El ultimo domingo

de octubre comenzará

el horario

de invierno, lo que

supone que debemos

atrasar los relojes

una hora: a

las tres de la madrugada

serán las

dos. En 1984 se

impuso una directiva

europea por la

que todos los países

de la Unión Europea

cambiarían los relojes el mismo

día: el último domingo

de marzo para el horario de

verano y el último de octubre

para el de invierno. El

objetivo: aprovechar mejor

la luz natural para ahorrar

energía.

Pero los economistas no

tuvieron en cuenta las consecuencias

sobre la salud a la

hora de apoyar esta iniciativa.

Y es que, al cambiar de

hora, se altera también el ritmo

biológico del ser humano,

un hecho que puede

afectar a personas que sufren

depresión, dolor de cabeza

u otros problemas neurológicos.

Para paliar en la medida

de lo posible los efectos que

el cambio de hora pueda

ocasionar lo mejor es adaptarse

poco a poco al nuevo

horario, de forma escalonada

y sin sobresaltos.