Un estudio apunta a que es probable que grandes fallos en las investigaciones sobre el COVID largo hayan exagerado en gran medida los verdaderos riesgos de desarrollar la enfermedad, según publican los investigadores en la revista ‘BMJ Evidence Based Medicine’. Las definiciones excesivamente amplias, la…
Un estudio apunta a que es probable que grandes fallos en las investigaciones sobre el COVID largo hayan exagerado en gran medida los verdaderos riesgos de desarrollar la enfermedad, según publican los investigadores en la revista 'BMJ Evidence Based Medicine'.
Las definiciones excesivamente amplias, la falta de grupos de comparación apropiados, o ninguno, entre otras cosas, en los estudios que analizan la incidencia, la prevalencia y el control de la afección -epidemiología- han distorsionado los riesgos, afirman los investigadores.
A esto se añade la inclusión de estudios mal realizados en revisiones sistemáticas y análisis de datos agrupados que acaban exagerando el riesgo una vez más, apostillan.
Las posibles consecuencias de esta situación son, entre otras, el aumento de la ansiedad pública y del gasto sanitario, los diagnósticos erróneos y el desvío de fondos de quienes realmente padecen otras enfermedades a largo plazo secundarias a la infección por COVID-19, sugieren los investigadores.
Muchas de las secuelas de la infección por COVID-19 incluyen el síndrome post-UCI --una constelación de problemas de salud que aparecen cuando el paciente está en cuidados intensivos y que persisten tras el alta hospitalaria-- y la dificultad respiratoria tras una neumonía. El problema es que estos síntomas son comunes a muchos virus de las vías respiratorias altas, señalan los investigadores.
Ninguna de las definiciones de trabajo de COVID largo utilizadas por organismos sanitarios influyentes, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud, el Instituto Nacional para la Excelencia Sanitaria y Asistencial (NICE) del Reino Unido, la Red Escocesa de Directrices Intercolegiales (SIGN) y el Real Colegio de Médicos Generales, exige una relación causal entre el virus responsable de la COVID-19 (SARS-CoV2) y una serie de síntomas.
Según los investigadores, en los estudios de COVID largo no sólo deben incluirse grupos de comparación (de control), cuando a menudo no es así, sino que también deben emparejarse adecuadamente con los casos, idealmente por edad, sexo, geografía, estatus socioeconómico y, si es posible, comportamientos sanitarios y de salud subyacentes, algo que rara vez ocurre.
Durante las primeras fases de la pandemia, cuando las pruebas del SRAS-CoV-2 no estaban ampliamente disponibles, era más probable que los estudios incluyeran una muestra no representativa de pacientes seropositivos al SRAS-CoV-2 al incluir menos pacientes con síntomas leves o asintomáticos.
Esto se conoce como sesgo de muestreo, que se produce cuando determinados miembros de una población tienen más probabilidades de ser incluidos en la muestra de un estudio que otros, lo que puede limitar la generabilidad de los resultados de un estudio, explican los investigadores.