Gracias a la memoria podemos
recuperar a una
rapidez vertiginosa la información
almacenada en nuestro
cerebro. Pero no es infalible;
nadie está libre de olvidar las
llaves de casa encima de la
mesa de la cocina, de dejar las
gafas en el mostrador de una
tienda o de no acudir a aquella
cita que concertó meses
atrás con su médico. Son meros
olvidos que no acarrean
mayores consecuencias pero
dejan de ser algo anecdótico
cuando, a medida que envejecemos,
ocurren con frecuencia
y complican el día a día.
Parte de nuestra memoria
se pierde con el paso de los
años pero no todos los "olvidos"
se pueden achacar a la
edad. Por ello, si se observa
que el problema es frecuente
lo mejor es acudir al médico
para que evalúe si tras la pérdida
de memoria se esconde
algo más.
¿Pérdida natural?
La memoria ha encontrado en
el paso del tiempo un enemigo
contra el que poco se puede
hacer. El declive comienza
pronto, a los veinte años de
edad. A partir de este momento,
vamos perdiendo poco a
poco células cerebrales. Al
mismo tiempo, nuestro cuerpo
fabrica cada vez menos
cantidad de las sustancias químicas
que estas células necesitan
para trabajar. Y con todo,
lo que se resiente es la memoria
reciente. Así, las personas
mayores son capaces de revivir
capítulos de su niñez pero no
recuerdan el nombre de una
persona que acaban de conocer
o lo que han comido apenas
hace unas horas. Que esto
ocurra es completamente normal
y forma parte del proceso
natural del envejecimiento.
Lo que no es normal es
que repentinamente no se sepa
cómo se hacen cosas tan
sencillas y rutinarias como lavarse
los dientes, apagar la
plancha o llegar a algún sitio
al que se ha ido cientos de veces.
Puede incluso que se pierda
en lugares que se conocen
de sobra o que al hablar con
alguien se repitan continuamente
las mismas frases y preguntas;
esto tampoco es normal.
Como no lo es no ser
capaz de estar al tanto de lo
que ocurre cada día, como recordar
si ha tomado los medicamentos
en el desayuno, que
le cueste tomar decisiones o
manejar el dinero, que crea
que es martes cuando en realidad
es sábado o que deje las
cosas en sitios donde nunca
las buscaría, como el cepillo
del pelo en el congelador.
Problemas de salud
Cuando parte de la memoria
se esfuma y tantos supuestos
despistes complican su día a
día su médico revisará su historial
médico, le hará un examen
físico, indagará en sus antecedentes
personales y le
hará todas las pruebas que
considere oportuno para saber
si el envejecimiento es la respuesta
a su pérdida de memoria
o tras los olvidos hay un
problema de salud. Puede que
la causa sea algún medicamento
que esté tomando, que
esté deshidratado o desnutrido
o que exista una carencia
de vitamina B12, por poner
sólo algunos ejemplos. En definitiva,
problemas que le harán
padecer más de un olvido
y que resentirán su memoria a
corto plazo. Por suerte, aunque
algunos de ellos son muy
graves, la pérdida de memoria
que acarrean se puede recuperar,
total o parcialmente,
con el tratamiento adecuado.
Lógicamente, lo normal es
que cuanto antes se detecte la
causa y se busque una solución,
más memoria se logrará
recuperar.
Otras veces el problema
no está en el cuerpo sino en la
propia mente. La vida nos hace
enfrentarnos a situaciones,
como la muerte inesperada de
un ser querido, la pérdida de
un trabajo o la soledad, que
nos sumen en un estado de
ansiedad, depresión y tristeza
tal que nuestra memoria también
pagará las consecuencias.
Todo volverá a la normalidad
cuando comience a adaptarse
a la nueva situación que le ha
tocado vivir o cuando reciba el
tratamiento que le ayude a
afrontar lo que está pasando.
Pero el peor enemigo de
la memoria es la demencia
con sus dos principales bastiones,
la enfermedad de Alzheimer
y la demencia vascular,
que acarrean daños permanentes
e irreversibles a las células
cerebrales. Entre los síntomas,
que son variables de
una persona a otra, se encuentra
inicialmente la pérdida gradual
de la memoria. Los enfermos
a veces olvidan cosas o
situaciones inmediatas, como
disponerse a desayunar, por
ejemplo, habiéndolo hecho escasos
minutos atrás, u olvidar
acciones hasta entonces cotidianas
como hacerse el nudo
de la corbata. Suele decirse
que es normal olvidarse dónde
se deja uno las llaves, pero un
enfermo de Alzheimer olvida
para qué sirven las llaves.
Además se comienza a
perder de forma paulatina la
capacidad para desempeñar
tareas rutinarias y surge la desorientación
en tiempo y espacio.
Posteriormente, en un estadio
más avanzado, el
enfermo comienza a perder
fluidez en el lenguaje y a tener
dificultades para vestirse; necesita
ayuda constante para
realizar actividades cotidianas.
Actitud contra
el olvido
Practique deporte con regularidad
y, si no acostumbra a hacerlo,
acuda al médico para
que él le indique qué ejercicios
son los que más le convienen
y con qué regularidad ha de
hacerlos. Apueste por una alimentación
sana y equilibrada,
repartida en cinco comidas
diarias (desayuno, almuerzo,
comida, merienda y cena). Si
bebe alcohol limite su consumo
y no fume. No se olvide
de beber agua, la necesita para
no deshidratarse, y no se
robe a si mismo horas de sueño.
Visite a su médico con regularidad
y siga sus consejos.
Y, por último, desafíe a su
mente con nuevos intereses y
aficiones. En definitiva, no se
puede quedar de brazos cruzados
viendo cómo la memoria
se deteriora y ha de adoptar
una actitud que le proteja
contra el olvido.
En este sentido, un estudio
de la Clínica Mayo en Rochester
(Estados Unidos) ha desvelado
que las personas que a
partir de los 50 años leen revistas
o libros, participan en
actividades sociales y lúdicas,
usan el ordenador o realizan
trabajos manuales podrían retrasar
o evitar la pérdida de
memoria. De hecho, el riesgo
se reduce entre un 30 y un 50
por ciento en comparación
con las personas que no se
preocupan por mantener despierta
su mente. Por tanto, si
ha pasado la barrera de los 50
búsquese una afición que le
ayude a conservar intactos sus
recuerdos.
El mismo estudio indica
que pasar muchas horas frente
al televisor no es favorable. En
concreto, señala que las personas
que años atrás vieron la
televisión menos de siete horas
al día eran un 50 por ciento
menos propensas a desarrollar
problemas de memoria
que aquellas que habían estado
mirando la pantalla más de
este tiempo cada día.
Más información:
www.imsersomayores.csic.es;
www.alzheimer-online.org