Básicamente la dislexia consiste
en un problema, significativo
y persistente, a la hora
de aprender a leer. Como leer se
torna complicado, aprender a
escribir tampoco será fácil. El niño
que lo presenta además tiene
dificultades para orientarse
en el espacio y en el tiempo,
puede que le cueste mucho el
cálculo y la lógica matemática y
que incluso tenga problemas a
nivel motriz; la torpeza a la hora
de correr y saltar es una buena
muestra de ello.
La dislexia es un problema
de aprendizaje, pero no está reñido
con la inteligencia ni con el
nivel cultural. Un niño puede ser
muy inteligente, crecer en el seno
de una familia acomodada
con todos los recursos a su alcance
y aún así costarle mucho
aprender a leer y a escribir. Y es
que detrás de la dislexia no está
la falta de medios sino una alteración
de las zonas cerebrales
que controlan el lenguaje. Ante
la más mínima sospecha de
que algo raro está pasando,
hable con su pediatra. Cuanto
antes se diagnostique el problema
mucho mejor. Con el
apoyo adecuado, el pequeño
no sólo aprenderá a leer, sino
que podrá avanzar en la escuela
y desenvolverse con éxito en
el mundo laboral.
Falta de conexión
No se puede entender la dislexia
sin conocer antes cómo funciona
el cerebro y cómo éste lleva a
cabo el proceso de lectura. El cerebro
humano está formado por
dos hemisferios, derecho e izquierdo,
que se comunican entre
sí. Cada hemisferio está especializado
en ciertas funciones: el
izquierdo se ocupa de los procesos
del lenguaje y el derecho de
la información visual y espacial.
Además, no trabajan exactamente
del mismo modo. Mientras
que el hemisferio izquierdo
procesa la información secuencialmente
(un dato tras otro), el
derecho lo hace simultáneamente
(muchos datos a la vez).
Al leer, los dos hemisferios están
obligados a trabajar juntos.
Cuando un niño está aprendiendo
a leer primero reconoce
las letras al verlas y el sonido
que tiene cada una de ellas. Pasada
esta etapa, comienza a
descubrir cómo se ven y cómo
suenan las letras cuando se juntan
para formar palabras. Y obtiene
el diploma de lectura,
cuando memoriza las palabras y
su significado, se da cuenta de
que con ellas puede formar oraciones
y aprende a hacerlo.
A un niño con dislexia, en
cambio, le cuesta conectar la
letra con su sonido y, claro está,
combinar esos sonidos para
formar palabras, y si no se le
pone remedio a tiempo, el pequeño
crecerá y le costará algo
tan básico como leer oraciones
y entender lo que significan. Es
más, puede, entre otras cosas,
que le cueste distinguir ciertos
sonidos, como la "p" y la "b", o
saber cuál es el orden correcto
de las letras. La respuesta al
por qué algunas personas procesan
la información de esta
manera aún se desconoce, pero
parece claro que es un fallo
en el hemisferio izquierdo del
cerebro el que lo desencadena
y que es posible que la genética
también participe en ello.
Efectos secundarios
Lo normal es que la dislexia se
diagnostique cuando el pequeño
está aprendiendo a leer, entre
los cuatro y seis años de edad,
pero también puede ocurrir que
no se detecte hasta tiempo después,
cuando el profesor le haga
aprender gramática y sintaxis y
tenga que leer temas largos y
complejos. En estos casos, el pequeño
puede que se sienta ‘estúpido’
porque se ve incapaz de
seguir el ritmo de sus compañeros.
Nadie sospecha que tenga
ningún problema, por lo que sus
fracasos en el colegio siempre se
acompañan de reproches y se
siente incapaz de superar los
obstáculos que se le presentan
en clase cada día. Y como se da
cuenta de que sus esfuerzos no
sirven de nada, ya no le motiva
aprender y, lo que es aún peor,
no confía en si mismo, se siente
incapaz de hacer cualquier cosa
y cree que no sirve para nada. El
miedo al fracaso le hace entrar
en un círculo vicioso que no le
deja seguir aprendiendo. Así, por
ejemplo, como leer le resulta difícil
y estresante evita hacerlo,
una actitud con la que sólo consigue
aumentar la distancia que
le separa de sus compañeros. La
autoestima se dañará seriamente
y el pequeño se encerrará en si
mismo y se marginará de los
demás niños. Si se diagnostica a
tiempo y se trata adecuadamente
todo esto se puede evitar
y el niño puede aprender
como los demás. De ahí que el
diagnóstico precoz se torne indispensable.
