La OMS define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual la persona es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Es decir, sin salud mental, no hay salud laboral. Tal es así que el 83,1 % de las personas con algún problema de salud mental no tiene empleo.
El trabajo tiene un papel central en la vida de la mayor parte de las personas adultas. Según el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi: 'Cuando hacemos un trabajo que nos absorbe y que nos obliga a dar lo mejor de nosotros mismos, es cuando conseguimos la autorrealización y los instantes de felicidad'. Es decir, el trabajo no solo actúa como factor protector de nuestra salud mental, sino que es un camino para la realización personal, la satisfacción con uno mismo y la felicidad.
Pero el trabajo también puede actuar como desencadenante de patología mental. De hecho, se calcula que entre un 11-27 % de los problemas de salud mental se atribuyen a las malas condiciones y a la mala organización del trabajo. Tener inseguridad en el puesto de trabajo, sobrecarga laboral, falta de reconocimiento o tener como jefe a un “psicópata integrado” nos pasa factura inevitablemente a nuestra salud mental. La falta de reconocimiento de los daños que las condiciones psicosociales de trabajo pueden causar en la salud es otro elemento que contribuye a restar atención a este ámbito preventivo. Estos trastornos de salud se derivan al sistema sanitario público, con lo que no revierten en ninguna mejora del entorno laboral, aunque éste hubiese sido el origen.
Para el año 2030, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo. Las cifras en nuestro país son realmente alarmantes cuando hablamos del impacto incapacitante que produce la salud mental en el entorno laboral, dando lugar en el año 2023 a 570.000 bajas laborales por diversos motivos de índole mental, cifra que ha aumentado de manera considerable en los últimos seis años. Las enfermedades mentales se sitúan ya como la segunda causa de baja laboral en los procesos de larga duración en nuestro país. Estas bajas aumentan entre las mujeres, entre los trabajadores con edades comprendidas entre 35-49 años, y en profesionales sanitarios y del sector de la educación. El 80 % de estas bajas son trastornos psiquiátricos menores (ansiedad, estrés, trastornos adaptativos y depresión menor), en los que se estima un tiempo de recuperación corto, entre 30-60 días, prolongándose hasta los 108 días de duración media. Todo esto supone un total de 30.000 millones de euros en costes directos e indirectos a las empresas. Además del absentismo, se estima que el coste de presentismo relacionado con salud mental es 3,5 veces superior a las ausencias.
Si nos centramos en el sector salud, las bajas por salud mental entre los médicos en activo han aumentado un 247 % en el periodo de 2022 a 2023. En este escenario, y según una encuesta reciente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) junto con la Alianza por el Sueño, el 51 % de los médicos de Atención Primaria reconocía tomar sustancias para gestionar sus problemas de insomnio y el 84 % de ellos afirmaban que el entorno laboral les influía directamente en su salud mental.
La Promoción de la Salud en el Trabajo (PST) es una estrategia empresarial moderna que aspira a la prevención de los riesgos profesionales y a aumentar la capacidad individual de la población trabajadora para mantener su salud y calidad de vida. Mantener a las personas sanas y activas durante más tiempo tiene un impacto positivo en la productividad y la competitividad. El futuro de las empresas depende, en gran medida, de contar con personas trabajadoras cualificadas, motivadas y sanas.
En un mundo laboral tan competitivo y demandante, la salud mental de los empleados emerge como una prioridad y la necesidad de actuar es urgente e indiscutible, impulsando iniciativas para fomentar lugares de trabajo mentalmente saludables, convirtiéndose en una responsabilidad compartida entre empleador y trabajador.
Son muchos los procesos que pueden verse significativamente beneficiados si se desarrollan estrategias de promoción del bienestar emocional y de la salud mental, así como políticas de prevención de los riesgos psicosociales asociados. Entre ellos se contarían los procesos de adaptación y mantenimiento del empleo, la calidad de éste, así como el clima laboral, la reincorporación al trabajo en condiciones óptimas cuando, por circunstancias diversas relacionadas con la salud mental, se produce una interrupción temporal de la relación laboral, la no exclusión del mercado laboral o la incorporación de personas con problemas de salud mental al empleo.
