Las hermanas Bijani, las siamesas iraníes de 29 años que el domingo empezaron a someterse a una intervención de alto riesgo en Singapur para separarse, murieron ayer tras más de 50 horas en el quirófano. Ladan y Laleh Bijani murieron con 90 minutos de diferencia por las hemorragias masivas que sufrieron en la fase final de la intervención, informa el diario LA VANGUARDIA.

Las hermanas, que habían deseado vivir separadas desde la infancia, eran conscientes de los riesgos de la operación. Tras 29 años de compromisos en todas las decisiones de su vida, desde a qué hora levantarse hasta qué carrera estudiar, declararon el mes pasado que preferían arriesgarse a morir que seguir viviendo unidas.

El desenlace de la operación causó conmoción en Irán, donde la televisión estatal interrumpió su programación habitual para informar de la muerte de las siamesas y donde miles de personas detuvieron sus actividades y rompieron a llorar en tiendas, en la calle o en sus casas.

La intervención, que duró 54 horas hasta la muerte de Laleh, se inició el domingo a las diez de la mañana (hora local de Singapur). El equipo médico, dirigido por el neurocirujano Keith Goh, que en el 2001 operó con éxito a dos siamesas nepalíes, estaba formado por 28 médicos y un centenar de enfermeras y personal auxiliar. Los médicos habían advertido que la intervención podía causar la muerte de una o de las dos hermanas o causarles daños neurológicos irreparables.

Hasta las fases finales de la operación, las hermanas se encontraban en situación estable. Cuando los médicos anunciaron, ayer a primera hora, que habían completado la separación de las siamesas, la noticia fue recibida con aplausos por los amigos y seguidores que habían acudido al hospital Raffles.

Sin embargo, Ladan y Laleh empezaron a perder una gran cantidad de sangre cuando los neurocirujanos acabaron de separar los cerebros, informó Keith Goh tras salir del quirófano. Trabajando en dos grupos, los cirujanos empezaron a administrar transfusiones a ambas hermanas, pero no consiguieron estabilizar su circulación sanguínea. Ladan murió a las 14.30 (hora local) tras 52 horas y media de operación y Laleh, noventa minutos más tarde.

Los neurocirujanos habían encontrado dificultades inesperadas que habían complicado la intervención desde el principio. El domingo por la noche, la zona en que los cráneos de las dos hermanas se unían y que los médicos debían cortar para acceder a los cerebros resultó excepcionalmente compacta, lo que frenó la operación.

Una vez abierto el cráneo, los cerebros de las dos hermanas, pese a tratarse de cerebros distintos, aparecieron muy adheridos uno a otro. Separarlos costó más de veinte horas. En esta fase de la operación empezaron a aparecer los primeros problemas circulatorios cuando surgió una inestabilidad entre la circulación de las dos hermanas.

El aspecto más crítico de toda la intervención quirúrgica era precisamente la circulación sanguínea. Médicos alemanes rechazaron separar a las hermanas Bijani en 1996 debido a que compartían una vena vital, de un dedo de grosor, que recogía sangre de sus cerebros.

El riesgo de que una o ambas hermanas murieran al tener que cortar esa vena, según los médicos alemanes, era demasiado alto para justificar la operación.

El equipo de Singapur llegó a plantearse suspender la fase final de la operación después de que un "by-pass" practicado en el cerebro de Ladan para suplir la vena que compartía con Laleh empezara a congestionarse. "Sabíamos que continuar iba a ser muy arriesgado", dijo Loo Choon Yong, presidente del hospital. Pero "el deseo de Ladan y Laleh era ser separadas bajo cualquier circunstancia".

En Irán, donde las hermanas Bijani se han convertido en heroínas en las últimas semanas, después de que decenas de reportajes hayan explicado sus vidas y destacado su coraje frente a la adversidad, la noticia de su muerte dejó ayer al país en estado de shock.

"Es una tragedia nacional", resumió el fotógrafo Ahmad Mahmoudi, que oyó la noticia en la radio del coche. Noushin Nowrouzi llegó incluso a aparcar el coche para poder llorar en paz. En los restaurantes de Teherán y en las fábricas, miles de personas interrumpieron su trabajo y lloraron en una experiencia de duelo colectivo.