La leche materna es el

mejor alimento para el

bebé, pues no sólo le aporta

los mejores nutrientes sino

que además le protege frente

a diversas infecciones.

Además, es una experiencia

irrepetible para la madre,

pero a veces no exenta de

algunos problemas, como

que el bebé rechace el pecho.

Si está en esta situación

no se desanime y ni mucho

menos piense que la culpa

es suya y que no es una

buena madre. Es algo habitual

que le sucede a casi todos

los niños en algún momento

del período de lactancia.

Todo tiene una explicación, sólo

hay que dar con ella para encontrar

la forma de que el bebé

se adapte en pocos días.

Falsos rechazos

Pero no siempre todo lo que la

madre entiende como un rechazo

lo es. Los reflejos normales

de los primeros días de vida

llevan muchas veces a engaño.

Por ejemplo, cuando el pecho

roza al bebé alrededor de la boca

éste mueve la cabeza de un

lado a otro, pero no porque lo

rechace sino todo lo contrario,

porque lo está buscando. En

otras ocasiones, normalmente

pasado el tercer mes de vida,

algunos bebés de repente tardan

mucho menos en mamar

de lo que acostumbraban. No

es que rechacen el pecho, es

que sencillamente han aprendido

a mamar en menos tiempo

y con menos esfuerzo. Y por último

puede simplemente que el

bebé no quiera mamar porque

no tiene hambre.

También puede ocurrir que

no rechace los dos pechos, sino

sólo uno. Esta circunstancia

puede responder a una mala

postura, a que el niño tenga algún

dolor, como otitis, congestión

nasal o fractura de clavícula,

o simplemente a que prefiera

ese pecho y no el otro. Lo primero

que hay que hacer por

tanto es descartar enfermedades

o corregir la postura, dependiendo

del caso. Pero la solución

del problema no implica

que el pequeño acepte el pecho.

Llegados a este punto, aún

tiene una última baza: cogerle

como si llevara un balón debajo

del brazo, es decir, intentar engañarle

ofreciéndole el pecho

que no quiere en la posición en

la que le da el otro. Si esto tampoco

funciona no se preocupe.

Un único pecho puede producir

por si mismo toda la leche que

un bebé necesita y la leche se

cortará completamente en el

que no trabaja.

Problemas de salud

Es posible que el bebé tenga

congestión nasal o una infección

de oídos. Con la nariz tapada no

puede respirar bien y con la otitis

el dolor es tal que puede que

mamar se torne muy complicado.

Puede también que todo se

deba a una infección por hongos

en la boca del bebé, o que

haya que retroceder en el tiempo

y volver al parto para dar con

la causa. Y es que si durante las

últimas semanas en el útero el

bebé adoptó una postura rara o

el parto fue difícil, es posible

que el alumbramiento se

saldara con un hematoma

en la cabeza, una luxación

de cadera o una fractura de

clavícula, situaciones dolorosas

que mantienen al niño

inquieto. Cuando están saliendo

los dientes las encías

están sensibles y doloridas y

el roce con el pecho no ayuda,

y cuando se administra

una vacuna puede que al

pequeño le duela la zona en

la que le hayan puesto la inyección.

Si tomar el pecho

supone presionar sobre ella,

es normal que el pequeño acabe

rechazándolo. No hay que

descartar tampoco la posibilidad

de que el niño tenga reflujo

gastroesofágico o alergia alimentaria.

Por una razón o por

otra, siga siempre las recomendaciones

de su pediatra.

Problemas de atención

También puede ocurrir que el

pequeño se ponga tenso, incluso

llegue a arquearse, cuando

la madre intenta darle el

pecho o que coja y suelte el

pecho varias veces durante la

toma porque esté nervioso. Para

evitar problemas, lo mejor

que puede hacer si su niño está

más irritable de lo habitual

es tranquilizarlo antes de empezar

a mamar. Pruebe con un

masaje, un baño o una nana.

Especialmente a partir del

cuarto mes de vida, cada día

aprende una cosa nueva y todo

a su alrededor despierta su

interés. Son tantas novedades

que puede que el pequeño

desatienda otras actividades

tan básicas como mamar. Para

evitar distracciones, busque un

lugar tranquilo o aproveche

cuando esté medio dormido.

La rutina y la tranquilidad

son clave en la educación de un

niño y cuando éstas se rompen

puede que la lactancia se vea

afectada. La separación de la

madre por la vuelta al mundo laboral

o por un viaje prolongado,

estar al cuidado de nuevas personas,

un cambio de domicilio o

incluso problemas de la madre y

que él percibe pueden ser el origen

del rechazo.

Si ha escogido la lactancia

materna como forma de alimentar

a su bebé no le dé suplementos

con biberón, salvo

que el pediatra lo indique. La

tetina y el pezón son diferentes

y los movimientos que la lengua

ha de hacer para acoplarse

a uno u a otro no son los mismos,

por lo que si el bebé se

acostumbra al biberón puede

que se olvide de mamar correctamente

y acabe rechazando el

pecho. Para evitar confusiones,

olvídese de las tetinas y si tiene

que darle algún suplemento

hágalo con una cucharita.

Asegúrese de que la postura

que ha escogido para darle el

pecho no es sólo cómoda para

usted sino también para su bebé.

Si está mal colocado, no coge

adecuadamente el pecho y,

como no succiona bien, la leche

no sube en la cantidad que debiera.

La consecuencia es que el

bebé no calma su hambre y como

el pecho no le sacia acaba

rechazándolo. Y, por otro lado,

cuando un pecho no se vacía

del todo puede que se ponga

tan tenso que el pequeño no se

pueda agarrar bien a él. Si éste

es su caso, extraiga un poco de

leche. Así el pecho estará más

blandito y el niño podrá mamar

mejor. Los pezones planos o invertidos

pueden ser un problema

para la lactancia. Pregunte a

su pediatra el mejor remedio.

Puede también que el primer

golpe de leche llegue de

repente y con demasiada cantidad

o que, por lo contrario,

tarde mucho en llegar. Los extremos

nunca son buenos: o

se atragantará o se aburrirá de

esperar. En uno y otro caso, la

solución pasa por estimular el

pecho antes de empezar para

que o bien el golpe inicial de

leche salga antes de que el bebé

se ponga a mamar o tarde

menos en salir, según el caso.

Cambios de olor

y sabor

Piense en lo que ha comido en

los últimos días. Puede que la

culpa del rechazo sea de de un

medicamento que haya tomado

o de un alimento en concreto

y que al pequeño no le

siente bien. También puede

ser que haya comido o bebido

algo fuerte que cambie el sabor

de la leche, como la menta,

y que al pequeño sencillamente

no le guste. Además de

los alimentos hay otras razones

que pueden cambiar el sabor

de la leche materna, como

la vuelta de la menstruación o

una mastitis, la cual es capaz

de salar ligeramente la leche.

Tenga cuidado con los productos

de higiene y cosmética

que utiliza. Innovar en el gel, el

desodorante, la colonia, en la

pomada o en la crema puede

hacer que el sabor y el olor del

pezón cambien y al pequeño

no le gusten las nuevas sensaciones

que experimenta al

acercarse a él.