El sueño de calidad y su estrecha relación con la salud mental
Cuando hablamos de salud mental y sueño, podemos dividir en tres grandes grupos: Un primer grupo de pacientes con insomnio asociado al padecimiento de una enfermedad mental en ese momento, un segundo grupo de pacientes curados de enfermedad mental en los que persiste de manera crónica el insomnio y por último un tercer grupo de pacientes que no tienen enfermedad mental, pero padecen insomnio. Pues lo más novedoso al respecto, es que sabemos que, en este tercer grupo, si el insomnio se cronifica, se multiplica por tres la probabilidad de sufrir un trastorno de depresión y ansiedad dos años después. Es decir, dormir mal de manera crónica afecta a nuestra salud mental, empeora nuestro estado de ánimo, se generan juicios equivocados y aumenta nuestra impulsividad, e incluso la ideación suicida. Muchos de nosotros nos enorgullecemos de perder el sueño para trabajar más, sin saber que al elegir trabajar antes que dormir, lo que realmente estamos haciendo es elegir cantidad antes que calidad. La idea de que dormir menos para trabajar más de alguna manera te hará más productivo es tan lógica como la idea de que no pararte a poner gasolina te ayudará a llegar más rápido a tu destino. Debemos desmitificar la falsa creencia de que el sueño es algo improductivo. Parar no es perder el tiempo. Un trabajador que duerme bien va a ofrecer a su empresa una mayor concentración, un mayor estado de alerta, mayor resistencia y una actitud más positiva, con mejor estado de ánimo. Un trabajador que no duerme será más propenso a olvidar cosas, tendrá dificultades para concentrarse, retener números o codificar datos, tendrá una peor capacidad de autogestión emocional, menos resiliencia y empatía, generando más conflictos laborales en su entorno, tendrá peores hábitos de vida y peor salud, mayor tendencia al consumo de sustancias y problemas de adicción. Además, el insomnio se asocia a una menor satisfacción con la vida percibida del empleado y al deterioro de la calidad de vida relacionada con la salud mental y física. Los adultos con insomnio son más propensos al absentismo laboral y son menos productivos, tienen un mayor riesgo de infravalorar riesgos, cometer errores y consecuentemente tener más accidentes de trabajo, domésticos y de tráfico que provocan lesiones e incapacidades. ¿Quién quiere alguien así en su empresa? Los trastornos del sueño más frecuentes entre profesionales de la salud tienen que ver con el insomnio crónico, las alteraciones del ritmo sueño-vigilia y también pueden tener que ver con la automedicación con sedantes e hipnóticos, lo que no es infrecuente en estos profesionales por su fácil accesibilidad y conocimiento. La etiología de dichos trastornos es compleja, pero los factores implicados se retroalimentan entre sí, puesto que la sobrecarga de trabajo, el estrés sostenido, los turnos de trabajo, las guardias o las dificultades en conciliar la vida personal y laboral acaban por deteriorar la calidad y cantidad de sueño, pero también incrementan la vulnerabilidad al desgaste profesional (o burnout) y pueden propiciar la claudicación a nivel psíquico dando lugar a trastornos mentales, la mayoría del espectro ansioso-depresivo. Desgraciadamente, muchos de estos trastornos, por paradójico que resulte, pueden quedarse sin diagnosticar ni tratar entre los profesionales de la salud. La imagen del trabajador “infatigable” que aguanta horas en el trabajo y que luego prolonga en casa, por la noche, debe ser reemplazada por el trabajador sano que cuida su salud física y mental. Por todo lo anteriormente descrito, es clave que las empresas fomenten una salud mental positiva:- Promover el autocuidado: los cuatro pilares de la salud: dieta, ejercicio, sueño y bienestar emocional. De todos ellos, el sueño es el gran olvidado en la PST.
- Sensibilización y formación: brindándoles herramientas para manejar el estrés, fomentar la resiliencia y reconocer los síntomas de angustia emocional en uno mismo o en los demás.
- Flexibilidad y equilibrio: ofrecer opciones de trabajo flexible, horarios adaptables y equilibrio entre vida laboral y personal. Es fundamental facilitar y promover la desconexión digital fuera del horario laboral.
- Comunicación abierta: establecer canales de comunicación abierta y clara entre empleador y trabajador.
- Apoyo profesional: establecer programas de asistencia y recursos para la salud mental, disponibles para los empleados que lo necesiten.