Desde que en 1860 se comenzaron
a medir los
cambios de temperatura, se ha
podido constatar que los últimos
12 años han sido los más
cálidos de todo este periodo.
Las previsiones son que para finales
del siglo XXI habrá un
aumento de la temperatura global
en torno a 2ºC, pero superará
los 4ºC allí donde haya una
utilización masiva de la energía
proveniente de combustibles fósiles
("efecto invernadero").
Por otra parte, al amparo
del cambio climático comienzan
también a "emigrar" diversos
virus, hongos y bacterias. El
doctor Basilio Valladares, director
del Instituto Universitario
de Enfermedades Tropicales y
Salud Pública de Canarias, durante
su intervención en la Mesa
sobre Efectos del Cambio
Climático en la Salud Global
celebrada en Santa Cruz de Tenerife,
señaló que el transporte
aéreo de la calima desde África
a Canarias y el sur de España
está trayendo bacterias, hongos
y virus antes no existentes
en nuestro entorno. Para este
experto, el aumento de los
movimientos migratorios y las
transacciones comerciales, mediante
los que se transportan
insectos y huevos de insectos
que, debido al aumento de las
temperaturas medias, sí pueden
sobrevivir en zonas en las
que antes no era posible, está
provocando la aparición de enfermedades
tropicales en lugares
en los que anteriormente
no estaban presentes.
La piel, en peligro
En la actualidad ya nadie parece
albergar dudas de que los efectos
del calentamiento global inciden
significativamente en la
proliferación de determinadas
enfermedades, como las alérgicas,
alimentarias o infecciosas,
entre otras. Pero concretamente
es en la piel donde los efectos
nocivos de esta influencia climática
alterada son más notorios,
quizá porque los dermatólogos
han sido uno de los primeros
colectivos médicos que ha dado
la voz de alarma al respecto.
Así, durante el último Congreso
Mundial de Dermatología
celebrado en Buenos Aires, los
dermatólogos confirmaron que,
como consecuencia del cambio
climático, en las últimas décadas
se viene observando un
aumento de las alergias, dermatitis,
arrugas, lunares, manchas
cutáneas y otros efectos dañinos
en los seres humanos, como
el cáncer de piel, consecuencia
directa de la reducción
de la capa de ozono observada
en las últimas décadas.
El melanoma
en aumento
El cáncer de piel es el que mayor
relación guarda con el medio
ambiente y en particular
con la exposición solar. "En los
últimos diez años el aumento
del melanoma ha sido del 10%
anual. Si los efectos son los esperados,
el cáncer de piel será
protagonista absoluto del siglo
XXI, ya que aumentará al menos
un 20-30 %, y será de carácter
epidémico", afirma el
presidente de la Academia Española
de Dermatología y Venereología
(AEDV).
Esta cifra tan alarmante
tiene lugar cuando la capa de
ozono se reduce simplemente
un 1 ó 2%. "Hace 20 años,
una persona en la playa se
quemaba en 6-8 horas de exposición,
pero hoy lo hace en
sólo una o dos horas". Por otro
lado -añade el presidente de la
AEDV- se ha podido demostrar
que el 80% del envejecimiento
prematuro de nuestra piel
tiene como responsable a los
rayos solares, por lo que el
cambio climático a largo plazo
provocará un mayor número
de arrugas, flacidez, manchas,
hipersensibilidad, falta de luminosidad,
etc.
Queratosis actínicas
El sol tiene un efecto beneficioso
sobre el estado de ánimo
y contribuye a la producción
de vitamina D en la piel,
pero no hay que olvidar que
la exposición crónica a la radiación
solar, sobre todo a la
ultravioleta, puede producir
fotoenvejecimiento prematuro
y la aparición de lesiones premalignas
como son las queratosis
actínicas.
Estas lesiones descamativas
aparecen en la piel expuesta
de los adultos y son las lesiones
premalignas cutáneas más frecuentes.
Aparecen sobre todo
a partir de los 40-50 años, más
frecuentemente en personas
con piel blanca. Las lesiones típicas
son secas, escamosas, del
color de la piel o rojizas, situadas
mayoritariamente en las
áreas expuestas al sol, como
cara, manos o escote. También
pueden ser lesiones sobreelevadas
con una lesión en superficie
de aspecto costroso.
Las padecen principalmente
personas con piel clara que
pasan mucho tiempo a la intemperie
sin una protección
adecuada. En España es mayor
la incidencia en Andalucía, Castilla
y Levante. Entre las personas
con riesgo también se incluyen
las que tienen historia de
frecuentes quemaduras solares,
los que nunca se ponen morenos,
los que presentan signos
solares, pecas, manchas blanquecinas,
etc.) y pacientes con
historia de cáncer de piel.
En su génesis intervienen
fundamentalmente tres factores:
la susceptibilidad personal,
el tiempo total de exposición
al sol y el grado de insolación
de la localidad o zona de procedencia.
Más información:
www.aedv.es