Apenas hace unas semanas
que la lengua del benjamín
de la casa ha empezado a enlazar
frases enteras, pero usted tiene
la impresión de que hay algo
que falla. Hoy, ha confirmado
sus sospechas mientras su hijo
jugaba con sus amigos. A su pequeño
le cuesta arrancar a hablar
y no lo hace con la misma
fluidez que los otros niños. Repite
sílabas y palabras y parece
que se le resiste alguna que otra.
En lo primero que piensa es
en una tartamudez y puede que
esté en lo cierto, pero no lo dé
por hecho. Todos, algunos más
que otros, vacilamos al hablar alguna
vez, nos confundimos y
nos quedamos atascados a veces
y más aún los que, como ese niño,
están aprendiendo a decir
sus primeras palabras. Al igual
que se caía una y otra vez cuando
daba sus primeros pasos o se
le escurría la cuchara de las manos
las primeras veces que intentó
comer por si solo, puede
que hablar no le resulte fácil al
principio. Obsérvele un tiempo e
intente descubrir en él las ‘señales
de alerta’ que se recogen en
el cuadro adjunto. Sólo así sabrá
si todas estas pequeñas trabas
son sólo algo pasajero, un escollo
más que ha de afrontar a su
edad, o sus intuiciones eran ciertas
y su pequeño tartamudea,
aspecto que deberá ser confirmado
por un especialista.
La comunicación
El niño necesita no sólo que le
escuche sino sentirse escuchado.
Hable con su hijo y no a su hijo.
Una conversación no es un monólogo
y ha de dejarle vía libre
para que se exprese con naturalidad.
Esfuércese por hablarle
con claridad y por escoger bien
las palabras que utilice; un vocabulario
y unas frases que han de
adaptarse a la edad y a la fase de
desarrollo del niño. Si tiene la
costumbre de hablar muy deprisa,
intente no hacerlo pues es
posible que su hijo intente imitarle.
Lo mejor es que hable
despacio, pero sin exagerar la
lentitud y use frases breves y
sencillas, pero sin exagerar la
sencillez; lo importante es que
su niño le entienda. Y, por supuesto,
no le interrumpa mientras
habla, aunque sepa de antemano
lo que le va a decir; él necesita
tiempo para expresarse.
Además, aunque parezca
contradictorio, la mayoría de las
veces lo mejor es no actuar de
ninguna forma cuando el niño
tartamudea. Piense que la tartamudez
es un problema que necesita
cuidados, al igual que un
sarampión o una gripe, pero
que no es más que una pequeña
parte de la vida del niño.
Aun así, en ocasiones es imposible
cumplir esta máxima porque
ni el instinto paterno ni el
sentido común le dejan mantenerse
al margen. En estos casos,
muéstrele que sabe cuáles son
sus dificultades, pero sin que sus
palabras o sus actos dejen escapar
un ápice de sorpresa, inquietud,
reproche, lastima, crispación,
impaciencia o cualquier
otro sentimiento negativo.
Si le pide, por ejemplo, que
deje de tartamudear o que hable
más despacio, si le dice que
piense lo que vaya a decir antes
de hablar o le aconseja que se
calme o que respire profundamente
sólo conseguirá complicar
la situación. Y es que, estas
frases le dan a entender que si
hiciera algo correcto dejaría de
tartamudear, le hacen sentirse
culpable porque no puede hacer
lo que le piden y, por su fuera
poco, le obligan a cargar con
una preocupación más. Al final,
como ni puede dejar de hablar
ni puede hacerlo de forma distinta
a la que sabe, la angustia se
apodera de él y articular palabra
se convierte en algo desagradable.
Y cuando obstinado se esfuerza
por eliminar sus tropiezos
sólo consigue agravar el problema,
pues, entre otras cosas, como
hablar le genera ansiedad
puede que acabe encerrándose
en si mismo y negándose a decir
ni una palabra en determinadas
situaciones.
Sin presión
En definitiva, si no quiere que el
niño entre en un círculo vicioso
sin salida, no le diga lo que tiene
que hacer y sustituya las directrices
por la comprensión y la
complicidad. Una mirada y una
sonrisa cómplices y reírse juntos
de las dificultades pueden ser la
mejor terapia. Si tiene que decirle
algo, el mejor consejo es: ‘No
te esfuerces tanto’ o ‘Cálmate’. Y
mientras ha de estar con los ojos
muy abiertos y dar con aquellas
situaciones en las que la lengua
se le trabe para evitarlas. Por
ejemplo, puede que le cueste
hablar y hacer otra cosa al mismo
tiempo. Si es así convénzale
para que cuando hable no haga
nada más, ya verá como este
cambio es un paso adelante en
la batalla contra la tartamudez.
Por más que intente protegerle,
los contratiempos que
pueden ocurrir en cualquier hogar,
como una enfermedad, un
accidente, un conflicto familiar o
una simple mudanza no van a
ser ajenos al pequeño y pueden
suscitar que las vacilaciones y las
repeticiones sean mayores. El
mejor alivio que puede darle ante
estos cambios en la rutina es, sin
duda, paciencia y cariño. El niño
que tartamudea necesita tiempo
para acostumbrarse a las novedades,
por lo que hay que hacerlo
tranquilamente y sin prisas.
Las emociones fuertes tampoco
convienen. No se extrañe,
de hecho, si su hijo hablaba
bien durante las vacaciones de
verano y poco antes de volver al
colegio empieza a titubear. Los
primeros días de clase, los días
de fiesta, las vacaciones, y no digamos
el Día de Reyes, son tan
emocionantes, tan intensos que
la tartamudez puede empeorar.
Finalmente, es muy importante
que desde pequeño su hijo
asocie el momento de hablar
con actividades agradables, pues
aunque estos pequeños trucos
no van a hacer que deje de tartamudear
le ayudarán a unirse a
las conversaciones sin quedarse
atrás. Como su pequeño cantaba
con fluidez, una mamá probó
a hacer cenas ‘cantadas’. Toda la
familia más que hablar cantaba
las conversaciones y el niño se
dio cuenta de que podía unirse a
sus padres y hermanos porque,
por alguna razón, la tartamudez
desaparecía cuando empezaba a
cantar y que sus opiniones eran
importantes.
Puede probar a hacerlo usted
también o buscar sus propias
diversiones. Enseñarle acertijos,
chistes o juegos de palabras,
evitando los sonidos que le den
miedo y sin exigirle que los repita
a la perfección, son también
buenos trucos. Y no se olvide de
leerle o contarle historias y cuentos.
Le sorprenderá ver cómo,
después de oír sus historias favoritas
varias veces, el niño sabe repetir,
con sus propias palabras,
algunas partes.
FUENTES: Fundación Española de la
Tartamudez; "Si su hijo tartamudea. Una Guía para los padres" (Fundación Americana de la Tartamudez); "Ayudando a Christopher. Vivir con un niño que tartamudea" (Ivonne Thomas).
Más información:
www.ttm-espana.com
www.tartamudez.org