocinas de inducción, los expertos recuerdan que los campos con frecuencias como las utilizadas son escasos y no constituyen un bloque de evidencia que permita confirmar o descartar potenciales efectos por exposición crónica.