N.L., Bilbao.-El psiquiatra infantil José Luis Pedreira, del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares ha alertado de las graves secuelas que el terrorismo, la violencia familiar y el "bullyng" -acoso escolar- dejan en la infancia y la adolescencia.
El especialista, que dirigió el simposio "EWI trastorno de estrés postraumático en la infancia y en la adolescencia", celebrado en el marco del VIII Congreso Nacional de Psiquiatría, distinguió mecanismos de detección de estrés postraumático derivado de lo que denomina "violencia interpares", conocida como "bullyng", en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentre el menor.
El experto explicó en el transcurso de su intervención en el Congreso que en la edad escolar se detecta una alteración del rendimiento escolar debido al acoso psicológico y la amenaza. También se aprecia una búsqueda de protección del adulto. En numerosos casos, los niños prefieren la compañía de los mayores a la de sus propios compañeros. Además, pueden aparecer, como consecuencia de este tipo de acoso, dolores de tripa o de cabeza, que no tienen un aparente origen fisiológico.
En el caso de la pre-adolescencia, el joven afectado presenta un cambio en el patrón de su comportamiento y refleja un constante estado de ansiedad o de depresión, según el especialista.
En ocasiones, también se detectan tendencias suicidas "si el joven no encuentra una vía de escape adecuada" y son frecuentes los cuadros de baja autoestima, que impiden al afectado salir del círculo en el que se encuentra y buscar otras formas de relación.
Estrés postraumático
Respecto a los síndromes de estrés postraumáticos relacionados con la violencia terrorista, el experto, basándose en los atentados del 11-M, puso de manifiesto que el niño que ha vivido episodios directos de duelo por la muerte de familiares pasa por varias fases hasta el estadio en el que se da una reevocación de los atentados cuando el menor entra en contacto con la realidad social, lo que le produce cuadros de ansiedad y malestar general.
En cuanto al impacto de la violencia familiar en los menores, este psiquiatra distingue entre la situación en la que el niño es espectador de la misma y aquella en la que es receptor de actitud violentas. En el primer caso, el menor reacciona al recordar la situación con síntomas de temor y retraimiento, según Pedreira. En cambio, si los niños se ven afectados de manera directa por la violencia familiar, se dan también otros síntomas como una "desviación hacia el espacio exterior de la violencia", indicó.
"En numerosas ocasiones -explicó-, los niños maltratados proyectan esa violencia en su entorno y muestran actitudes agresivas, que con anterioridad no presentaban".