La llegada del verano nos
obliga a variar nuestro modo
diario de vida: disfrutamos
de más horas con luz solar, tenemos
que cambiar nuestras
ropas por otras más ligeras y,
por supuesto, debe variar
nuestra alimentación, pues las
altas temperaturas veraniegas
de nuestro país requieren sustituir
las fabadas, cocidos y otros
guisos suculentos por comidas
más ligeras, como gazpachos,
pescado, verduras frescas y, sobre
todo, más fruta.
Además de vigilar la alimentación,
también hay que
cuidarse de situaciones que nos
pueden complicar las vacaciones,
como las diarreas estivales,
un contratiempo muy asociado
a los meses de verano.
En temporada estival merece
especial cuidado la alimentación
de los niños, pues las
vacaciones, el calor y el ocio
parecen invitar al desorden horario
y, consecuentemente, a la
anarquía alimentaria. Los especialistas
recomiendan mantener
siempre una alimentación
equilibrada: nada de saltarse
el desayuno -y esto vale también
para los adultos-, no picar
entre horas y evitar la ingesta
excesiva de bocadillos,
chucherías, helados y bebidas
refrescantes.
Además, en verano hay
que beber líquidos en abundancia,
ya que el calor aumenta
la pérdida de agua y minerales
a través de la piel, lo que
favorece la deshidratación.
Diarreas
Un trastorno muy frecuente
en verano es la denominada
diarrea estival o síndrome
diarreico, caracterizado por
una pérdida fecal excesiva de
líquidos y electrolitos. En
buena medida, estos procesos
se derivan del cambio de
los hábitos dietéticos que tiene
lugar especialmente durante
los viajes y traslados vacacionales.
La pérdida de agua y de
electrolitos que se produce
con la diarrea y los vómitos requiere
su reposición inmediata
para evitar la deshidratación.
Beba poco a poco pequeñas
cantidades de líquido (agua,
suero oral) y no tome alimentos
sólidos durante unas horas,
hasta que vaya encontrándose
mejor. Una vez más, hay que
tener especial cuidado con los
niños, pues una diarrea aguda
puede tener consecuencias de
gravedad.
Para una buena conservación
de los alimentos y prevenir
así las diarreas estivales, es
recomendable adoptar las siguientes
precauciones:
" Conservar los alimentos
en el frigorífico, incluso aquellos
que ya estén cocinados.
" Procurar descongelar
los alimentos dentro del frigorífico.
" Manipular los alimentos
de forma higiénica.
" El tiempo que debe
transcurrir entre la preparación
de los alimentos y su consumo
debe ser el menor posible,
especialmente en las
comidas que contengan huevo
(mayonesa, tortillas, pasteles,
etc.).
" Tomar especiales precauciones
con los alimentos
que se consuman crudos o cocinados
con escaso calor.
" Lavar frutas y verduras
con abundante agua. Puede
añadirse una gotita de lejía apta
para desinfectar el agua (lea
la etiqueta).
" Proteger debidamente
los alimentos de moscas u
otros insectos.
" Consumir siempre leche
envasada.
" Debemos tener cuidado
con el agua de las fuentes y
sólo consumirla cuando tengamos
todas las garantías.
" En las comidas fuera de
casa, evitar los establecimientos
de aspecto poco higiénico
y en los que los productos
aparezcan expuestos sin la
adecuada protección y refrigeración.
Cuidado
con los congelados
En relación a los productos refrigerados
y congelados, la Organización
de Consumidores y
Usuarios (OCU) advierte que
la incorrecta conservación de
los alimentos a una mayor
temperatura de la recomendada
puede favorecer el desarrollo
de bacterias que pueden
provocar intoxicaciones alimentarias,
sobre todo en estas
fechas calurosas. A la hora de
adquirir este tipo de productos,
la OCU recomienda:
" Coger los congelados y
refrigerados al final de la compra,
eligiendo los más pegados
al fondo de la vitrina.
" Si son congelados,
comprobar que no hay escarchas
ni roturas en las bolsas y
que las piezas pequeñas se
desprenden con facilidad y no
forman un bloque.
" Introducir estos productos
en una bolsa isotérmica
para su transporte y procurar
que éste sea lo más rápido
posible.
" Guardarlos en la zona
del frigorífico adecuada para
cada producto.