La plaga de topillos que ha

marcado la crónica del verano

en Castilla y León no ha

pasado desapercibida en los

servicios médicos de dicha comunidad

autónoma. Al cierre

de esta edición, el número de

personas afectadas por tularemia,

enfermedad al parecer relacionada

con estos animales,

es de 226 personas. Y es que

la mayoría de los contagios de

los casos confirmados se producen

por contacto con estos

animales. El aspecto positivo

de la noticia es que el 99,5%

están curados ya o evolucionan

favorablemente, de hecho

sólo hay dos personas ingresadas

por una dolencia que es

endémica, es decir propia y

característica de Castilla y León.

Aunque ha alcanzado cierto

protagonismo en la época

estival, por suerte, no es contagiosa

entre personas, se trata

con antibióticos y se puede

prevenir adoptando unas sencillas

medidas, como veremos

más adelante.

El 20 de agosto pasado

Castilla y León puso en marcha

un plan creado para poner

fin a este problema. A finales

de este mes se sabrá si

la quema controlada de rastrojos,

la limpieza de cunetas

y el uso de granos envenenados

(esta última medida criticada

duramente por la Federación

de Consumidores en

Acción (FACUA) y por grupos

ecologistas por poner, a su

parecer, en peligro la salud

humana y la supervivencia de

otras especies animales) acaban

con los más de 500 millones

de estos roedores similares

a los ratones que han

arrasado los campos de esta

área geográfica.

Todo empezó hace un

año en la comarca de Tierra

de Campos, entre Palencia y

Valladolid. El frío invierno, lejos

de acabar con estos animales

tal y como se esperaba,

les otorgó el tiempo que

necesitaban para extenderse

por toda la comunidad, invadiendo

terrenos de secano y

de regadío e incluso los cascos

urbanos de las localidades

rurales.

¿Qué es la tularemia?

La tularemia es una enfermedad

contagiosa que afecta

principalmente a las liebres,

conejos silvestres, ratas, ratones

de campo, roedores y, en

menor medida, a otros animales

como los cangrejos de río y

que, en determinadas circunstancias,

puede transmitirse a

las personas. En el hombre

presenta síntomas semejantes

a los de un proceso infeccioso:

aparición brusca de fiebre alta,

malestar general y, en los casos

más graves, lesiones en los

dedos y ganglios axilares, algunas

veces ulcerados.

Las personas que corren

mayor riesgo de contraer la

enfermedad son aquellas que

manipulan animales enfermos

o muertos. El contacto directo,

piel con piel, es la principal vía

de contagio aunque se ha dado

algún caso en el que la enfermedad

ha pasado al ser humano

a través de las mucosas

de la nariz y la boca y la conjuntiva

del ojo. También puede

ocurrir, pero es menos frecuente,

que una picadura de

insecto o garrapata sea el comienzo

de la enfermedad.

Beber agua contaminada

por animales muertos o por su

orina y heces, comer carne cruda

o poco cocinada de un animal

enfermo e inhalar el polvo

de tierra, heno o granos contaminados

mientras, por ejemplo,

se dan paseos frecuentes por el

campo, también pueden ser vías

de contagio de la tularemia.

FUENTE: Agencias y Junta de Castilla

y León.

Más información:

www.sanidad.jcyl.es