Método multisensorial
Los niños disléxicos pueden
aprender; la única dificultad es
que necesitan su particular método
para hacerlo. Si entra en
cualquier clase se dará cuenta de
que el profesor enseña todo a
través de las vías que el pequeño
tiene atrofiadas, como la lectura
y la escritura. Sentado en su pupitre,
el niño disléxico lo único
que ganará es un retraso considerable
con el resto de sus compañeros.
Y es que, para aprender
a pesar de la dislexia, los
niños necesitan visualizar las palabras,
pues sólo así pueden
otorgarles un significado. Necesitan,
en definitiva, que el profesor
ponga en marcha un método
multisensorial de aprendizaje,
un método donde entren en
juego todos los sentidos.
El papel del profesor
Si usted es profesor y uno de sus
alumnos es disléxico ha de hacer
todo lo que esté en su mano para
comprender el problema y
ayudarle a aprender. El pequeño
ha de saber que usted está a su
lado en todo momento, pero esto
no significa que tenga que
protegerlo en exceso. Haga que
se siente en las primeras filas, así
le podrá ayudar mejor, y anímele
a que pregunte siempre que
tenga alguna duda y evitar sorpresas
de última hora. Recuerde
además que no basta con que se
le digan las cosas una vez, por lo
que ármese de paciencia. Como
se distrae, su memoria a corto
plazo no funciona correctamente
y puede que su capacidad de
atención sea escasa, por lo que
necesita que le repitan las informaciones
nuevas más de una
vez. No le sobrecargue. Lo mejor
es que le ponga menos deberes
de lectura y escritura.
Cuando para enseñar una
lección tenga que darle algún
material escrito, antes de seguir
compruebe que lo ha entendido
y si hay alguna lectura por
medio no se la dé sin antes cerciorarse
de que es apropiada
para su nivel. No le haga leer en
público para evitar así que puedan
ridiculizarle. Y aunque parezca
raro, tenga en cuenta que
algunos niños disléxicos pueden
leer un pasaje correctamente en
voz alta y aun así no comprender
el significado del texto.
A la hora de valorar sus progresos,
el único baremo válido
ha de ser su propio esfuerzo.
No le compare con el resto de
niños. El tardará más que los
demás en terminar sus tareas y,
como la lectura le supone un
gran esfuerzo, se distraerá con
más facilidad. Su autoestima está
en juego y usted puede ayudarle
a que no se sienta inferior
al resto de sus compañeros.
Y el de los padres
Su papel como padres es fundamental
para que el niño aprenda
a pesar de la dislexia y no le
afecte psicológicamente. Lo primero
que ha de hacer es ponerse
en manos de profesionales
cualificados en este trastorno.
Con el pediatra, el psicopedagogo,
especialista que se ocupa
de los problemas de aprendizaje,
y demás profesionales cerca,
usted se sentirá seguro y sabrá
en todo momento en qué situación
se encuentra su hijo. Lo segundo
es convertir su hogar en
un lugar en el que el niño se encuentre
tranquilo y pueda tomar
el aliento que necesita para
hacer frente a los retos que se le
presentan cada día. No se canse
de elogiar sus logros y hágale
ver que aunque puede que leer
le cueste más que a los demás
eso no significa que no valga
para nada. Seguro que se le da
bien un deporte, tocar un instrumento,
dibujar, o cualquier
otra faceta, descubra el qué y
haga que se sienta orgulloso de
si mismo. Esto no significa que
haya que olvidar las dificultades
ni hacer como que no existen.
Hay que hablar de ellas, pero
siempre cuando el niño esté
presente. Escuche lo que tenga
que decir y haga caso a sus propuestas.
Su pequeño, al igual
que los demás niños, necesita
sentirse querido, aceptado y
protegido, regirse por unas normas
de disciplina y vivir en libertad.
Así podrá crecer y aprender
feliz y afrontar su dislexia.
Siéntese con él a hacer los
deberes, o al menos, si usted
no puede, busque una persona
preparada que lo haga. Por
ejemplo, ha de explicarle el significado
de las palabras nuevas
y ayudarle a comprender el texto
en el que aparecen. Ármese
de paciencia y responda a sus
preguntas tantas veces como
sea necesario. Su memoria falla
y usted puede mermar la barrera
que esto supone. Además, ha
de enseñarle a preparar y vaciar
su cartera y a organizar el material
del colegio. No se quede
atrás y ayúdese de la tecnología.
Agendas electrónicas, procesadores
de textos, correctores
de ortografía, diccionarios y calendarios
informatizados pueden
ser aliados de excepción en
el aprendizaje del pequeño. Por
último, si tiene oportunidad de
reunirse con otros padres que
estén en la misma situación que
usted, hágalo.
FUENTES: Asociación Española de
Pediatría de Atención Primaria, Disfam
(Asociación Dislexia y Familia) y
Fundación Nemours.