Si algo tiene de bueno las

bajas temperaturas es que

permiten disfrutar de momentos

inolvidables jugando con

la nieve o patinando sobre el

hielo. Pero ante el frío y demás

inclemencias del invierno hay

que adoptar siempre algunas

precauciones para proteger

nuestra salud.

En relación a la ropa con la

que abrigarnos antes de salir a

la calle, la mejor opción no es

una única prenda gruesa sino

varias capas de ropa más ligeras

y cálidas pues entre ellas se forman

cámaras de aire aislante,

siempre y cuando ninguna de

ellas sea ajustada. Por la cabeza

y los pies se pierde una gran

cantidad de calor, por lo que

habrá que evitar estas ‘fugas’

con gorros de lana, pasamontañas

o sombreros y calcetines de

lana o dos pares de medias,

unas de lana y otras de algodón

ligero. Para las manos, las manoplas

son mejores que los

guantes, para proteger el cuello

la bufanda y son recomendables

las anoraks y abrigos resistentes

al viento y a la humedad

y un calzado que no permita la

entrada de agua y que tenga

suelas antideslizantes.

Aún estando bien abrigado,

si hace mucho frío es importante

permanecer en la calle

sólo el tiempo imprescindible.

Si en un momento dado observa

que no puede dejar de tiritar

o que tiene adormecida

alguna parte del cuerpo, abandone

lo que esté haciendo y

busque un lugar en el que pueda

entrar en calor.

Otro riesgo habitual del

frío son las caídas por resbalones

en el hielo; preste especial

cuidado para evitar posibles

lesiones.

El frío también quema

El viento y el frío intensos trabajan

deprisa y apenas necesitan

unos minutos para causar quemaduras

en el cuerpo. El cómo

y el porqué tienen fácil respuesta.

Cuando nuestro organismo

se ve obligado a enfrentarse al

frío su primera reacción es

mantener su temperatura. Para

ello traslada parte de la sangre

de las extremidades al corazón

y a los pulmones con el objeto

de proteger así a estos órganos

vitales, pero deja a merced del

frío a los brazos, las manos, las

piernas y los pies.

Si la quemadura por frío es

superficial sólo afecta a la piel,

pero si es profunda los tejidos

internos pueden verse gravemente

afectados a causa de la

falta de riego sanguíneo. La

nariz y las orejas también son

zonas muy vulnerables a padecer

una quemadura por frío.

Prevenir estas quemaduras

es fácil si se adoptan las medidas

básicas de protección frente

al frío. Además, es importante

saber que la nicotina, el

alcohol y la cafeína hacen que

la piel sea más susceptible a

este tipo de lesiones. No obstante,

si por cualquier razón

acaba padeciendo una de ellas

lo mejor es acudir al médico

en cuanto note que alguna

parte del cuerpo está entumecida

o ha perdido la sensibilidad,

lo que se conoce como

‘sensación de tronco de madera’.

Cuando la piel se ha quemado

por el frío es dura, pálida,

fría e insensible y cuando

se descongela se tiñe de rojo y

duele. Si la quemadura ha llegado

a los tejidos internos la

piel luce blanca y pierde su

sensibilidad.

Hipotermia

En caso de desprotección ante

un frío muy intenso la temperatura

del cuerpo puede descender

por debajo del umbral de lo

que se considera normal. Si baja

hasta los 32ºC la hipotermia es

leve, de 32 a 28ºC, moderada y

por debajo de los 28ºC, grave.

Para estar preparado frente

a esta situación lo mejor es conocer

los síntomas: piel pálida y

fría, cuerpo entumecido, temblor

incontrolable, aturdimiento,

estado de confusión que impide

moverse o hablar con normalidad,

descenso del ritmo respiratorio

y de la frecuencia cardíaca

y, en los casos más graves, somnolencia

profunda y prolongada,

paro cardiaco y shock.

Más información:

www.proteccioncivil.org